Cuando construyes una casa tienes que saber qué es lo que quieres y en la vida pasa lo mismo. Si no tienes una dirección, cualquier camino te parece bien




La vida de Pedro Cortés puede ser tan fascinante como la obra que escribió, De masón a Buda. Dejó un trabajo en la construcción, la seguridad y una vida que no lo llenaba para busca tu verdadero camino.
Un aprendizaje que le permitió crear esta fábula, donde construir una casa se convierte en una guía para mejorar nuestra vida y, si lo necesitamos, encontrar un nuevo camino.
-¿Qué representa Buda para ti?
Significa toda esa sabiduría interior que todos tenemos dentro y que muchas veces no nos damos cuenta ni desarrollamos. Puede ser un Buda, por así decirlo, o un dios o una sabiduría que, cuando nos conectamos con ella y tomamos conciencia de ella, somos capaces de hacer muchas más cosas de las que pensamos.
-Tu nombre es Pedro, el protagonista de tu libro se llama Pablo. Esto es curioso porque se trata de pilares del cristianismo, una religión que está perdiendo peso como guía. ¿Por qué crees que es así? ¿Por qué te pasó esto?
Crecí cristiano. Y sí, hay muy buena formación, como en todas las religiones, pero una vez hecho adulto me sentí identificado con una filosofía más oriental, más centrada en la espiritualidad, aunque tampoco soy budista. El cristianismo está inevitablemente ligado a la Iglesia y allí hay un poco de confrontación, al menos según mis creencias. Estoy más interesado en algunas cosas sobre el budismo.
– En su libro no hay mención expresa al budismo, pero hay una figura de Buda que es importante.
Sí, porque ayuda a Paul a pensar. Buda representa esto: presencia, estar aquí y ahora. Cuando aparece, no saben cuánto tiempo lleva allí, y cuando termina la obra, sigue en el mismo lugar, quieto, presente a todos los acontecimientos y cambios que sucedieron antes que él.
–Una de las primeras frases que destaca es “no olvides olvidar”. ¿Crees que es necesario olvidarse de desandar el camino?
Más que olvidar sería conseguir que esos recuerdos no nos afecten, porque de lo contrario, si hay situaciones en nuestra vida que recordamos continuamente y que siempre traemos al momento presente, no nos permiten avanzar. Reconectamos con lo que sentimos en ese momento.
La frase es un graffiti que uno ve mientras camina por la calle. Es como esas pequeñas señales que a veces vemos mientras caminamos por la vida.
–Le das mucha importancia a la escritura como método de curación.
Sí, me refiero al método de Silvia Adela Kohan, escritora y persona que introdujo los cursos de escritura en España. Este método es suyo. Me di cuenta de que escribir también es una forma de sanar. Porque es un momento de introspección, llegando incluso a eliminar los demonios o sombras que tenemos dentro de nosotros. Es poder verlo desde fuera, y quizás verlo con otra perspectiva.
Este método particular de escritura terapéutica es muy curioso. Durante 21 días escribes 5 o 6 minutos seguidos al día. No vayas allí. Cuando lo lees después de 21 días, te das cuenta de que los patrones se repiten. O puedes ver cómo le va a tu mundo interior en esta fase de tu vida. Y puede tomar muchas notas sobre áreas de su vida que quizás necesite abordar. Esto me parece algo muy poderoso.
-¿Y le preguntaste a Silvia por qué 21 días?
Me dijo que a los 21 días se vuelve un hábito, pero tampoco está confirmado. También es una forma de poner un límite. Luego, si te resultó útil, puedes repetir todo el proceso.
-Dices: “No puedes cambiar tu vida si no sabes hacia dónde llevarla. » ¿Es tan importante tener una meta?
Más que una meta, una dirección. Porque creo que cuando no tienes un destino o una dirección, cualquier camino te funcionará. Y eso no es lo que recomiendo. Esto es lo que encontré en mi vida. Cuando pude llegar a donde quería, fue porque sabía adónde tenía que ir.
-Y lo explicas con la metáfora de una casa..
Sí, porque cuando vamos a construir una casa es bueno saber qué quiero, qué medidas, cuántas habitaciones… En la vida pasa lo mismo. Es decir, qué me gusta de la vida o cómo quiero verme dentro de unos años. Esto te permite dirigir tu vida hacia una serie de acciones que te lleven a donde quieres llegar.
-¿En algún momento viviste sin propósito y pensaste que fue un error?
Pues sí, durante muchos años viví sin rumbo. Inicialmente, hasta los 35 años aproximadamente. Viví una vida de la forma en que me dijeron que debía ser vivida. Empecé a trabajar en la construcción con mi padre. Y luego quería tener dinero para comprarme un auto, salir de fiesta. Luego tuve novia y ya estaba como: «Bueno, nos vamos a casar». Siento que he estado un poco ahí por la inercia en la que te entrena la sociedad.
-He seguido la inercia del trabajo, del hogar, de la familia, pero no siento que me falte una meta.
Quizás porque ahí hay un objetivo subyacente. Quizás en tu caso dices: bueno mira, mi objetivo es tener una familia, tener un trabajo estable y vivir en paz, por ejemplo. Pero mi objetivo no era ese. Mi objetivo era viajar, ver mundo, vivir de otra manera. Cada uno tiene su manera, su filosofía de vida, sin que uno sea mejor que el otro, ni mucho menos. Me di cuenta de que mi propósito era diferente al que estaba experimentando.
-En este aprendizaje, ¿hay algún movimiento filosófico que te haya inspirado especialmente?
No, bebí de muchas fuentes y tomé todo de mi experiencia y lo puse en práctica. Al analizar las emociones, por ejemplo, cito a Carl Gustav Jung: “Lo que niegas te subyuga; lo que aceptas te transforma”.
–El escritor Francesc Miralles te regala un prólogo. ¿Qué papel ha jugado en tu vida?
Bueno, lo conocí cuando comencé mi viaje de transformación. Le dije que me gustaba escribir, que tenía este proyecto. Le gustó mucho la idea de utilizar la metáfora de la construcción con el desarrollo personal, y se ofreció a apoyarme en el proceso, para ser un poco mi mentor. Francesc es una persona muy generosa, muy auténtica. Ella fue para mí como Valeria, la directora de mi libro, que le sirve de guía a Pablo.
-¿Qué consejo le darías a quienes se sienten destrozados y quieren iniciar este proceso de reconstrucción?
Te aconsejo lo mismo que a mí me ayudó. En algunos momentos de mi vida he buscado ayuda profesional. En otros lo que hice fue parar. Detente y permíteme sentirme roto y perdido. Siempre trato de no juzgarme demasiado. También tenga claro que este sentimiento fue temporal y que también pasará. Cuando esto es así, en algún momento aparece un movimiento natural: querer salir de allí y empezar a reconstruir. Es entonces cuando aplico las ocho fases que comparto en el libro.
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