CRIMEN MACHISTA EN CATARROJA | «Se escuchaban golpes. Él no paraba de gritarle y ella pedía ayuda y que la dejara irse, pero él no la dejó»
Las últimas horas de Natividad Heredia Torres, la quinta víctima mortal del machismo este año en la C. Valenciana, fueron un auténtico infierno. Es lo que se desprende del testimonio de varios residentes en el número 26 de la calle Alicante de Catarroja, donde Nati, como la conocían sus allegados, vivía desde hacía poco más de un mes. Y, desde el principio, las broncas, los golpes, los gritos, las señales inequívocas de violencia machista fueron la tónica dominante. Con ella, desde principios de noviembre, pero antes con las demás. Sobre todos esos testimonios, que ocupan buena parte de los casi 150 folios que tiene el atestado policial de la Guardia Civil, destaca el de una de las vecinas, testigo de excepción junto con su marido de lo que sucedió en las horas anteriores a la muerte violenta de Nati.
[–>[–>[–>«La discusión», que se escuchó en varias viviendas de la finca, «empezó sobre las nueve de la noche y siguió sin parar hasta la tres de la madrugada«, relata la testigo, quien describe que «era habitual que hubiese peleas, porque eran muy agresivos, pero ese día se les escuchaba más violentos. Estuvieron hasta las tres de la mañana a grito pelado. Se escuchaban golpes y a él, que no paraba de gritar mientras ella pedía auxilio». En realidad, se trata de lo que en violencia de género se conoce como violencia lateral recíproca, que quien desconoce la realidad de esta lacra social atribuye de forma errónea a una pelea en igualdad de condiciones cuando lo que en realidad encierra es el intento de defensa por parte de la víctima cuando se agresor la ataca desde su posición de dominación y sometimiento.
[–> [–>[–>De hecho, la persona a la que interrogó la Guardia Civil admite que ese día las cosas fueron distintas a todos los anteriores. «Ella nunca antes había pedido ayuda, llevaba poco tiempo en el piso y nunca la habíamos escuchado así. Antes había otra chica, y también escuchábamos peleas, pero nunca tanto jaleo como esta vez». Era un indicador de la gravedad, pero las señales no fueron interpretadas en la clave adecuada.
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«Le pedía que la dejara irse»
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Y continúa el relato desgarrador. «Se escuchaba a él cómo le gritaba. Había gritos y también golpes. Queríamos subir a decirle algo, porque siempre están igual», matiza, de nuevo, desde el error, pero no lo hicieron. En ese momento, no consideraron que ella necesitara la ayuda que pedía a gritos, sino que pensaron en pedirles que dejaran de alterar el silencio de la noche. «A eso de las 22.30 horas, me fui a la habitación, pero se les seguía escuchando», dice.
[–>[–>[–>La mujer relata que su pareja «me dijo que la chica estaba pidiendo auxilio y me preguntó que qué hacía, que si llamaba a la policía. Le dije que se esperara a ver si se calmaba la situación, como otras veces. Pero la cosa no se rebajaba. Fue así hasta casi hasta las tres de la madrugada».
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La testigo, que igual que su pareja ha declarado también ante el juez, en su caso, por videoconferencia, detalla que «se le escuchaba mucho llorar, le pedía que la dejara irse, pero él no la dejaba. No sé por qué», se pregunta.
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[–>El golpe final: a las tres de la madrugada
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Cerca de las 3.00 horas, seis horas después de que empezase la sucesión de gritos, lloros, golpes y peticiones de auxilio de Natividad, la mujer y su pareja afirman que «justo antes de parar el ruido, escuchamos un golpe superduro, un golpe seco, como si hubiera caído alguien al suelo. Pensamos que se habían calmado», concluye. Ese, sospechan los agentes del Equipo de Policía Judicial de Alfafar-Catarroja y el juez, fue el momento exacto en el que Juan Carlos R. Ch., de 43 años, dejó inconsciente a su víctima, de 50.
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Lo siguiente que supo fue a las 9.50 horas, casi siete horas después de ese silencio. Lo sabe, declaró a la Guardia Civil, por el listado de llamadas en el móvil antes de responder. La madre del presunto asesino fue a su casa a pedirle que llamara a Emergencias. «Nos dijo que la chica estaba un poco mal». Lo hizo. «La operadora me preguntaba en qué estado estaba, qué edad tenía, pero yo no sabía nada. Como no se escuchaba bien, le dije a la señora que llamara ella para dar esos datos». A los tres minutos, exactamente a las 9.53 horas de ese sábado, 6 de diciembre, cuando Nati llevaba casi siete horas agonizando, tirada en el suelo del dormitorio mientras su pareja dormía en la cama, volvió a llamar con su móvil, y «él ya le dio toda la información».
[–>[–>[–>Recuerda, como ya adelantó Levante-EMV que el ahora encarcelado «le dijo al operador «mi chica está mal, no se puede mover, está tirada en el suelo porque se ha caído a las seis de la mañana, se ha dado un golpe en la cabeza y no se mueve, está muy mal. No sé qué le pasa, se ha vomitado dos veces y se ha meado». Juan Carlos R. Ch. «le decía que estaba viva, pero que no se movía. Cuando le escuché decir lo de las seis de la mañana empecé a sospechar, me llamaba la atención que dijera que había sido a las seis y hubiera tardado cuatro horas en llamar a Emergencias».
