El bajo sueldo de los que mandan
Un año más, la publicación de los sueldos que reciben ha venido a demostrar lo mal pagados que están los gobernantes españoles. No se trata de una ironía, por si pudiera parecerlo.
[–>[–>[–>El presidente del Gobierno, que administra un presupuesto multimillonario, cobra tan solo 7.762 euros en bruto al mes, divididos en catorce pagas. Lo que ingresa en la cuenta del banco es aún menos, una vez deducidos el IRPF, las cuotas a la Seguridad Social y otras reducciones.
[–> [–>[–>Con eso no da para construir un buen patrimonio, tal como está el coste de la vida. Otra cosa es que la cifra parezca engañosamente alta en una España donde el salario medio de un trabajador anda por los 1.600 euros mensuales en neto.
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Más sorprendente resulta aún que el jefe del Consejo de Ministros no sea el que más cuantioso salario ingresa. Presidentes de empresas públicas del Estado tienen sueldos mayores que los miembros del Gobierno, a pesar de lo mucho que mandan estos últimos. Y no es el único caso. También una decena de alcaldes y algunos presidentes y consejeros autonómicos perciben una retribución superior a la del jefe del Ejecutivo.
[–>[–>[–>Los galones no importan gran cosa en la inextricable Administración Pública. Puede darse el caso, un suponer, de que los secretarios de Estado y los directores de gabinete de los ministros ganen más que sus jefes. La obvia explicación es que los sueldos públicos no se rigen por la ley de la oferta y la demanda; o siquiera por el mérito.
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Ganan mucho y hasta muchísimo más los directivos de las empresas privadas que los encargados de dirigir la Marca España, aunque tengan menos responsabilidades y presupuesto a su disposición. Es natural si se tiene en cuenta que su contratación obedece a las duras leyes del mercado. Tanto rindes, tanto ganas.
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[–>Las remuneraciones de los ministros, diputados, alcaldes y otros cargos de la administración las aprueban, en cambio, ellos mismos. Ese suele ser, en general, el único punto en el que todos los partidos –incluidos los más extremos– llegan a acuerdos unánimes en menos tiempo del que tarda en persignarse un cura loco.
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Con precios fuera de mercado, un gobernante puede salir muy caro o bastante barato al margen del salario que le asignen o se asigne. Un sueldo de muchos ceros parecería razonable e incluso económico si el presidente que lo recibe consigue que suba el PIB, baje el paro y mejoren los servicios públicos. Si, por el contrario, hundiese al país en la ruina, el más bajo de los salarios resultaría excesivo.
[–>[–>[–>También es verdad que la política ofrece otros ingresos no relacionados con el sueldo que permiten hacer fortuna a los presidentes y ministros –aquí o en cualquier otro país– una vez que dejan el cargo. Aun así, los gobernantes debieran estar mejor pagados, siquiera sea por las responsabilidades que en teoría asumen. Cierto que no es muy popular decir estas cosas.
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