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«Drones, drones, drones», Ucrania entra en una nueva fase donde las carreteras necesitan blindaje antiaéreo

«Drones, drones, drones», Ucrania entra en una nueva fase donde las carreteras necesitan blindaje antiaéreo
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  • Publishedagosto 11, 2025



«Drones, drones, drones»… Es la única palabra que se escucha en el frente de combate de Ucrania desde hace semanas. Estos vehículos aéreos no tripulados ya son responsables del 85% de las bajas personales, y han obligado a cambiar las tácticas de combate y las medidas de defensa en toda la línea del frente.

Si en 2022 comparábamos las trincheras del Dombás con las de la II Guerra Mundial, ahora tenemos que hablar de enfrentamientos basados en nuevas tecnologías que parecen sacados de una película futurista y que, paradójicamente, requieren de redes de pesca o alambre de gallinero para establecer barreras defensivas.

En los dos últimos años, la tecnología en la que se basan los sistemas no tripulados ha evolucionado muy deprisa. Pero ha sido el salto que se ha dado en 2025, con la introducción masiva de los drones de fibra óptica, lo que ha terminado de cambiar la morfología de la guerra en Ucrania.

La guerra electrónica basada en los inhibidores de frecuencia ya no sirve para neutralizar estos nuevos sistemas filoguiados, y ahora se necesitan barreras físicas que se interpongan entre los drones y sus objetivos.

Y cuando los ataques se producen en campo abierto, y no hay elementos físicos con los que protegerse, sólo queda la opción de intentar abatir estas pequeñas máquinas de guerra con un fusil o una escopeta. Hemos vuelto al salvaje oeste, pero en pleno siglo XXI.

Redes de pesca

Llegar hasta las posiciones de combate –y salir de ellas– es el momento más crítico para los soldados ucranianos en la actualidad. El número de ataques que reciben en estos trayectos de ida y vuelta se ha multiplicado exponencialmente, y teniendo en cuenta que las contramedidas electrónicas ya no funcionan con la mitad de los drones, cada vez se producen más bajas personales antes siquiera de alcanzar las trincheras.

Las unidades ucranianas han extendido la duración de sus rotaciones, para no tener que recorrer esos caminos –que son una trampa mortal– con tanta frecuencia. Si hace un año los operadores de drones pasaban 3 o 4 días en posición antes de ser relevados, ahora pueden estar entre 8 y 12 días seguidos.

En el caso de la infantería, en las posiciones más comprometidas, los soldados pueden pasar más de un mes sin salir –con la asistencia logística de los drones Vampiro, que les lanzan provisiones, agua y munición para que puedan resistir–.

Pero incluso dilatando los tiempos de rotación, los vehículos militares tienen que entrar y salir constantemente del frente de combate, y han tenido que buscar medidas eficaces para poder hacerlo sin saltar por los aires.

Un equipo de drones ucraniano desembarca munición de un vehículo militar cerca de su posición en el frente de combate de Donetsk


Un equipo de drones ucraniano desembarca munición de un vehículo militar cerca de su posición en el frente de combate de Donetsk

María Senovilla

Hace unos pocos meses, lo más seguro era moverse por la noche –conduciendo sin luces, sólo ayudados por sistemas de visión con infrarrojos–. Pero los drones con cámaras de visión térmica se han multiplicado, y esta táctica ya no funciona.

Así que los ucranianos han tenido que encontrar nuevas opciones: la más efectiva está siendo la de proteger los principales tramos de carretera con redes de pesca, donde los drones FPV (Vista en Primera Persona) se enredan, y no consiguen llegar a impactar contra su objetivo.

A lo largo del eje KostiantynivkaPokrovsk, cada día se ven más y más kilómetros de carretera cubiertos por esta especie de mosquiteras gigantes, que han resultado ser más efectivas de que cabía imaginar.

Las instalan sobre postes de madera, que plantan a ambos lados de la cuneta. Y las unen a mano, ayudados de pequeñas grúas, hasta que quedan perfectamente cerradas. Circular bajo estas redes produce una sensación extraña, pero son los únicos momentos en los que se nota que el personal militar va un poco más relajado en el trayecto hasta su posición de combate.

