Claro que hay fuego amigo en el PSOE y me da una rabia tremenda
Hay un ambiente enrarecido en el gobierno de coalición, peticiones de cambios en el Ejecutivo, ¿Cómo ve la situación?
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Creo que la gente enseguida se pone nerviosa, no piensa bien y hay cierta precipitación en las propuestas, las decisiones se deben tomar con sosiego y calma. En primer lugar, creo que es indiscutible que el Gobierno de coalición está transformando este país. En segundo lugar, no hay dudas de que existe un cuestionamiento de su legitimidad en origen desde la propia moción de censura. En tercero, hay una incomprensión por parte de la derecha de la pluralidad de este país y de la necesidad de entenderse con formaciones políticas que tienen una forma distinta de ver España. A todo eso se le añade un elemento que forma parte de nuestros propios problemas y errores: han aflorado casos de corrupción no vinculados con el Gobierno actual, y en los últimos días hemos vivido episodios en los que algunas mujeres han revelado haber sido sometidas a acoso o a comportamientos impropios por parte de algunos dirigentes políticos del Partido Socialista.
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¿Esta situación puede poner en cuestión la continuidad del Gobierno de coalición?
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No. Tenemos que mejorar todo lo que tiene que ver con nuestros controles frente a la corrupción. También debo decir que no sé si hay mucho margen para hacer muchas cosas más, porque los procedimientos son tremendamente exhaustivos y tampoco han servido para impedir que haya personas que se los salten o aprovechen el más mínimo resquicio para cometer ilegalidades. En el tema del acoso, lo que estamos viviendo es una transformación cultural. Estamos transitando de una concepción profundamente machista del mundo hacia una sociedad igualitaria. Ese proceso conlleva episodios dolorosos, pero también necesarios para avanzar.
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Entonces, ¿debería Yolanda Díaz abandonar el Gobierno si considera que la situación es insostenible?
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Creo que eso sería coger la parte por el todo y no ponderar la importancia de la transformación que se está llevando a cabo. Hay mucha gente que necesita un Gobierno de estas características para mejorar su vida y sus condiciones de igualdad. Nada es perfecto. De lo que se trata es de sopesar qué es lo bueno y cuánto pesa y qué es lo malo y cuánto pesa, potenciar lo bueno y corregir lo malo. El Gobierno de coalición es un buen gobierno, funciona bien y debe seguir adelante.
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Hay informaciones que apuntan a que Sumar quiere separar la obra pública de su ministerio para blindarla frente a la corrupción. ¿Qué opina?
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No tengo constancia de eso. En cualquier caso, obsesionarse con los procedimientos o las estructuras es obviar la naturaleza humana. Los problemas no van por ahí. Una de las cosas en las que debemos mejorar los partidos es en la selección del personal y en los controles sobre las personas. Hay mucho control sobre las cuentas, pero ya hemos visto para lo que sirve: quien se corrompe no tiene el dinero en la cuenta corriente. Debe haber otros sistemas, comités más exigentes con el material humano. Los procedimientos no son toda la clave.
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¿Se puede gobernar sin presupuestos, con un socio que habla de situación insostenible y un apoyo parlamentario frágil?
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Siempre soy partidario de separar el ruido de las nueces. Hay mucho ruido, pero las nueces están donde están: un país creciendo al 3%, con el último año de ejecución de los fondos europeos en 2026 y unos presupuestos de 2023 prorrogados pero modificados mediante ampliaciones de crédito. Solo en transporte público hablamos de más de 2.000 millones que no estaban en el presupuesto original. El Gobierno está bien pertrechado para seguir gobernando.
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¿Entonces?
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Aquí hay una confusión entre Ejecutivo y Legislativo heredada de cuando los gobiernos eran monocolor. Hoy eso no es así. El Ejecutivo aprueba cada martes decenas de medidas con impacto real. Yo llevo licitaciones al Consejo de Ministros que rara vez bajan de 700 millones. Llevamos aprobadas 52 leyes en lo que va de legislatura. No hay parlamentos autonómicos con mayorías amplias que se acerquen a esa cifra. Los paradigmas han cambiado. El Gobierno puede culminar la legislatura con o sin presupuestos, aunque obviamente intentará aprobarlos.
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¿Percibe fuego amigo dentro del PSOE o movimientos pensando en un escenario post-Sánchez?
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Claro que hay fuego amigo. Hay gente que se apunta a un bombardeo. Vemos a uno en una tertulia todos los martes echando una manita, vemos al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano Page, que es un opinador y a mí me da una rabia tremenda, porque yo soy un jugador de equipo La gente interesante en política es la que juega en equipo. El que va a su bola es nocivo para una organización.
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¿Habrá remodelación del Gobierno? Se habla de nombres como María Jesús Montero o Carlos Cuerpo.
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Es una decisión exclusiva del presidente del Gobierno. Por lo que él transmite, en público y en privado, está satisfecho con el Gobierno que tiene y no tiene intención de hacer grandes cambios más allá de los derivados de procesos electorales.
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En los últimos días, ha coqueteado con la idea de volver como alcalde a Valladolid. ¿Es algo real?
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Yo solo he tenido un sueño en mi vida: ser alcalde de mi ciudad. Mi vocación ha sido siempre Valladolid. Sigo trabajando por ella indirectamente y no me gusta lo que veo. Veo un gobierno municipal que la ciudad no merece: un alcalde a tiempo parcial, sin ideas ni proyectos, solo banderas. Eso me hace plantearme la posibilidad de regresar. También tengo compromisos con el proyecto nacional del PSOE. Para que ese paso se diera tendrían que producirse circunstancias que no sé si se darán. No quiero generar expectativas que luego no se cumplan. Pero no oculto que mi ciudad sigue en mi cabeza y en mi corazón, y veremos qué decisión tomo al final.
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