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El auge del textil como oda al capitalismo: así nos liberó el mercado del atraso y el trabajo a destajo

El auge del textil como oda al capitalismo: así nos liberó el mercado del atraso y el trabajo a destajo
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  • Publishedjunio 22, 2025




Un par de jeans por 30 euros. Un abrigo de lana por menos de 100. T -Tishs a cinco euros en la unidad. La normalidad del siglo XXI es una abundancia textil, colores brillantes, tamaños múltiples, entrega rápida. Pero, en términos históricos, este nuevo paradigma es casi un milagro que, sin embargo, hemos normalizado. Por lo tanto, libros como El tejido de la civilizaciónDe Virginia Postrel, cumplen una función crucial, recordándonos dónde llegamos a entender cuán lejos hemos llegado.

Postre, conocido por su defensa del dinamismo social y económico y ganador del Premio Bastiat en 2011Viaje la historia del textil como si fuera la historia del mundo. Y, de hecho, correcto. El hilo, nos dice, fue más revolucionario que Steel. Lo que hoy es una máquina industrial antes fue una condena doméstica. En la antigua Roma, una mujer necesitaba 909 horas, alrededor de 114 días hábiles, para manejar la lana necesaria para componer una sola toga. Incluso en el siglo XVIII, con la introducción del torno del pedal, se requirieron 14 días de trabajo para producir suficiente hilo para producir un par simple de pantalones.

Por otro lado, un solo operador puede supervisar la maquinaria de producción textil capaz de producir hasta 35,000 kilogramos de hilo por año, una cifra equivalente a la fabricación de 18 millones de camisas. No es una mejora marginal, sino un salto cuántico. Y es el capitalismo, con sus procesos de innovación, acumulación de capital, reinversión y escalabilidad, el sistema económico y productivo lo que lo ha hecho posible.

A lo largo de los siglos, las mujeres del mundo vivieron atrapadas en lo que el postre describe como la «dictadura del hilo». Tejer ropa era un trabajo extenuante, que ocupaba la población femenina desde la infancia, No hay escape en la gran mayoría de los casos. En lo que más tarde serían territorios del imperio español, las niñas aztecas comenzaron a girar a la edad de cuatro años y, si lo hicieron, sus madres las castigaron con humo de Chile o pinchazos con espinas. Este no fue un caso aislado: en casi todas las culturas pre -industriales, Hilar fue una tarea femenina obligatoria y perpetua, sujeta a una gran presión y, no pocas ocasiones, escenas de maltrato.

La liberación de esa forma de esclavo invisible Revolución industrial que trajo consigo el nuevo paradigma del mercado. Fue el telar mecánico, el hilado continuo, la producción en masa, la fábrica de algodón y el capital privado que apoyaron estos nuevos modelos productivos en busca de beneficios económicos que reemplazaron los días de trabajo eternos con máquinas de vapor rápidas y cómodas que comenzaron a cambiar las cosas.

Hay quienes son los que romantizan el pasado y nos cuentan sobre «lo artesanal» como si ayer fuera poco menos que una utopía, pero, en su libro, el postre nos recuerda que producir un solo rollo de seda, unos 13 metros, suficiente para vestir a dos mujeres, requirieron tres días completos de trabajo …

Y luego estaba la represión institucional practicada por la clase política gobernante. En la Francia de 1726, la venta de ciertas telas de algodón podría ser castigada con la pena de muerte. El despacho de tales telas estaba prohibido por la ley, todo para proteger a los empresarios que ya se habían establecido en la industria local. Por lo tanto, conocemos numerosos casos de ejecuciones vinculados al intento de competir con estos sindicatos de monopolio. Por ejemplo, un hombre fue colgado en Grenoble para comerciar con una tela prohibida que valía 58 monedas. Tu crimen? Poner en peligro un privilegio económico protegido por el estado.

El capitalismo, por el contrario, no protege los monopolios. De hecho, los destruye. Esto se debe a que el modelo de competencia abierta permite que las nuevas tecnologías desplazaran las antiguas, ayudando a surgir alternativas más baratas, más eficientes y/o más deseadas por parte de los consumidores. Y ese proceso, no importa cuán dolorosos pierdan privilegios o vean sus ganancias erosionadas, es liberador para aquellos que crean oportunidades y enriquecedoras para aquellos que valoran alternativas, de modo que se encuentra en el motor auténtico del progreso.

«La fábrica de civilización»

Hoy vivimos en un mundo donde se producen más ropa que nunca. Según los datos del consultor de McKinsey, en 2023 se fabricaron más de 100,000 millones de prendas en todo el mundo. El costo promedio de producción por camisa es inferior a 2 euros. Y, aunque no todo en la industria textil actual es rosa, la verdad es que en la historia había tantas personas con acceso a tanta variedad, calidad y comodidad en su forma de vestirse.

En este sentido, el papel del empresario español Amancio Ortega no puede dejar de ser exaltado, en la medida en que el Emporio Inditex cambió la industria textil para siempre, contribuyendo significativamente para democratizar la moda de diseño y profundizar los niveles de sofisticación logística que hoy replica sus competidores internacionales.

El secreto? De hecho, no hay ningún secreto. Es el mercado, es competencia, es la libertad de invertir, experimentar y mejorar. El hilo invisible del progreso no está tejido con decretos o cultivado con nostalgia, sino estableciendo incentivos alineados que, desde la propiedad privada, articulan la cooperación voluntaria del orden espontáneo capitalista.

En los momentos en que se llevan a cabo los mitos del igualitarismo forzado que resurgen y una extraña glorificación de mala glorificación del pasado, los libros como el postre nos devuelven la brújula moral y económica, que muestra una vez más que el capitalismo, con todos sus defectos, ha sido el sistema más efectivo



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