¿Dónde quedó beijing?
La Conferencia Mundial sobre la Mujer se celebró en la ciudad china de Beijing entre el 4 y el 15 de septiembre de 1995, año significativo por ser el del cincuentenario de la constitución de las Naciones Unidas. Congregó a 17.000 participantes oficiales y a más 30.000 activistas. Fue la más importante de las cuatro celebradas entre 1975 y 1995 y de ella salió la estrategia más ambiciosa y sólida hasta entonces en favor de la igualdad de género y la consecución de derechos para las mujeres, que se concretó en la declaración de Beijing, con una plataforma de acción a la que se adhirieron 189 países.
[–>[–>[–>Los firmantes suscribieron un documento que dejaba constancia de que, hace 30 años, persistían «las desigualdades entre mujeres y hombres» y seguía «habiendo obstáculos importantes, que entrañan graves consecuencias para el bienestar de todos los pueblos». Lo mismo podrían decir ahora.
[–> [–>[–>2025, el año en el que se conmemora su 30.º aniversario, podría haber servido para evaluar avances y retrocesos, para cuestionarse por qué se mantienen las brechas en cuestión de igualdad de género y por qué en muchos países las condiciones de vida de las mujeres han empeorado dramáticamente. En el haber, la normalización de la presencia de mujeres en la vida pública, la promulgación de leyes específicas para proteger su vida, su dignidad y sus derechos, para promover la igualdad de oportunidades y facilitar la conciliación familiar. En el debe, los techos de cristal, que ahí siguen; la violencia de género, que no amaina y la corresponsabilidad en el hogar, que sigue sin resolverse.
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«La transformación fundamental que se produjo en Beijing fue la adopción del enfoque de género», reconocían en su día en las Naciones Unidas. Eso significa que, por primera vez, formalmente, se reconocía que la estructura social y las relaciones entre hombres y mujeres en el interior de esa estructura –léase, patriarcado– tenían que ser revisadas y reequilibradas. «Este cambio representó una reafirmación firme de que los derechos de las mujeres eran derechos humanos y de que la igualdad entre los géneros era una cuestión de interés universal y de beneficio para todos», se argumentaba y se esgrimía que «la potenciación del papel de la mujer y la plena participación de la mujer en condiciones de igualdad en todas las esferas de la sociedad, incluidos la participación en los procesos de adopción de decisiones y el acceso al poder, son fundamentales para el logro de la igualdad, el desarrollo y la paz.
[–>[–>[–>Todos los países firmantes de la declaración de Beijing se comprometieron a «garantizar que todas nuestras políticas y programas reflejen una perspectiva de género». Cabría preguntarse en qué quedó aquella promesa.
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Recordar Beijing es, ante todo, ser fiel al legado de las generaciones precedentes y renovar el compromiso con las generaciones futuras. «Esta tarea (la de procurar la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres) exige una acción urgente, con espíritu decidido, esperanza, cooperación y solidaridad», advertían entonces. Hoy podrían decir lo mismo.
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