Cuando el frío comienza a apretar, apetece quedarse en casa bajo una torre de mantas y cojines bajo una taza caliente. Sin embargo, este sueño se esfuma cuando tenemos que enfrentarnos a tareas necesarias en el día a día como ir a clase, al trabajo, a una actividad deportiva o a un recado. Para salir a la calle, nos enfundamos en un abrigo y enrollamos una gruesa bufanda alrededor del cuello, con la intención de volver al hogar en cuanto sea posible para resguardarnos. Una vez de vuelta, el deseo de quitarnos la ropa de la calle y ponernos un pijama calentito a veces nos nubla la vista y no siempre guardamos como es debido el abrigo.