El retorno de Trump a la Casa Blanca acelera los movimientos diplomáticos y militares sobre Ucrania
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El aval de Estados Unidos al uso de misiles de largo alcance o la conversación entre Scholz y Putin hacen temblar el tablero
MADRID, 18 de noviembre (EUROPA PRESS)-
El regreso del magnate Donald Trump a la Casa Blanca en enero y su promesa de poner fin a la guerra en Ucrania ha provocado una aceleración de los movimientos diplomáticos y militares de los principales aliados de Kiev, también por parte de Washington, que tras meses de sospecha finalmente está dispuesto a autorizar a sus misiles ATACMS a atacar objetivos en territorio ruso.
Trump prometió pocos minutos después de resultar ganador de las elecciones del 5 de noviembre que buscaría «poner fin a las guerras», con la vista tanto en la escalada del conflicto en Oriente Medio como en el contexto ucraniano, escenario de una invasión militar que comenzó en febrero. 2022 por orden del presidente de Rusia, Vladimir Putin. Ya durante la campaña llegó a decir que, si hubiera estado en la Casa Blanca, ninguno de los dos focos de tensión habría llegado al punto actual.
Tanto Trump como Putin han abandonado incluso la posibilidad de un contacto directo, pese a que el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, siempre se ha mostrado contrario a tender puentes con Moscú sin ningún tipo de compensación, mensaje que ha trasladado a todos sus aliados. a lo largo de estos mil días de guerra.
De hecho, Zelensky dejó claro la semana pasada su malestar por la llamada del canciller alemán Olaf Scholz a Putin, la primera después de casi dos años de comunicaciones interrumpidas. Teme que con esta convocatoria se abra «la caja de Pandora» y que otros dirigentes retomen ahora el diálogo. «Esto es exactamente lo que Putin quería desde hace mucho tiempo», lamentó.
Scholz, de hecho, lleva meses haciendo equilibrios para tratar de justificar que sigue siendo un firme partidario de Kiev y al mismo tiempo niega a Zelensky algunas de sus principales peticiones en materia de armas, en particular los misiles Taurus, con un alcance de hasta 500 kilómetros.
Berlín sostiene que la luz verde a estos misiles podría suponer una escalada del conflicto, argumento que también subyace al temor que viene mostrando Washington hasta ahora a autorizar a Kiev a utilizar los misiles ATACMS para bombardear objetivos en suelo ruso. La Administración de Joe Biden, ahora a punto de salir, varió este fin de semana la doctrina que venía manteniendo hasta ahora, según medios como ‘The Washington Post’ o ‘The New York Times’.
EL FORO DE RÍO
Ucrania será previsiblemente uno de los principales temas a debatir al margen de la reunión de líderes del G-20 en Río de Janeiro (Brasil), la última de Biden. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha evitado incluir el conflicto en la agenda formal de la reunión, pero se espera que dé lugar a una serie de contactos bilaterales entre aliados clave.
El punto de inflexión al que han aludido varios gobiernos en las últimas semanas reside en el despliegue de soldados norcoreanos en el frente de combate abierto en Rusia, pero como telón de fondo estaría un último esfuerzo por reforzar la posición de Zelensky y sus tropas ante una hipotético proceso de negociación impulsado por Trump desde el Despacho Oval.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, que en los primeros compases de la guerra también participó en varias llamadas con Putin, ha aclarado desde Buenos Aires que Putin «no quiere la paz» ni está «dispuesto a negociar», por lo que ha llamado a seguir reforzando el apoyo a Ucrania.
Por su parte, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, antaño puente entre Moscú y Kiev, está ultimando una nueva propuesta de alto el fuego, según fuentes citadas por la agencia Bloomberg. El plan turco incluiría el posible despliegue de tropas internacionales y un freno a las ambiciones ucranianas de unirse a la OTAN.
La ambición euroatlántica de Kiev siempre ha sido utilizada por Putin como excusa para justificar la invasión de 2022, pero Zelensky ha insistido en que no renunciará a ella, del mismo modo que no quiere renunciar a los territorios del este de Ucrania actualmente controlados por Rusia. – -ni la península de Crimea, en manos rusas desde 2014 como algunas zonas del Donbás–.
En su llamada a Scholz la semana pasada, Putin advirtió en cambio que cualquier posible acuerdo tendría que tener en cuenta sus quejas en el ámbito de la seguridad y las «nuevas realidades territoriales».
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