Curtis Yarvin, el filósofo de Trump que quiere abolir la democracia y convertir Estados Unidos en una dictadura

La democracia se ha agotado y necesita ser reemplazada por un líder absoluto, un monarca, un dictador, que se haga con el control total para desmantelar el statu quo. Durante años, esta radical visión del mundo deambuló sin pena ni gloria por los márgenes de internet. Sin embargo, ahora goza de cada vez más influencia en los grandes centros de poder de Estados Unidos, desde la Casa Blanca hasta Silicon Valley. Pensamientos abstractos que han pasado a materializarse en la acción presidencial de Donald Trump. Una bola de demolición del sistema que ya ha empezado a moverse.
Esta es la fórmula que propone el polémico pensador Curtis Yarvin. Programador informático y bloguero de extrema derecha también conocido por el apodo Mencius Moldbug, Yarvin es el principal referente teórico de la llamada ilustración oscura o neorreaccionarismo (abreviado NrX), un movimiento filosófico y político que menosprecia valores liberales como la igualdad, aboga por la destrucción del orden democrático «maligno» y por la instauración de un capitalismo tecnoautoritario de corte neofascista en forma de monarquía absolutista.
Desde 2007, Yarvin ha elaborado una teoría de por qué EEUU está roto. Según él, el Gobierno es ineficaz («apesta», dice) y el presidente, limitado por la separación de poderes, tiene un «poder insignificante» para aplicar su agenda. En sus escritos, una versión más articulada y pomposa de los discursos de Trump, señala que medios de comunicación y universidades de élite ejercen de poder en la sombra —apodado ‘La Catedral’— al fijar los límites de lo políticamente aceptable para manipular a la sociedad y hacerla virar a la izquierda. El progresismo habría dañado tanto la cultura, la sociedad y el gobierno que ahora se necesitan medidas extremas para revertirlo, lectura que coincide con la conspiranoica denuncia del «Estado profundo» y del movimiento woke que Trump popularizó.
Yarvin también plantea una solución: instaurar a un líder que ostente el poder absoluto y pueda ignorar tanto al Congreso como a los tribunales. «El nuevo régimen debe gobernar por decreto (…) y utilizar este estado de excepción para construir un nuevo Estado de derecho», ha escrito. Sin votantes, funcionarios o jueces que se opongan, el presidente podría gobernar como si fuese un director ejecutivo; el país, su empresa y los ciudadanos, sus accionistas. Este «cesarismo del siglo XXI» debe estar encabezado por un «tío de start-up» como en su día fueron, dice, Napoleón o Stalin. Hijo de funcionarios, Yarvin cree que esa figura autoritaria deberá ejecutar una profunda purga del Estado, dejando solo en pie a fuerzas de seguridad y órganos financieros, ambos bajo el control del monarca. Un plan bautizado como RAGE (rabia en inglés y acrónimo de ‘Jubilar a Todos los Empleados del Gobierno’) que profetizó la embestida de Trump y Elon Musk contra los funcionarios públicos.
Influencia en la Casa Blanca
Su corpus ideológico ha convertido a Yarvin en uno de los principales referentes intelectuales de la Derecha Alternativa (Alt-Right, en inglés), un movimiento nacionalista blanco de extrema derecha que criminaliza el orden liberal y exige medidas drásticas contra el sistema. Ambos han encontrado en Trump un aliado que ha aprovechado una década de omnipresente protagonismo mediático para normalizar ideas antes marginales, purgar a quienes se oponen a ellas (desde demócratas al establishment republicano tradicional) y sembrar un creciente desdén social por la democracia. Eso es lo que lleva a expertos como Timothy Snyder, historiador experto en tiranía, a considerar que un golpe «está en marcha» en EEUU.
