Diana Al Azem, profesora, experta educadora y escritora: “Ahora los padres nos tenemos que preocupar por una nueva droga que ha llegado a esta sociedad: el teléfono móvil”
La temida adolescencia, tarde o temprano, aparece en nuestras vidas. Los niños crecen, se convierten en adolescentes, y si no tenemos las herramientas adecuadas, puede parecer un paso insoportable.. Pero Diana Al Azem, fundadora de Adolescencia Positiva, asegura que no debemos tener miedo. Sólo tienes que prepararte para gestionar esta etapa de la mejor manera posible.
Tuvimos la suerte de poder discutir con ella algunos de los temas que más nos preocupan en esta etapa: cómo hablar con nuestros adolescentes, cómo lidiar con las temidas pantallas y qué podemos aprender de la adolescencia para sacarle el lado positivo. El profesor y ponente, que lidera el proyecto Adolescencia 360 Cumbre (en el que profesores de distintas ramas de las ciencias de la educación compartirán sus conocimientos) nos cuenta cómo funciona el cerebro adolescente y qué debemos hacer para disfrutar esta etapa de crecimiento con nuestros hijos.
Entrando en el tormentoso mundo de la adolescencia
-¿Por qué la adolescencia es en general una etapa tan conflictiva o problemática, especialmente en el seno de las familias?
–Todo el mundo asume que la adolescencia va a ser conflictiva, pero eso no debería ser así si tuviéramos las herramientas adecuadas para poder apoyar esta etapa. Es cierto que esto tiene mala fama, porque es una etapa en la que los padres deben hacer duelo.
Estos pequeños niños que nos seguían a todas partes y nos admiraban ahora buscan ser independientes, autónomos. Se cuestionan cosas en las que antes ni siquiera habían pensado, reaccionan ante lo que les parece injusto… En definitiva, construyen su autonomía, y rechazan prácticamente todo lo que viene de sus padres.
Esto sucede, entre otras cosas, porque, a nivel evolutivo, el cerebro adolescente se prepara para abandonar el nido familiar. Para ello deben distanciarse de sus padres, y lo hacen a través del rechazo. Si nosotros, los padres, no sabemos esto y tomamos su mala educación como algo personal, en lugar de entender que es parte de su desarrollo, entramos en conflicto.
-Entonces, ¿cómo pueden los padres prepararse emocionalmente para este momento de rechazo?
–Los padres muchas veces necesitamos un poco de ayuda, porque nadie nos enseñó a gestionar nuestras emociones cuando éramos pequeños. Esta historia de paternidad respetuosa no existía. Nos enseñaron que no debes llorar si te lastiman, que no debes enojarte si crees que un adulto está haciendo algo que consideras injusto.
Nos enseñaron a callar y a aguantar mucho. Ahora nos está costando caro. Por eso es importante que los padres reciban un poco de ayuda para aprender a gestionar sus emociones a través de herramientas como la respiración, la meditación u otras técnicas cognitivas.
Pero sobre todo, entender también cómo funcionan las emociones. Entender nuestras propias emociones para aprender a gestionarlas, porque si no las entendemos no podremos gestionarlas.
– Por tanto, es normal que en esta etapa sintamos que se amplía la brecha entre padres e hijos. ¿Cuál es la mejor manera de afrontarlo?
–La mejor manera es tener un enfoque centrado en los intereses de nuestros hijos. No hablo, y menos de hacernos amigos de ellos, porque entonces los dejaríamos huérfanos. Pero estamos un poco más interesados en las cosas que les gustan.
Necesitamos verlos como personas, no sólo como “nuestros hijos”. Si tratamos a un amigo con respeto y sin juzgar cuando nos cuenta un problema, ¿por qué no hacer lo mismo con nuestros hijos?
Siempre digo que tenemos dos oídos y una boca por una razón: escuchamos el doble de lo que hablamos. Deberíamos aplicar esto a nuestros hijos adolescentes. Escúchalos más, habla menos, repite menos las cosas.
