el fútbol kurdo contra todos
El partido está a punto de empezar, y varios niños se encaraman encima de sus asientos, juegan distraídos entre ellos y lanzan algunos cánticos de apoyo a su equipo, que ya ha salido al campo. Uno de ellos está hundido a su teléfono, y no se da cuenta de que todo el mundo se ha puesto en pie. «¡Levántate! ¡Levántate! ¡Que empieza el himno!», le grita y pega un codazo otro niño.
[–>[–>[–>Ante ellos, entre el césped y la grada, una línea de policías. Varios de ellos están con las cámaras en alto. Grabándolo todo: no enfocan a los jugadores sino a los seguidores del Amedspor, el equipo de fútbol de la ciudad de Diyarbakir, la ciudad más grande de las regiones de mayoría kurda en Turquía.
[–> [–>[–>«Graban constantemente. Están todo el partido grabando, pero lo hacen sobre todo durante el himno nacional. Aunque no sea un requerimiento legal levantarse, intentan grabar si alguien se queda sentado durante el himno. En el pasado abrieron investigaciones judiciales contra algunos de nuestros compañeros por no haberlo hecho», explica Hidayet Akboga, líder del grupo de seguidores del Amedspor ‘Barikat’: el único grupo de fans del fútbol turco que se declara «feminista y antifascista».
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Seguidores del Amedspor, el club kurdo turco por excelencia, durante un partido de la segunda división turca. / Adrià Rocha Cutiller
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«Aunque debo decir que en los últimos años, desde el inicio del proceso de paz con el PKK, la situación se ha relajado. Antes había muchos más policías, y mucha más tensión. Por ahora, la cosa se ha calmado», continúa Hidayet. Ante él, tras una red que separa a los aficionados del césped, un par de policías pasean con bridas de plástico por si hay que llevarse a alguien.
[–>[–>[–>Un club icónico
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A pesar de que el Amedspor milita en segunda división turca, el equipo es uno de los más famosos de Turquía; y también de los más reprimidos y odiados. Hasta hace pocos meses, sus seguidores tenían prohibido desplazarse como visitantes a otros estadios. Durante los últimos diez años –una década de detenciones de políticos kurdos, intervenciones estatales y represión política– el equipo se ha convertido uno de los pocos focos permitidos de la cultura kurda local.
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Las gradas de su estadio, así, están llenas de pancartas reivindicando la lengua kurda. Antes del partido, los 20.000 asistentes, además, gritan al unísono «libertad para Demirtas», el político kurdo encarcelado en 2016 en una prisión de seguridad turca. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), ha ordenado en varias ocasiones su liberación. Turquía ha hecho siempre caso omiso.
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[–>«Recibimos mucho rechazo por parte de la población turca. Amedspor recibe su nombre del nombre que tiene la ciudad de Diyarbakir, en kurdo ‘Amed’, y sufrimos por ello mucho racismo. Pero creo que todo esto nos hace apoyar más al club», dice Hidayet, con una media sonrisa.
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A su lado, Veysel, otro aficionado del equipo, escucha. «Para nosotros, el Amedspor es el equipo de todos los kurdos. El equipo representa los valores de la gente kurda y, en un sentido cultural, se ha convertido en un símbolo. En este estadio podemos expresarnos libremente, ser representados ante toda Turquía. Nos sirve como forma de expresión, cuando en otras áreas, como en la lengua o la literatura, se nos ha estado bloqueando constantemente», dice el otro joven.
[–>[–>[–>Un proceso difícil
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Durante los últimos meses, el estadio del Amedspor está mutando: los asientos están mucho más llenos, y las caras de los seguidores del equipo denotan mucha más felicidad.
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No es solo por el buen rendimiento del equipo —que espera subir a primera división esta temporada—, sino por el proceso de paz actual entre el Gobierno turco y la guerrilla kurdoturca del PKK. La guerra entre el grupo y el Ejército turco, desde la década de los 80, ha causado la muerte de más de 40.000 personas.
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La diferencia, explican Hidayet y sus compañeros, es palpable: lo que antes eran eslóganes y colores prohibidos, ahora se permiten pero con matices; lo que antes eran colas de seguridad de horas para acceder al estadio, ahora son minutos de simples revisiones; lo que antes eran murallas de antidisturbios ahora son unos pocos policías, tranquilos. Algunos, eso sí, con las cámaras en alto.
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«Tenemos esperanza en este proceso, por supuesto —dice Hidayet—. Pero queremos ver más. Somos muchos los que tenemos dudas, porque aparte de la entrega y quema de armas por parte del PKK, no ha ocurrido nada más. No ha habido otro paso. Por esto tenemos miedo, por el qué podría ocurrir si el proceso falla. Ahora la policía está más relajada en el estadio. Tenemos menos problemas. Pero, ¿y mañana? Tan solo queremos expresar nuestros valores, sin que le importe a nadie, y disfrutar de los partidos tranquilos».
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