El faro de Montevideo
Existen varios pero el más antiguo y famoso es el del Cerro de Montevideo, construido por la Corona allá por el lejano 1802. Con él se marcaba el rumbo para entrar en el gigantesco estuario del Rio de la Plata y enfilar hacia la gran ciudad de Buenos Aires, todo ello tras dejar atrás la Punta del Este y su hoy famosas playas, meca de las fortunas bonaerenses.
Pero Uruguay lleva tiempo iluminando políticamente al mundo, casi desde su nacimiento como nación de la mano de Gervasio Artigas, Protector de los pueblos de la Banda oriental, aquel jinete de ascendencia oscense, cabezudo como ellos e incapaz de conjugar el verbo reblar, lo que le llevaría a enfrentar a brasileños y argentinos a un tiempo, con la casi desaparición de la nación.
Después vendrían los Batlle, estos de origen catalán, que darían hasta cuatro presidentes a la nación, el primero recién nacida la república, y el último entrado el siglo XXI, pero que tendrían en el segundo, José, dos veces presidente, al gran campeón de los sistemas democráticos; impulsor e instaurador de diversos avances sociales, especialmente en lo que al sistema electoral se refiere.
No todo fueron fiestas, entre el 73 y el 85 el país vivió una dura dictadura, especialmente al inicio, con un no menos feroz grupo terrorista, los Tupamaros, que abocaría en los últimos cinco años a un periodo transicional que daría paso al actual periodo democrático, de una limpieza excepcional casi, para lo que observamos en el conjunto hispanoamericano.
Hace un par de meses se celebraron elecciones generales, en las que la coalición opositora venció al representante gubernamental –allí no se puede repetir mandato- por muy pocos votos, pero suficientes para felicitar al ganador inmediatamente y desearle los mayores éxitos, que serán también los del país. Una alternancia ejemplar como se viene produciendo desde tiempo inmemorial, y es que, en Uruguay, coexisten el partido Colorado y el Blanco, nacidos de los partidarios de dos espadones de los inicios de la república y que hoy siguen marcando, travestidos, los idearios políticos del grueso de la nación. Ye lo que hay.
José Batlle, presidente de inspiración krausista a principios del siglo XX, dejó como legado un cúmulo de innovaciones, como la baja maternal para las mujeres, el voto universal para varones, la Caja de pensiones, la enseñanza universal y gratuita, nuevas y modernas facultades universitarias, sistema electoral proporcional, banco nacional de semillas, divorcio por voluntad de la mujer, etc. fue un doble periodo presidencial que sembraría las bases para el Uruguay de hoy en día. Un país que brilla como un faro en Hispanoamérica, al que Pepe Múgica, fanal en algunos aspectos, también se le está apagando.
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