El ingeniero ovetense que desarrolla en Alemania los frenos de los coches del futuro
Andrés Siñeriz (Oviedo, 1989) vive con su mujer, la también asturiana Paula Caminero, y sus dos hijas, Lola y Gloria, en Ingolstadt (Alemania). Es ingeniero por la Escuela Politécnica de Gijón. Trabaja en Audi, donde ocupa un puesto que, traducido del alemán, sería “responsable electrónico de frenos”. A su cargo está la pieza electrónica que regula el frenado de varios modelos de la marca premium alemana. Llegó a Audi procedente de Seat. Desde 2016, trabajó en Cataluña para la marca española del grupo Wolkswagen y en 2023 se trasladó con su familia a Alemania. El conocimiento del idioma alemán -hizo el Erasmus en Osnabrück, Baja Sajonia- le abrió las puertas para instalarse, en abril de 2023, en el país que se supone la meca de cualquier ingeniero.
En estos años, Andrés Siñeriz ha asistido al crecimiento exponencial de la complejidad tecnológica en la industria automovilística. “La cantidad de centralitas electrónicas que tienes hoy en un coche es abrumadora. Es de una complejidad casi inabarcable. Yo no sabría decir todas las que hay, y eso que estoy trabajando dentro. Desde que entré en la automoción en 2016 y hasta los lanzamientos que estamos desarrollando para 2028, diría que la complejidad de la arquitectura electrónica de un coche se ha multiplicado por veinte”.
Su trabajo se centra en los dispositivos electrónicos que regulan los frenos del vehículo. Trata de resumirlo de una manera didáctica: “En el coche hay varias centralitas: la de climatización, la de radio, el panel de instrumentos… Una de esas centralitas es la unidad electrónica de control de los frenos. Esa unidad de control tiene una circuitería electrónica y un software que la regula. Mi tarea como responsable electrónico de frenos es coordinar todo el calendario interno de la marca. Digamos que Audi dice: yo quiero lanzar un coche en esta fecha, que tenga este software y que haga estas cosas. Pues yo tengo que coordinar con los proveedores cómo va este software, qué tal se conduce el coche, programar las pruebas, poner los vehículos al límite a ver cómo resultan… Y todo esto tienes que multiplicarlo por los distintos modelos que hace Audi. En este caso yo me encargo de esa pieza para el Q2, el Q3, el A3, el Q4…. Nos encargamos de varios modelos”.
La llegada de los coches eléctricos ha supuesto un cambio total en el diseño de los frenos. Siñeriz explica de manera simple la tecnología y su evolución: “Históricamente, en los coches de combustión, el servofreno multiplicaba tu fuerza de frenado. ¿Cómo haces para parar dos toneladas de hierro frenando? Cuando vas en bici y frenas con la mano, digamos que te frenas a ti mismo, a tus 90 kilos de peso. Pero imagina la fuerza que tendrías que hacer con un pie para detener dos toneladas de peso de un coche. Evidentemente, si no multiplicas esa fuerza no vas a parar el coche. Pura física. Para eso se desarrolló el servofreno, que aprovecha la presión que haces en el pedal y la combina con la aspiración del motor de combustión. Cuando el motor aspira, el aire de fuera hace una depresión. Y combinando tu presión con la depresión de la admisión, el servofreno multiplica esa fuerza. Y aprovechando la hidráulica -porque el freno lleva líquido que empuja las pinzas- eso hace que frenes”. Pero todo eso cambió con el coche eléctrico. Siñeriz: “Cuando llega el coche eléctrico resulta que ya no tienes la aspiración de la combustión. Ya no tienes esa depresión, no puedes aprovecharla. ¿Qué haces entonces para multiplicar mi fuerza de frenado? Pues poner un motor eléctrico que multiplique la fuerza cuando pisas el pedal”. Y añade: “Lo que se ha hecho ahora es que no solo los coches eléctricos tienen servofreno eléctrico. Los vehículos de combustión también lo llevan porque es más fácil para la marca desarrollar una pieza nueva y ponerla en todos los modelos. Así se evitan duplicidades. Por ejemplo, el último Volkswagen Golf, el último Audi A3, el último Seat Formentor o el último Seat León, que son todos de la misma plataforma, tienen el mismo servofreno eléctrico”.
Cuando el frío no es demasiado crudo Andrés va a trabajar en bicicleta a su oficina en el edificio de Audi, en Ingolstadt, un entorno laboral que define como “perfecto”. Las oficinas están mucho más vacías que antes del covid ya que el teletrabajo se ha extendido. “Si en mi oficina somos una docena de cubículos, lo máximo que puede haber allí a diario son 5 o 6 personas”.
El tópico dice que el ámbito laboral es el ecosistema donde un alemán despliega todo su potencial. Andrés hace sus matizaciones. “Son gente muy productiva, pero no más que nadie”. Además cree que un proceder tan protocolizado deriva en “inflexibilidad” y a veces “cuando pasa cualquier imprevisto se desestabilizan, se atascan”, apunta Andrés. “Entonces ahí es cuando viene bien un ingeniero español: nosotros estamos muy acostumbrados no voy a decir improvisar, pero sí a avanzar, a pensar que las cosas se pueden hacer de otra manera. A nosotros, a otro compañero y a mí, porque somos un grupo bicéfalo, nos lo han dicho alemanes superiores nuestros en la empresa: que siempre que nos llaman sacamos las cosas adelante, lo hacemos enseguida y no ponemos pegas”.