Una vez allí, en muchas de las trincheras, vuelven a recurrir a medidas físicas instalando alambre de gallinero para proteger los accesos. Un piloto experimentado podría colar por el hueco de entrada a la trinchera uno de estos mortales FPV cargado de explosivo. Y estas mallas metálicas son capaces de pararlos.

Evacuaciones con drones terrestres

Si llegar hasta las posiciones de combate –especialmente en el Dombás– se ha convertido casi en misión imposible, extraer de ahí a los heridos es una de las mayores dificultades que enfrenta ahora el Ejército ucraniano.

Es obvio que si el equipo de evacuación médica cae por el camino, no sólo no salvarán la vida del herido al que iban a atender, tampoco habrá nadie que pueda socorrerlos a ellos. Y lamentablemente son muchos los médicos de combate ucranianos que han causado baja en la primera mitad de este año. Tantos, que las brigadas han empezado a realizar las evacuaciones con drones terrestres en muchos puntos del frente Este.

Los drones terrestres, aunque son menos numerosos que los aéreos, también están experimentando una gran evolución en Ucrania. Además de realizar tareas como el minado de perímetros, o incluso asaltos a las trincheras enemigas, es la función de evacuación de heridos y cadáveres la que está ganando más peso en esta nueva fase de la guerra.

Un soldado ucraniano, en el interior de su trinchera, prepara un dron FPV para una misión de ataque en el frente de Toretsk (Donetsk)


Un soldado ucraniano, en el interior de su trinchera, prepara un dron FPV para una misión de ataque en el frente de Toretsk (Donetsk)

María Senovilla

El sistema aún no está totalmente pulido, y la estabilidad que ofrece durante el trayecto es reducida. Lo que puede resultar muy doloroso para un herido que nota las irregularidades del terreno en su cuerpo durante el desplazamiento. Pero si la otra opción es morir dentro de una trinchera, es preferible recorrer unos pocos kilómetros en esas condiciones.

Otro motivo por el que se utilizan drones terrestres para realizar evacuaciones médicas es la falta de vehículos convencionales. Las tropas rusas no respetan las ambulancias militares –de hecho las han convertido en un objetivo preferente– y cada vez quedan menos en el frente de combate. Así que muchos equipos médicos se tienen que desplazar en coches, que también son atacados de forma sistemática.

Escasez de vehículos

Un dron FPV armado con un kilo de explosivo –que cuesta unos 500 euros en su versión más básica– puede reventar una pick up valorada en decenas de miles de euros. Si el ataque se lleva a cabo con varios de estos vehículos aéreos no tripulados, lanzados de forma simultánea, pueden dejar fuera de servicio una ambulancia blindada o incluso un carro de combate.

Es una cuestión de números: si aumentas la cantidad de drones, crece exponencialmente la capacidad de destrucción de estas pequeñas máquinas de guerra. Y Rusia lo sabe, por eso está saturando el frente con estos FPV, que han protagonizado la mayoría de los casi 700.000 ataques rusos registrados en Donetsk en lo que llevamos de año.

Y aunque ambos ejércitos –tanto el ruso como el ucraniano– se afanan en proteger los vehículos más valiosos con estructuras metálicas que parecen jaulas, o con blindajes reactivos explosivos, en el caso de las pick up poco se puede hacer –aparte de conseguir a los mejores conductores, capaces de esquivar drones a gran velocidad–. Uno de los empleos más arriesgados y determinantes en estos momentos.

La facilidad con la que los drones impactan tanto a vehículos como a personas también ha repercutido un cambio en la manera en que las tropas rusas llevan a cabo las operaciones de asalto y sabotaje en la línea de contacto, donde se están haciendo cargas en motocicleta desde hace algún tiempo.

