De ruta por el valle de la Marea
Cualquier estación del año es buena para acercarse a las tierras de Piloña, pudiendo escoger las distintas altitudes que nos ofrece su paisaje, organizado en tierras prelitorales de mediana altitud; en las áreas más bajas de valle; y en las alturas de alta montaña localizadas en su parte meridional.
[–>[–>[–>En esta ocasión me permito describirles una ruta que podría discurrir por el valle de La Marea, ese espacio transversal al río Piloña en donde desemboca, precisamente, el río que da nombre a este valle. Se trata de un territorio agreste, de marcado carácter rural y con escasa densidad de población; si bien no conviene olvidar que esta fisonomía paisajística fue parcialmente transformada con el laboreo del carbón desatado durante el siglo XIX, tras el aval de los estudios del geólogo Schulz que da a conocer la riqueza carbonífera de esta cuenca de la Marea; y por la iniciativa de aprovechamiento de sus recursos carboníferos por parte del piloñés Rafael Sierra, vecino de Cardes.
[–> [–>[–>Aún así, la parte baja del valle de la Marea que discurre paralela al río, es una zona de amplias vegas delimitadas con filas de avellanos, ese arbusto característico del concejo que casi de forma invasiva ocupa laderas boscosas, praderías, tierras de cultivo y antojanas. No en vano se ofreció como materia prima y, por tanto, como forma de vida, para cuantos practicaban el oficio de elaboración de cestos, xardos, maconas… y otros útiles necesarios para la práctica agrícola. Bien conocidos eran en el mercado de los lunes estos artesanos de La Marea.
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La articulación del valle está muy definida no solo por el río sino por la carretera de Infiesto-Campo de Caso, la vía que sustituyó el antiguo camino real de Tarna-Sellón-Infiesto por donde se comunicaban Piloña y Caso desde pretéritos tiempos al ser cauce de trashumancia, de ferias y mercados, de peregrinantes también.
[–>[–>[–>En los albores del siglo XIX el trazado de la nueva carretera por el valle continuó siendo la vía de comunicación entre casinos y magüetos, y contribuyó enormemente a dar vida a los núcleos de población dispersos a ambas laderas, que administrativamente se agrupan en las parroquias de Belonciu, Artedosa y La Marea. Se trata de las aldeas de Ferreros, San Martín, Vegarrionda, Caperea, Óbana, El Piñuecu, Les Felgueroses, Los Cuetos y Miera. En este punto, el recorrido te ofrece la posibilidad de regresar al punto de salida a través de las carreteras trazadas a media ladera y que te llevarán a la Motosa, La Travesera, El Peruyeru, La Comba, La Muriosa, Melendreras, Beronda, Areñes, Belonciu y Ferreros desde donde habíamos partido.
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Pero no es nuestra intención regresar, seguimos el valle a través del Fresnedal y La Marea. A partir de esta última feligresía el terreno se vuelve mucho más angosto, se reduce el espacio humanizado a la par que gana terreno la superficie boscosa y se erigen grandes farallones calcáreos a ambos lados del curso fluvial, preludio de que se abandona el término municipal de Piloña para adentrarse en el de Caso a través de la collada de Arniciu.
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[–>Aprovechando este final de etapa con pódium de llegada en el Retornu no cabe más que reponer fuerzas en el bar-tienda del lugar, un restaurante de cocina casera y de muchos tenedores que regenta David, bajo la magistral mano de su madre Maruja, heredera ya de un negocio que explotaban sus abuelos allá por el 1900, cuando en el mismo Retornu el cántabro Javier Ortiz de Zárate registra una explotación de hierro. Maruja es un archivo viviente que guarda entre sus recetas de cocina casera la historia de las decenas de minas que se establecieron por todo el valle; y que aún confía en que los impedimentos de infraestructuras viarias que separaron a casinos y piloñeses puedan repararse, al igual que la iglesia parroquial de santo Domingo a punto de adquirir un estado ruinoso
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