Andrés aporta una visión de Alemania en la que se matizan muchos estereotipos. “La primera vez que estuve aquí en un curso de verano ya me sirvió para borrar de un plumazo todos los tópicos y prejuicios que se tienen en España sobre Alemania”, apunta. Y desgrana lo que más le gusta y lo que menos. “Lo mejor de Alemania es la calidad de vida. Es muy buena. Al menos donde estoy ahora. Estoy en el sur de Baviera, uno de los lander con más dinero. Es superpotente, se vive muy bien. En la calle todo está perfecto. A veces parece que vives como en una maqueta, todo está preparadito, en su sitio. Aquí hay un proceso para todo. Y estás muy protegido por el Estado. Por ejemplo, en Baviera hay una política potentísima de impulso a la natalidad. Por el mero hecho de residir en Alemania y tener hijos, hasta que tengan 18 años tú ya percibes un sueldo al mes. Te dan 250 euros por niño al mes. Esa es la ayuda federal. Y en Baviera hay una ayuda extra que llega hasta los 3 años y son otros 250 euros. Ahora mismo estamos cobrando 750 euros por las dos niñas. Lo cobran todos los que tienen hijos, independientemente de la renta que tengas”. Es una política que, según su punto de vista, está dando resultados: “Así es muy normal que vayas al centro de la ciudad o a un parque y haya familias con tres hijos. Hay madres muy jóvenes, hay núcleos familiares muy jóvenes que sorprenden porque en España no se ven mucho. Se nota en la inmigración, se la trata bastante bien: llegan, tienen hijos y ya tienen esa facilidad. La conciliación también está muy blindada. Las madres tienes bajas largas y también posibilidad de rebajar las horas de trabajo y la diferencia te la compensa al Gobierno. La natalidad es una política muy poderosa en Baviera, donde son católicos y tienen ese concepto de la familia tradicional”.
Andrés Siñeriz no tiene duda de que “lo mejor que hay en Alemania es la calidad de vida, la cobertura de las instituciones y la seguridad”. Pero hay cosas que le producen cierto choque cultural. “Lo peor de Alemania, a mi juicio, es una consecuencia de lo primero. Todo este sistema tan engrasado, que funciona tan bien, con tanta seguridad, también es consecuencia de hacer las cosas de una determinada manera muy inflexible. Cualquier cosa que en España arreglaríamos entre personas aquí escala en un evento que poco más y hay que tener presente un notario y un abogado. El ejemplo más típico de roces de convivencia es de las basuras. Les encanta separar para el reciclaje. Aquí el vidrio está separado en colores. El vidrio marrón, por un lado, luego el blanco, el verde… En casa también tenemos unos cubos afuera para residuos orgánicos. Pues hay discusiones, yo las he visto en foros, sobre las cajas de pizza. Si tienen que ir al cubo del cartón o al de los restos orgánicos. Gente argumentando que la página del Gobierno federal dice que no, que la pizza va en los restos orgánicos porque es cartón, pero lleva grasas. Te dices: esto no puede ser verdad. Pero los vecinos se lo toman súper en serio. Otro ejemplo, te llega un vecino diciendo: oye que estáis haciendo ruido. Y tú le dices: ¡pero, macho, si es un martes a las 7 de la tarde y tengo dos niñas! Los domingos, aquí es una norma nacional, es el día de la pausa. Entonces, supuestamente, no puede haber nada de ruido. Ni se te ocurra ir a tirar el vidrio, porque enseguida te sale alguien diciendo: ¿qué estás haciendo? Por supuesto, cortar el césped tampoco. Ni se te ocurra encender la segadora, que llaman a la policía. A la policía te la llaman enseguida. He visto incluso en foros situaciones extremas de llamar a la policía porque caen las hojas en el jardín del vecino”.
La burocracia alemana es otro de los aspectos que le chocan. “Cuando nació la segunda niña, que nació en julio, tuve problemas para sacar el certificado de nacimiento. Lo expide el ayuntamiento, y aquí en agosto cierran a cal y canto. Tenía prisa para sacarlo porque me quería ir a España y no podía viajar sin el certificado. No fui capaz a que acelerasen. Me decían que no podía sacar el certificado. Perdí casi 1.000 euros por aplazar los vuelos porque tardaron casi un mes en darme un papel que son cuatro clics. La primera niña nació en el HUCA y yo salí del hospital con la niña y con el certificado de la niña. Aquí me tuve que pelear para conseguir los papeles”.
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La digitalización, apunta Andrés, es otra de las asignaturas pendientes de un país que con Merkel fue corazón y “locomotora de Europa”. “Aquí el correo postal y el fax están totalmente de moda. Son una herramienta útil de diario. Es sorprendente. Las telecomunicaciones son muy deficitarias. De hecho, es una broma que se hace entre alemanes. Lo mismo que cuando en España hablamos de que está todo mal, que hay corrupción… Porque aquí hay todavía ciudades y pueblos que no tienen cobertura en todas las calles. Yo vivo en una ciudad con tres industrias poderosísimas, Audi, Airbus y el ejército del aire, que tiene una base aquí. Pues en algunas calles del centro no hay cobertura”.
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