De nuevo son los drones los que abren brecha y despejan el camino a los soldados rusos motorizados, para que estos intenten penetrar en las líneas ucranianas rápidamente. Y aunque terminan convirtiéndose en asaltos suicidas en la mayoría de las ocasiones, los oficiales del Kremlin están insistiendo con este modus operandi, especialmente en el frente de Pokrovsk.

En la retaguardia

Rusia también ha cambiado su estrategia más allá del frente: en las ciudades ucranianas de la retaguardia, los bombardeos contra objetivos civiles se han intensificado terriblemente en el último año. Son crímenes de guerra –uno tras otro–, pero las organizaciones internacionales parecen estar anestesiadas, y la impunidad con la que Putin actúa en estos momentos es insoportable.

Cuando comenzó la invasión rusa, los objetivos del Kremlin –y su forma de actuar– eran muy distintos. Putin pretendía capturar y ocupar partes críticas del territorio ucraniano en el menor tiempo posible, y mantener ese territorio bajo ocupación.

Sin embargo, tras la batalla por Bakhmut –que finalmente cayó en mayo de 2023, después de diez meses de encarnizada lucha y decenas de miles de muertos– se produjo el gran punto de inflexión: el Kremlin vio que era imposible capturar nuevas ciudades ucranianas, y las tropas rusas comenzaron a destruirlas de manera calculada para poder pasar por encima después. Tierra quemada.

Una calle residencial de la ciudad de Dobropilliya (Donetsk) tras un bombardeo ruso que mató a 11 personas e hirió a otras 50


Una calle residencial de la ciudad de Dobropilliya (Donetsk) tras un bombardeo ruso que mató a 11 personas e hirió a otras 50

María Senovilla

Desde entonces, el Ejército de Moscú empezó a implementar más y más medios de ataque aéreo de todo tipo: bombas planeadoras, munición incendiaria y de fósforo, drones Shahed, drones Orlan, drones FPV… Todo lo que tenían a su alcance para «ablandar el objetivo» y que la infantería caminara por encima de las cenizas para seguir avanzando.

En el norte de Donetsk, cada vez hay más enclaves reducidos a escombros. Las ciudades de Kostiantynivka y Pokrovsk van camino de engrosar la lista. Y si Ucrania no consigue más medios para frenarlo, tal vez Druzhkivka, Kramatorsk y Sloviansk sean las siguientes.

El próximo otoño

Aunque ahora todas las miradas están puestas en el encuentro entre Donald Trump y Vladimir Putin –anunciado para el próximo día 15 de agosto en Alaska–, el Ejército ucraniano ya se está preparando para el otoño, convencido de que va a ser entonces cuando llegue lo peor de esta guerra.

Por una parte, se espera que los ataques contra las grandes ciudades más alejadas de las trincheras ganen intensidad –y agoten las capacidades de la defensa antiaérea ucraniana–. «Si Rusia llega a los 1.000 drones por noche, no tendremos capacidad para pararlos», se lamentaba el comandante Gris, de la Defensa Aérea Territorial de Kiev tras el ataque ruso más masivo de la guerra, que se produjo el pasado mes de julio.

Por otro lado, también se teme que esos drones que lanza Rusia tengan mayor poder destructivo. «Un solo Shahed podría destruir un edificio de cinco plantas si los rusos siguen aumentando su carga explosiva hasta los 80 o 90 kilogramos por dron», afirmaba recientemente el comandante de las fuerzas de reconocimiento Denys Yaroslavskyi.

Y hay que añadir un tercer factor que preocupa sobremanera: la Inteligencia Artificial. «Lo más peligroso es lo que está por venir: hoy en día ya existen drones Shahed con elementos de lo que se denomina IA, lo que significa que tienen capacidad de reconocimiento y seguimiento de objetivos», añadía el comandante Gris.

«Imagina si se empiezan a usar drones madre que transportan varios drones más pequeños, que son lanzados durante el vuelo y cada uno reconoce automáticamente su propio objetivo: un soldado, un vehículo blindado, una instalación industrial… Y sin intervención humana, empiezan a atacar». «Esto es a lo que nos dirigimos: una guerra de máquinas».



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