La agresiva acción política de la segunda Administración Trump rezuma influencia neorreaccionaria. Se ve en los recortes masivos del Gobierno (aunque Yarvin ha hecho pública su desilusión por cómo se están aplicando), en la colocación de aliados en cargos administrativos, en la instrumentalización de la justicia para perseguir a opositores, en la retirada de financiación pública de medios como NPR o PBS o en el asalto sin precedentes contra instituciones académicas como la Universidad de Harvard, a la que ha revocado su acceso a los fondos federales y ha exigido auditorías anuales de sus departamentos para que el centro desmantele su programa de diversidad. Yarvin empieza a estar tan normalizado que el pasado 5 de mayo la universidad acogió al pensador en un acto no oficial para debatir sus ideas.
El magnate Elon Musk, el hombre más rico del mundo, hace el saludo fascista para celebrar la victoria presidencial de Trump. / Angela Weiss / AFP
Yarvin seduce a la extrema derecha
Las ideas de Yarvin se han infiltrado en la Casa Blana de la mano del vicepresidente, J.D. Vance. Ya en 2021, cuando era candidato a senador, citó la obra neorreaccionaria al afirmar que hay que «despedir a (…) todos los funcionarios del Estado administrativo y sustituirlos por nuestra gente» y «atacar honesta y agresivamente a las universidades de este país». «Vamos a tener que volvernos bastante salvajes, y bastante atrevidos, e ir en direcciones con las que muchos conservadores ahora mismo se sienten incómodos», dijo Vance en una entrevista con un podcaster trumpista. Yarvin se ha referido al potencial heredero de Trump como alguien «perfecto en casi todos los sentidos».
Esa corriente fascistoide ha sido abrazada por otros grandes nombres de extrema derecha como Steve Bannon, director ejecutivo de la campaña presidencial de Trump en 2016, su antiguo estratega jefe, cofundador del portal ultra Breitbart News y condenado por fraude en la recaudación de fondos para ampliar el muro fronterizo entre EEUU y México, así como por otras personalidades del nacionalismo identitario estadounidense como el influyente comentarista político Tucker Carlson o Michael Anton, actual director de Planificación Política del Departamento de Estado.
Antidemocracia en Silicon Valley
Sin embargo, Yarvin no habría desembarcado en Washington sin la ayuda de Silicon Valley. Mucho antes de que se popularizase, su obra ya sedujo al multimillonario Peter Thiel, cofundador de PayPal junto a Elon Musk, antiguo aliado de Trump, mecenas de Vance y probablemente el inversor más influyente del valle. «Ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles», escribió Thiel en 2009, quien se ha referido a Yarvin como su «conexión más importante». El pensador ha asegurado haber «entrenado» a Thiel.
Recientemente, su obra neorreaccionaria ha cautivado a otros magnates tecnológicos como el prolífico criptoinversor y capitalista de riesgo Marc Andreessen, antiguo demócrata reconvertido en aliado trumpista que asesora a Mark Zuckerberg —director ejecutivo de Meta— y al programa de recortes públicos encabezado por Musk. «La democracia es siempre y en todas partes falsa, siempre hay una élite gobernante», señaló en enero en un pódcast.
Peter Thiel. / Reuters
Sus visiones más polémicas
Yarvin propone ideas aún más incendiarias. El filósofo neorreaccionario de cabecera cree que la inteligencia se debe a raíces biológicas, que no todos los grupos étnicos son igual de listos. «No es ningún secreto que Norteamérica contiene muchas comunidades culturales/étnicas distintas. No es lo mejor, pero con un rey competente tampoco es un gran problema», ha llegado a decir. Su solución para frenar la delincuencia es instalar un monitor de vigilancia en el tobillo de los pobres y los desempleados.
Yarvin también ha equiparado a Anders Breivik, el terrorista neonazi que en 2011 asesinó a 76 personas en Noruega, con Nelson Mandela y ha propuesto deshacerse de la gente que considera «no productiva» mediante dos vías: «convertirlos en biodiésel» o confinarlos en celdas solitarias de realidad virtual para aislarlos en un mundo «completamente imaginario». «La solución ideal consigue el mismo resultado que el asesinato en masa (la eliminación de elementos indeseables de la sociedad), pero sin ninguno de los estigmas morales», escribió en 2008.
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