El éxito del suroeste ibérico pasa por que nos reconozcamos, nos redescubramos y nos comprometamos
La clausura del Foro Impulsa, celebrada este martes en Badajoz, fue más una llamada a la acción que un cierre. En su intervención final, Sergi Guillot, director general de Prensa Ibérica, condensó los debates de la jornada —energía, transporte, talento y agroalimentación— en una propuesta de futuro: convertir el suroeste ibérico en un proyecto compartido y dejar de mirarlo como periferia para situarlo como polo de oportunidades.
[–>[–>[–>«Gracias a todos por aguantar hasta este momento», comenzó Guillot, antes de entrar de lleno en el mensaje central de su clausura. Con ese arranque reconoció el tramo final del acto y fijó el tono de una intervención orientada a ordenar ideas y prioridades. Su conclusión se articuló en torno a tres condiciones —»reconocernos», «redescubrirnos» y «comprometernos»— que presentó como un marco de trabajo para que el suroeste ibérico consolide una identidad compartida, actualice la mirada sobre su papel en la Península y convierta esa ambición en decisiones y alianzas sostenidas.
[–> [–>[–>Reconocernos: la identidad como infraestructura
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La primera condición, «reconocernos», la explicó con un salto inesperado a la antropología. Guillot evocó a los Homo sapiens y su «habilidad muy específica»: el lenguaje articulado capaz de crear ideas que, por el mero hecho de ser compartidas, se vuelven reales. «Pueblos, ejércitos, la moneda, las marcas…», enumeró, para aterrizar enseguida en la escena de Badajoz: eso —vino a decir— es lo que intenta el foro. Poner nombre y contorno a una realidad que ya existe, pero que necesita verse a sí misma para actuar como tal.
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En ese reconocimiento situó una cifra que atravesó el encuentro: más de siete millones de personas en un territorio que desborda fronteras administrativas y mentales. «Una realidad que va más allá de nuestras fronteras», insistió, con la idea de que el futuro del suroeste no se decide solo en el mapa, sino en la manera en que se cuenta.
[–>[–>[–>No era una ocurrencia aislada. El propio Javier Moll, presidente de Prensa Ibérica, había abierto la jornada con un marco que ya apuntaba a esa identidad compartida: Extremadura, Andalucía occidental y el sur de Portugal como un espacio que «comparte historia, cultura, agricultura, industria y un horizonte de modernización»; un lugar «donde antes había fronteras y donde queremos demostrar que ahora se pueden levantar puentes de progreso». En la clausura, Guillot recogió esa imagen de los puentes y la convirtió en tarea.
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Redescubrirnos: mirar con nuevos ojos
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La segunda condición fue «redescubrirnos». Y aquí el discurso se volvió casi literario —sin abandonar lo político— con un guiño a Marcel Proust: «El verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevas tierras sino en ver con nuevos ojos». Guillot usó la cita como bisagra para explicar el giro que necesita el suroeste: dejar de mirarse desde el déficit y empezar a mirarse desde el potencial.
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[–>«Hoy hemos visto muchas cosas que nos hacen pensar que el suroeste deja de ser un problema a ser una oportunidad», resumió. Y fue encadenando contraposiciones que funcionaban como diagnóstico y deseo al mismo tiempo: de «espacio subsidiado» a «espacio productivo»; del corredor como «reivindicación histórica» a «gran palanca»; de zona «victimista» a territorio «protagonista del futuro» de España y de la Península.
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En esa parte del discurso se notaba la influencia de lo escuchado durante el día: la energía como cambio de escala, el talento como condición de permanencia y, sobre todo, el transporte como promesa concreta. No por casualidad, antes del almuerzo el foro había ofrecido una de las estampas más cargadas de simbología: la mesa redonda Alcaldes por el suroeste’, con José Luis Martínez-Almeida (Madrid), Ignacio Gragera (Badajoz) y Carlos Moedas (Lisboa). Tres ciudades, tres capitalidades distintas y una misma línea de horizonte: la alta velocidad entre las dos capitales ibéricas, con Badajoz como paso decisivo.
[–>[–>[–>Martínez-Almeida lo planteó sin rodeos, agradeciendo a Prensa Ibérica la convocatoria y elevando el debate del tren a categoría de compromiso político: «Nuestras ciudades son las que van a marcar el futuro de los vecinos y debemos visibilizar ese compromiso. No nos corresponde por competencias, pero sí la cercanía con los residentes. No tenemos una conexión ferroviaria con la capital europea más cercana, Lisboa, y eso nos perjudica a los dos», subrayó. En la clausura, Guillot no necesitó repetir ese argumento: lo dio por sembrado y lo integró en su idea de «redescubrimiento», como si el suroeste aprendiera a verse, por fin, conectado.
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Comprometernos: pasar de la escena al proceso
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La tercera condición, «comprometernos», fue la más exigente. Guillot reclamó más personas —del ámbito público y privado— dispuestas a sostener el proceso. Lo dijo con una lista que funcionó como reconocimiento y llamada: «más Grageras, más Moedas, más Almeidas…», nombres propios convertidos en plural para sugerir una cualidad: liderazgo que no se limita a la foto.
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Ahí situó el papel de Prensa Ibérica: vertebrar el suroeste ibérico «a través de la comunicación», creando una «esfera pública» basada en la capilaridad —en la posibilidad de compartir información y opiniones distintas— pero con un «marco mental compartido». No es menor la ambición: construir territorio también es construir conversación. «Esto no es ningún cierre, sino el inicio de una nueva etapa», concluyó.
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Badajoz, elegida para acoger esta primera edición del Foro Impulsa, se quedó así con una idea que atravesó la jornada de principio a fin: el suroeste ibérico no necesita que le inventen un futuro desde fuera. Necesita reconocerse, mirarse de otra manera y, sobre todo, comprometerse para convertir una aspiración en infraestructura —política, económica y también emocional—.
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