El manual de resistencia ya es de supervivencia
Pedro Sánchez ya lleva en La Moncloa más tiempo que Mariano Rajoy y, si los escándalos lo permiten, superará a Rodríguez Zapatero el 5 de febrero y a José María Aznar el 16 de mayo. En un presidente tan pendiente de cómo lo juzgará la historia, estas cábalas no son menores. Felipe González queda lejos, claro, y ese horizonte se ha empañado tras el batacazo electoral del domingo en Extremadura, que en la oposición y también en amplios sectores del PSOE se interpreta como el principio del fin. El manual de resistencia del sanchismo empieza a mostrar fatiga de materiales y las explicaciones, hoy más que nunca, suenan a coartadas. Ya lo advertía Manuel Azaña: «Las excusas son el refugio de los fracasos».
[–>[–>[–>En realidad, ese manual que tantas metáforas periodísticas ha generado mutó hace tiempo en un manual de autodefensa, articulado en tres teorías cocinadas en La Moncloa y amplificadas por sus altavoces mediáticos. La primera es la del lawfare judicial para derribar al Gobierno por vías no democráticas, un argumento difícil de sostener cuando dos secretarios de Organización del partido han acabado en prisión. De esa tesis se ha derivado otra en los últimos días: la idea de una conspiración interna tras los casos de presunto acoso sexual en La Moncloa. De nuevo, se intenta desplazar el foco de los hechos a un supuesto complot.
[–> [–>[–>La segunda teoría sostiene que todo lo que no tumba a Sánchez lo hace más fuerte, como si cada crisis fuera una vacuna y no existiera desgaste alguno. La resistencia se eleva a virtud y permanecer se convierte en un fin en sí mismo.
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La tercera, reactivada tras Extremadura, señala a Feijóo como responsable del crecimiento de Vox. Pero los datos cuentan otra historia. Vox irrumpe y se consolida durante los siete años de gobiernos de Sánchez: en abril de 2019 consigue un 10% y 24 escaños, se dispara a 52 en la repetición electoral de ese año y, aunque retrocede en 2023, las encuestas de 2025 lo sitúan ya por encima del 17 %.
[–>[–>[–>Por volver a Azaña, «nada hay tan peligroso como gobernar contra la realidad».
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