Los problemas son parte de la vida. Y cómo los afrontamos marca la diferencia.

Ser consciente de esto y de los tres tipos existentes es la clave.

Estamos viviendo unos días con problemas sociales importantes y urgentes, que necesitan un abordaje inmediato, y un abordaje a medio y largo plazo.

Por aprender de nuestros errores para ser mejores, como personas, como profesionales y como sociedad.

Ya que como todos hemos visto estos días, hay errores, conscientes o no, planificados o no, que generan problemas. Grandes problemas.

Tipo 1: problemas de control directo.

Estos involucran nuestro propio comportamiento. Cada uno lo suyo.

La mejor forma de solucionarlos es mejorando o cambiando nuestros hábitos.

Las acciones individuales han generado impactos colectivos, y comienzan a solucionar muchos de los problemas que nos ha traído esta DANA.

La proactividad y el espíritu emprendedor de muchas personas, con un objetivo claro, y priorizando lo importante y urgente, ha sido vital estas dos últimas semanas.

Tipo 2: problemas de control indirecto.

Estos involucran el comportamiento de otras personas.

La mejor manera de solucionarlos es cambiar nuestros métodos de influencia.

Empatía, persuasión, pensamiento win-win, sinergias,… bien aprovechadas, con los múltiples métodos de influencia humana existentes.

Son una gran ventaja para quien los conoce y domina, para poder afrontar y resolver problemas.

En esta pésima DANA seguramente también me vienen a la mente múltiples ejemplos de cómo esta ha sido utilizada y aplicada socialmente a nivel nacional.

Tipo 3: problemas de falta de control.

Se trata de aquellos sobre los cuales no podemos hacer nada externamente.

Pero sí internamente. Sí, podemos controlar cómo nos afectan y qué actitud tomamos hacia ellos.

Lo cual es casi más importante que los problemas mismos.

No nos gustan los problemas, pero cambiar nuestra actitud hacia ellos, aceptarlos, sonreír, verlos como un aprendizaje, hará que ya no tengan el poder de controlarnos.

Cuando no podemos controlar las dificultades que enfrentamos, podemos controlar los lentes con los que las miramos.

Y cuanto más entrenemos para ello, más fácil nos resultará ganar determinados partidos.

Imagino que DANA también nos ha enseñado mucho sobre esto a todos.

Es motivador saber que podemos elegir nuestras acciones y respuestas a las circunstancias y problemas, y que podemos influir poderosamente en ellos.

Siempre compartimos con nuestros niños y niñas una ecuación.

Es decir, ciertos puntos claves para aumentar las posibilidades de éxito en tu vida.

Objetivos – dónde: pensar hacia dónde queremos llegar.

Estrategia – cómo: pensar en cómo queremos lograrla.

Planificación – cuándo: pensar en cuándo vamos a realizar cada acción.

Esfuerzo – qué: dar lo mejor de nosotros mismos en todo lo que hacemos.

Al final, «gana» el que nunca se rinde. Es así de simple.