Debemos aprender a ser más enérgicos con límites, pero sin repetirnos, para no agotarnos. No debemos tener miedo de poner límites, pero sí deben ser pocos y estrictos. Si usamos demasiado, al final los adolescentes no harán nada de lo que les digamos.
Las temidas pantallas
-Hablando de celulares y redes sociales, ¿cómo ha cambiado la adolescencia en los últimos años?
–Tenemos un gran desafío por delante. No es que la adolescencia como etapa haya cambiado, pero ahora tienen un nuevo juguete, una nueva droga. Si antes los padres estaban preocupados de que sus hijos no fumaran, bebieran ni consumieran ningún tipo de droga, ahora los padres tienen que preocuparse por una nueva droga que ha llegado a esta sociedad y además es aceptada y legal: el teléfono móvil.
Tenemos que tomárnoslo de la misma manera que lo tomaríamos si de repente nuestro hijo estuviera fumando, siendo un poco exagerados. No le daríamos un cigarrillo a un niño de dos años, y también debemos ser conscientes, aunque todavía no hayamos llegado a ese punto, de que no debemos darle teléfonos a los niños.
Sabemos que es una herramienta que tendrán que utilizar. Por eso es importante que los padres introduzcan esta herramienta de forma paulatina y bajo control parental desde el principio.
Por ejemplo, puede comenzar dándoles un teléfono celular básico para fines de seguimiento que solo pueda aceptar llamadas. Poco a poco, a medida que envejecen, vamos añadiendo funciones. Quizás puedan usar internet, pero en casa, conectados a WIFI, para que los padres puedan ver lo que están haciendo. Con el tiempo y los años podemos regalar datos móviles.
Es decir, dar el móvil de forma paulatina, y no todo de una vez. Y por supuesto, control parental desde el minuto uno. Si les ofrecemos un smartphone sin límites desde el principio, es muy difícil poner reglas después. Es necesario enseñarles desde el principio a utilizar sus teléfonos móviles de forma responsable.
-¿Y qué pueden hacer los padres cuando el problema ya está establecido?
–Si ya existe un problema, a menudo es necesario recurrir a un profesional. Las adicciones a las pantallas activan los mismos mecanismos cerebrales que las adicciones a sustancias. De cualquier manera, a menudo tenemos problemas para detenerlo porque nuestros hijos se enojan, gritan y tenemos discusiones terribles. Pero en realidad es un tema muy serio.
Es mejor pasar unos días discutiendo y enojándose ahora que lamentarse de no haber tomado medidas más adelante. Este es un tema que quiero resaltar para que seamos muy conscientes de ello como padres.
Nuestros hijos, grandes maestros.
-La adolescencia tiene fama de complicada, pero también debe tener aspectos positivos. ¿Qué destacarías?
–Nuestros hijos son excelentes maestros para nosotros. Nos dan grandes lecciones de paciencia y de vivir a un ritmo más relajado. Muchas veces no tienen prisa, no les preocupa llegar cinco minutos tarde, y podemos aprender de esta forma de ver la vida, porque seguimos un ritmo que no es normal.
Además, como profesora, veo que los adolescentes tienen una energía y un entusiasmo increíbles. Y tal vez, como adultos, seamos nosotros quienes les impidamos querer hacer cosas. Es decir, la energía, constancia y perseverancia que puede tener un adolescente no es comparable a la que no tenemos los adultos.
Podemos aprender a mirar la vida a través de sus ojos. Tengamos en cuenta que se trata de personas que apenas llevan unos años de vida y por tanto se encuentran en un proceso de curiosidad y aprendizaje. Nosotros, como adultos, deberíamos valorar más ese deseo que tienen de aprender y experimentar en la vida. Hay muchas, muchas cosas que nos pueden enseñar a nosotros también.
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