Crear sin tribu: la soledad como método
Graciela Mier es directora, guionista, actriz y presidenta de la Academia de Cine Asturiana
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Nadie te advierte que el silencio pesa más cuando hablas desde la periferia. Durante años creí que, si trabajaba lo suficiente, si me formaba y hacía proyectos con sentido, alguien acabaría llamando. Pero el teléfono suena poco en este oficio y cuando lo hace, casi siempre es para quienes ya tienen asiento a la mesa (no me gusta ir a comer donde no estoy invitada).
[–>[–>[–>He aprendido que el talento no basta. Tampoco la constancia. Ni siquiera los premios o los cargos. En la cultura, los títulos te dan visibilidad institucional, pero no pertenencia. Presidir una Academia no te convierte en parte de la tribu: solo te deja más expuesta en la foto. Porque el poder simbólico no se reparte en las instituciones, se fragua en los cafés, en los pasillos, en esos grupos donde siempre coinciden los mismos.
[–> [–>[–>A mí, la soledad me enseñó a mirar distinto. A trabajar sin padrinos, a inventarme mis propios espacios, a no pedir permiso. Descubrí que se puede crear desde la independencia, aunque esa independencia tenga un precio: la invisibilidad temporal.
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Un temporal que a veces se instala por años y que no siempre regresa con halagos ni redenciones. Recuerdo un poema que escribí a los diecinueve, cuando aún no sabía lo que era el silencio, pero ya intuía su forma. Tal vez en esas líneas ya estaba escrita la manera en que iba a mirar el mundo: desde fuera, pero con los ojos muy abiertos.
[–>[–>[–>Muchas creadoras vivimos en esa frontera: entre el deseo de pertenecer y la necesidad de mantener la voz propia. El sistema cultural sigue premiando la obediencia y castigando la diferencia, especialmente cuando viene de una mujer que sostiene su discurso sin coros detrás. Pero tal vez el futuro del cine —y de la cultura— esté justo ahí: en quienes seguimos, sin ruido, creando aunque no nos llamen.
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No tengo tribu, pero tengo mirada. Y con eso, a veces, alcanza.
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