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«Me daba miedo verla muerta»
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No quiso ir al piso, alega, «porque tenía miedo y no quería ver si estaba muerta. A los cinco minutos llegó la ambulancia, vino un SAMU. Le dije a mi pareja: ‘Esto no pinta bien’. Y se la llevaron».
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Natividad Heredia Torres moría tres días después en la UCI del Hospital La Fe como consecuencia de la fortísima hemorragia cerebral que ni siquiera los cirujanos pudieron parar en la intervención de urgencia a la que la sometieron. Entre otras cosas, porque para cuando les llegó la paciente, ya llevaba cerca de siete horas desangrándose por dentro en el suelo de su habitación sin que nadie le hubiese prestado atención ni hubiese pedido ayuda médica para ella. Esa, que la muerte se produjo por el fortísimo derrame cerebral, es una de las principales conclusiones del informe preliminar de la autopsia que ya ha sido remitido al juez de Violencia sobre la Mujer 1 de Sueca que instruye el caso.
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El estudio forense practicado al cuerpo de Nati ha servido también para desmontar otra de las mentiras del presunto autor del crimen, Juan Carlos R. Ch., de 43 años, con quien llevaba solo medio año de relación y apenas un mes de convivencia. El maltratador -tiene varias condenas anteriores por violencia de género y antecedentes por malos tratos a otras cuatro mujeres distintas- dijo desde el principio, que su pareja se había caído porque estaba «muy drogada» y se había golpeado la cabeza contra la tapa de mármol de la mesilla de noche. Sin embargo, no hay ninguna huella de ese traumatismo craneal que él describió. En otras palabras, el cráneo de la víctima no muestra una sola señal de haber recibido un golpe, algo que ya apuntaban los médicos de La Fe a la vista del TAC al que fue sometida nada más llegar al hospital, a media mañana del sábado.
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Las otras lesiones: puñetazos, erosiones…
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Las lesiones hemorrágicas fueron letales, pero no son las únicas que presenta la víctima. Tanto los médicos de La Fe como los del Instituto de Medicina Legal (IML) han observado varias lesiones de alto interés para probar el maltrato y la agresión machista. Nati tenía un hematoma en el ojo izquierdo, típico de los puñetazos en la cara descritos en episodios de violencia, al que se suma una herida en una oreja, compatible también con una agresión. También, un arañazo profundo, una abrasión, en el lateral del cuello que se explica mejor cuando se tiene en cuenta otro hallazgo, en este caso, realizado por la Guardia Civil, cuyos agentes encontraron una cadena rota, la que Nati solía llevar en el cuello, tirada en el salón de la casa -la víctima se cayó y quedó tendida en el dormitorio, según el sospechoso- durante la primera inspección ocular. Dicho de una manera más directa, la explicación más verosímil a ese arañazo es que sea producto del arrancamiento de la cadena durante un forcejeo entre ambos.
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Y otro dato más: cuando fue detenido, el acusado tenía al menos un arañazo en el dorso de una de sus manos, herida muy habitual en las luchas cuerpo a cuerpo que el agresor recibe de una víctima cuando esta trata de defenderse o de salvarse de un ataque potencialmente mortal.
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Todos esos datos, que ya contenía el informe médico de urgencias del Hospital Universitario La Fe, servirán a la Fiscalía para sustentar la acusación tanto de homicidio en un contexto de violencia machista, como de maltrato habitual, pero no son los únicos con los que cuenta la acusadora pública que se hizo cargo del caso tras la segunda detención del sospechoso, una fiscal especializada en violencia de género que lleva décadas ejerciendo como tal y que fue quien solicitó prisión para el presunto asesino tras el cambio de criterio de la Fiscalía.
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Hemorragia por zarandeo
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Sin huellas de estrangulamiento ni señales de asfixia o de golpes, ¿qué ocurrió para que se originase ese repentino derrame cerebral que acabó por matarla? Ahí entra en juego el débil estado físico de la mujer, drogodependiente y extraordinariamente delgada, lo que la convertía en una persona especialmente vulnerable. Una de las explicaciones que más se ajusta a los hechos conocidos es que zarandease con gran fuerza la cabeza de su víctima, justamente en ese afán por hacerla callar para silenciar, ante el vecindario y su madre, que dormía en la casa, que la estaba agrediendo.
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El síndrome del zarandeo, que ocasiona incluso el desplazamiento del cerebro -en este caso, también lo había y así se describe en el TAC original- es habitual en los casos de maltrato infantil, principalmente en bebés, donde la masa gris aún no se ha ajustado al espacio intracraneal, pero también en politoxicómanos con grave deterioro físico -el consumo prolongado de cocaína produce daño vascular; la víctima dio positivo a esa droga y a metadona a su llegada a La Fe-, por lo que la del zarandeo intenso y desmedido, en plena agresión física, es la hipótesis que mejor explica lo sucedido. Sobre todo, cuando se une ese dato clínico con los demás de los que ya se dispone.
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¿Y qué hay de esa segunda pregunta? Serán los peritos quienes deban pronunciarse, pero lo cierto es que pasaron muchas horas entre el inicio de la hemorragia y el aviso a Emergencias. Según la versión del acusado, que repitió ante el juez el primer día -cuando quedó en libertad porque el primer fiscal, un sustituto, no pidió prisión-, Nati se cayó y perdió el conocimiento -en sus palabras «se quedó durmiendo en el suelo»- a las 6.00 horas, pero el testigo recuerda que se hizo el silencio a las 3.00 horas. Y no hubo una llamada al 112 hasta las 9.50 horas. Son casi siete sin atención sanitaria de ningún tipo.
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