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Cómo la guerra de Ucrania condiciona el gasto militar

Cómo la guerra de Ucrania condiciona el gasto militar
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  • Publishedjunio 8, 2025



La invasión rusa de Ucrania y la insistencia repitida por Donald Trump de que Europa asume una mayor responsabilidad en su propia defensa están promoviendo una transformación profunda en la industria militar europea y global. Sin embargo, la guerra en Ucrania plantea una situación engañosa En términos estratégicos y tecnológicos, debido a sus características particulares, difícil de replicar en otros contextos. Este conflicto específico, dominado por el uso intensivo y sorprendente de drones, pero lejos de lo que fueron los ‘Totalkrieg’ liberados en Europa en el siglo XX, podría conducir a conclusiones incorrectas sobre las necesidades presentes y futuras de defensa.

El conflicto ucraniano ha demostrado que las guerras modernas pueden depender considerablemente de tecnologías más accesibles, menos costosas y efectivas, como drones comerciales adaptados militarmente. Estos dispositivos, que inicialmente podrían parecer marginales o complementarios, se han convertido en actores principales, alterando considerablemente las reglas de confrontación y forzando una reconsideración estratégica y táctico profundo. Por ejemplo, Drones FPV (‘Primera persona View’) utilizado por Ucrania tiene un costo aproximado de $ 400 por unidad y ha podido destruir tanques rusos T-72 valorados entre 3 y 4 millones de dólares. Además, sistemas más avanzados como El Sky Sentinel de la torreta automatizada, Desarrollado específicamente para interceptar los drones shahed hechos en Iraní, tiene un costo aproximado de $ 150,000 por unidad, ofreciendo una alternativa económica contra sistemas occidentales considerablemente más caros.

En consecuencia, la industria de la defensa se está inclinando decisivamente hacia sistemas no tripulados, inteligencia artificial y sensores avanzados, capaces de detectar y neutralizar amenazas con precisión quirúrgica. Esto amplía considerablemente el mercado potencial, especialmente en Europa y los países aliados presionados por los Estados Unidos para aumentar sus gastos militares a al menos el 2% del PIB cometido en la OTAN. En este contexto, la iniciativa europea «Preparación 2030» Su objetivo es movilizar hasta 800,000 millones de euros en cuatro años para fortalecer la infraestructura defensiva continental.

Las demandas de Trump también representan una importante oportunidad comercial para los fabricantes europeos, que podrían reducir su dependencia tecnológica y logística de los Estados Unidos. Esto fomentaría la reindustrialización estratégica en defensa, especialmente en Alemania, Francia y Polonia. En 2024, las cinco principales compañías de defensa europeas -Bae Systems, Leonardo, Thales, Airbus y Rheinmetall -registraron un aumento del 10,5% en beneficios, alcanzando 6,313 millones de euros, lo que ya demuestra una respuesta positiva a esta tendencia.

Sin embargo, el costo de estos nuevos sistemas, aunque más bajo que las plataformas tradicionales, como combatientes o barcos, presenta desafíos económicos significativos. La investigación y el desarrollo continuo, junto con la producción en masa necesaria para llegar a las economías de escala, requieren altas inversiones que podrían tensar considerablemente los presupuestos nacionales. De hecho, en 2024, el gasto militar conjunto de los países de la Unión Europea alcanzó los 326,000 millones de euros, mostrando un aumento del 17% en comparación con el año anterior, impulsado por la necesidad de adaptarse rápidamente a las nuevas realidades del campo de batalla.

En un conflicto total, los sistemas tradicionales de alto gas tendrían una mayor prominencia

Aunque la Guerra de Ucrania ofrece un ejemplo particular de conflictos limitados y prolongados, una guerra total con participación directa de grandes potencias implicaría conclusiones radicalmente diferentes. Si en Ucrania hubiera algo similar a la aparición del aire de ciudades como Rotterdam, Coventry o las ciudades alemanas en la Segunda Guerra Mundial o masacres de civiles como los que ocurrieron en Bucha habrían sido sistematizadas, las prioridades serían muy diferentes. En un conflicto importante, los sistemas tradicionales de alta gerencia, como las defensas aéreas integradas, los aviones furtivos, los misiles balísticos intercontinentales y los submarinos nucleares recuperarían la prominencia absoluta, lo que también mantendrá las líneas tecnológicas más tradicionales y costosas.

La reciente demanda estadounidense de aumentar el gasto militar hasta el 5% del PIB refleja claramente esta dualidad estratégica. Alemania, por ejemplo, ya ha eliminado el límite constitucional de endeudamiento para permitir alcanzar esta cifra, lo que indica que las presiones políticas de Washington tendrán efectos inmediatos y sustanciales en las prioridades industriales europeas.

Por lo tanto, la industria de defensa enfrenta una encrucijada estratégica clave: debe adaptarse a un entorno tecnológico ágil, ligero y accesible derivado del ejemplo ucraniano, mientras se mantiene capacidades robustas y más costosas para una posible guerra total. Europa, dada la creciente necesidad de autonomía estratégica y un gasto de defensa más alto, debe equilibrar ambas perspectivas con una cuidadosa planificación industrial y presupuestaria, sin ser dejado por un tipo específico de guerra. Esta evolución no solo determinará el futuro inmediato de la seguridad europea, sino que tendrá profundas implicaciones para la estabilidad global en las próximas décadas.



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