El canal chino de Daniel Ortega en Nicaragua
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Una de las grandes aspiraciones históricas de Nicaragua es la construcción de un canal interoceánico que conecte el Atlántico con el Pacífico, como el de Panamá. Un sueño que pretende hacer realidad el presidente Daniel Ortega, a pesar del tenaz rechazo de organizaciones campesinas, indígenas y de la oposición política, gran parte en el exilio o en la cárcel. Ortega intentó poner en marcha el megaproyecto en 2013 con el dinero de un multimillonario chino, pero fracasó. Ahora, ha vuelto a la carga ofreciendo otra vez la financiación y la construcción de la monumental infraestructura al gigante asiático. La presencia de China en Centroamérica ha crecido estos últimos años, lo que inquieta a Estados Unidos.
El presidente nicaragüense aprovechó la XVII cumbre empresarial China-América Latina y el Caribe, celebrada el pasado noviembre en Managua, para presentar otra vez el proyecto, aunque con un nuevo trazado. El canal tendría una longitud de 445 kilómetros (cinco veces el de Panamá), un ancho que oscilaría entre los 290 y los 540 metros y una profundidad de 27 metros.
Las dimensiones del canal haría posible el tránsito de los buques de gran tamaño, los postpanamax, que no pueden navegar por el de Panamá. El presidente nicaragüense aseguró que el objetivo es abrir una nueva vía alternativa al comercio marítimo global. «Daniel Ortega vuelve con el cuento chino del canal interoceánico», ha dicho Juan Sebastián Chamorro, una de las figuras más destacadas de la oposición, hoy en el exilio y despojado de su nacionalidad, como otros tantos. «Estafa» y «fantasía» ha calificado la iniciativa el Movimiento Campesino Anticanal.
El anuncio del mandatario se produjo el mismo día que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se pronunciase en contra del primer proyecto fallido, el de 2013. La CIDH declaró responsable al Estado nicaragüense de violar los derechos de los pueblos indígenas y de no haber realizado una consulta previa a las comunidades ni estudios ambientales. No parece que Ortega tenga la intención de hacerlo ahora.
Protestas reprimidas
El proyecto de hace 12 años generó masivas protestas, que fueron duramente reprimidas por el régimen. «Este canal no solo amenaza nuestra tierra, hogares o modo de vida, sino también el equilibrio de nuestra tierra madre», dijeron las organizaciones campesinas y de defensa del medio ambiente, que fueron quienes denunciaron al Gobierno de Ortega ante la CIDH. El proyecto contemplaba entonces, como ahora, la expropiación de tierras y la destrucción de frágiles ecosistemas y bosques vírgenes.
El régimen de Ortega concedió la construcción y explotación del canal a la empresa de Hong Kong HKND, del multimillonario Wang Jing. Entonces el inversor puso sobre la mesa 50.000 millones de dólares. Dinero que serviría además para levantar un aeropuerto, puentes, líneas de ferrocarril, entre otras infraestructuras. Ortega dijo entonces que el canal «transformaría» la economía del país, uno de los más pobres de América Latina. Pero todo se fue al traste antes de empezar las obras. Jing fue acusado de «estafa internacional» tras perder gran parte de su enorme fortuna en negocios turbios
La dinastía gobernante en Nicaragua, formada por Ortega, su mujer, Rosario Murillo, y el hijo de ambos, Laureano, han estrechado lazos con China, sobre todo desde que rompió relaciones diplomáticas con Taiwán y abrió embajada en Pekín en 2021. Nicaragua ha seguido los pasos de otros países de la región, como Panamá, Costa Rica, El Salvador y más tarde Honduras, todos partidarios ahora de «una sola China». Una muestra de la huella y la influencia que está dejando en la región el gigante asiático.
Plan de Xi
Las multimillonarias inversiones que a lo largo de estos años ha llevado a cabo el régimen de Pekín en los países centroamericanos, el otrora patio trasero de EEUU, ha hecho posible que la región se haya incorporado a «la Franja y la Ruta» (BRI, en sus siglas en ingles). El BRI es un mastodóntico y ambicioso plan del presidente Xi Jinping que arrancó en el 2013. Consiste en crear una red de rutas y vías comerciales a nivel global que conecten a China con el resto de los continentes. Una idea inspirada en la antigua Ruta de la Seda. Para ello ha levantado colosales infraestructuras en varios países del mundo.
China se ha ganado la confianza de los países centroamericanos aportando donaciones en forma de viviendas, grandes estadios de fútbol o bibliotecas, como la que hace poco fue inaugurada en El Salvador, un regalo de 50 millones de dólares. Donaciones que van acompañadas por fuertes inversiones. China es hoy el segundo socio comercial de Centroamérica, con una balanza de intercambios muy favorable al gigante asiático.
El secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, afirmó el mes pasado que Nicaragua representa una «amenaza» para su país y señaló a China como el adversario «más peligroso». El primer viaje oficial de Rubio tras asumir su cargo fue Panamá, Guatemala, El Salvador y Costa Rica. Con su visita, ha logrado que tanto Panamá como Costa Rica hayan marcado distancia con China.
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