el hambre como arma de guerra este 2025
En Gaza, la imagen del hambre volvió a ocupar el centro del escenario en 2025. El bloqueo de la ayuda humanitaria, los convoyes detenidos y los pasos cerrados pusieron el foco sobre una práctica que se repite en otros conflictos, desde Ucrania hasta Sudán. La escasez de alimentos y agua no es solo una consecuencia colateral de los campos de refugiados, sino parte de la lógica del combate.
[–>[–>[–>«No es solo la guerra lo que hace que la gente huya: también la escasez de alimentos, porque cuando se rompe el corredor de abastecimiento, la comida no llega», explica a EL PERIÓDICO Lakachew Getnet Workineh, jefe de nutrición y seguridad alimentaria de ACNUR en Gambella, Etiopía, a donde llegan principalmente desplazados sudaneses. Es una dinámica conocida en contextos de violencia prolongada: cuando estalla el conflicto, «se bloquea el transporte y una parte del país se queda sin alimentos».
[–> [–>[–>Sudán es hoy uno de los ejemplos más extremos. Tras la toma de El Fasher, en Darfur Norte, miles de personas han huido hacia Tawila relatando asesinatos, torturas y secuestros. Las organizaciones humanitarias describen campos de desplazados saturados, con apenas 1,5 litros de agua por persona al día y sin acceso suficiente a comida. «La principal causa de la hambruna es que no hay acceso a comida suficiente», resume Workineh, por el bloqueo activo de la ayuda. «Se está proporcionando alrededor del 40% de la asistencia alimentaria diaria recomendada, y no hay alternativas de ingresos o medios de vida para acceder a comida», añade.
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Las mujeres y los niños desplazados de El Fasher, Sudán, se encuentran en una situación precaria en Tawila, con hambruna y falta de agua y saneamiento. / Natalia Romero/ MSF
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Impacto de por vida
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El impacto no siempre se mide en muertes inmediatas. «La mortalidad no es lo más alto: el problema es que la malnutrición está aumentando», advierte el jefe de ACNUR, ya que las consecuencias son a muy largo plazo. El hambre, así, opera como un arma silenciosa y las consecuencias para los que sobreviven, son de por vida.
[–>[–>[–>«El problema más serio es el retraso del crecimiento: no es solo ser más bajo, es un impacto en el desarrollo cognitivo», subraya Workineh. La diferencia es clave: «La desnutrición aguda puede tratarse; el retraso del crecimiento, una vez pasado el periodo crítico, es en gran medida irreversible». El periodo en el que se puede actuar es una ventana de los primeros 1.000 días: desde la concepción hasta los dos años.
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Cronificación
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Los suplementos nutricionales, como barritas o batidos, que se dan en los campos de refugiados para salvar a las personas y menores malnutridos de la muerte tienen un techo, y es que una alimentación variada y de alimentos reales es imprescindible. Y el daño se transmite. «El retraso del crecimiento tiene efecto intergeneracional: una niña desnutrida tiene más riesgo de tener hijos desnutridos». No es una hipótesis, insiste: «Es una evidencia científica: si no se rompe el ciclo en la primera infancia, la malnutrición se reproduce en la siguiente generación».
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[–>La desnutrición multiplica otras crisis. «Debilita el sistema inmunitario y aumenta la susceptibilidad a enfermedades», añade Workineh. Hambre, enfermedad y pobreza se refuerzan entre sí. «No es solo hambre: es más enfermedad, peor desarrollo y menos capacidad de aprender y prosperar».
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La madre en el centro
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Romper ese ciclo exige ir más allá de la emergencia alimentaria y mirar a quien sostiene la supervivencia cotidiana en los campos: las madres. Desde esa lógica nació el Proyecto Mom (‘mamá’), que sitúa a la madre en el centro de la lucha contra la malnutrición infantil, y que la Fundación ”la Caixa” desarrolla junto a ACNUR desde 2017. La iniciativa surge de la paradoja de que en los conflictos armados «las que más sufren son las mujeres y los niños», que llegan a los campos de refugiados con niveles de desnutrición muy elevados, pero también son ellas las que articulan la sociedad desplazada.
[–>[–>[–>«En campos de refugiados, crear un programa específico de malnutrición ya es innovador, porque casi nunca hay presupuesto para hacerlo», explica a este diario Ariadna Bardolet, directora del Departamento de Programas Internacionales de Fundación ”la Caixa”. «Por eso, poner a la madre en el centro es clave para la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la malnutrición», añade. Así, desde 2017, han logrado reducir la desnutrición aguda del 24% al 10%, algo impensable con intervenciones de uno o dos años.
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«Situación catastrófica»
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Las ONG coinciden en el diagnóstico. «El hambre es un arma de guerra, y es bastante eficaz», resume Elise Nalbandian, responsable de Oxfam en África, al hablar de Sudán, pero con una mirada que se extiende a otros conflictos. El bloqueo de la ayuda humanitaria, subraya, no es una excepción. «Huyen de la violencia y el conflicto, y luego corren hacia el hambre», explica. La sensación de emergencia permanente se repite: «Decimos que esto no tiene precedentes hasta que, tres meses después, vuelve a empeorar».
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Los informes internacionales refuerzan esa lectura. En Gaza, el último análisis del IPC señala un alivio frágil tras el alto el fuego de octubre de 2025, pero 1,6 millones de personas siguen en niveles graves de inseguridad alimentaria, con más de 100.000 aún en situación «catastrófica» de hambruna (5 sobre 5). En Ucrania, un estudio sobre el asedio de Mariúpol concluye que la inanición fue un método deliberado para forzar la rendición. En Sudán, el propio comité del IPC considera plausible clasificar como Fase 5 de hambruna la zona asediada de El Fasher, donde hasta un 30% de la población estaría ya al borde de morir de hambre.
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Desde ACNUR, insisten en que, mientras las guerras sigan, las hambrunas seguirán perpetuándose. «Tratamos a un niño durante meses, mejora, vuelve a casa… y dos meses después regresa desnutrido. Ese es el ciclo», resume Workineh. El tratamiento funciona, pero no basta frente a causas estructurales intactas. «Podemos curarlos con tratamiento, pero si no hay prevención vuelven a recaer». Por eso, las soluciones a problemas tan estructurales han de venir de un enfoque holístico y a largo plazo: comida y agua pero también saneamiento, y sobre todo acompañado de apoyo emocional.
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