El triunfo del ‘gastronacionalismo’ en Italia: la cocina italiana se convierte en patrimonio inmaterial de la humanidad
La llegada al poder de la ultraderecha en el otoño de 2022 marcó el inicio de una tendencia a la exaltación de todo «lo italiano». Eso incluyó a la gastronomía transalpina. El Ministero de Agricultura de Italia fue la primera víctima; tras la victoria electoral de Giorgia Meloni, su denominación cambió a Ministerio de la Agricultura y de la Soberanía Alimentaria. Pero el asunto no se quedó ahí: el nuevo Gobierno también anunció su intención de promover con ahínco la inclusión de la cocina italiana como patrimonio inmaterial de la humanidad de Unesco. Y lo ha conseguido.
[–>[–>[–>Han pasado 3 años, pero a partir de este miércoles la gastronomía italiana se ha convertido en la primera del mundo en obtener ese reconocimiento (y en la número 20 de Italia entre las que han sido reconocidas por Unesco como patrimonio inmaterial). Desde Nueva Delhi, el comité intergubernamental de esta agencia de la ONU (integrado por 24 países, entre ellos España) ha comprado el argumento italiano de que la cocina es mucho más que recetas o sabores. La gastronomía italiana es, ante todo, un ritual de convivencia, un espacio de encuentro y un símbolo de identidad colectiva, de acuerdo con la argumentación de la candidatura italiana.
[–> [–>[–>El ministro de Agricultura y Soberanía Alimentaria, Francesco Lollobrigida (quien además es cuñado de Meloni) ha festejado el anuncio en pompa magna. «Hoy Italia ha ganado y es una fiesta que pertenece a todos porque habla de nuestras raíces, de nuestra creatividad y de nuestra capacidad de transformar la tradición en valor universal», ha dicho. «Este reconocimiento honra lo que somos y nuestra identidad. Porque para nosotros, los italianos, la cocina no es solo comida o un conjunto de recetas. Es mucho más: es cultura, tradición, trabajo, riqueza», ha afirmado la propia Meloni, quien ya en campaña electoral había prometido que el asunto ya no podía «ser aplazado». La mandataria también ya echó cuentas: según ella, la gastronomía italiana mueve unos 250.000 millones de euros en todo el mundo.
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Gastronacionalismo
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El principal antecedente similar, en cualquier caso, no es italiano, sino mediterráneo: la inclusión de la célebre «dieta mediterránea», registrada por catalanes e italianos como patrimonio inmaterial de la humanidad en 2013. No obstante, la iniciativa italiana —impulsada con más fervor a partir de 2023— no ha estado exenta de polémica incluso en su propio país. Historiadores, expertos en alimentación y otros intelectuales han criticado abiertamente el concepto de soberanía alimentaria, tachándolo además de ‘gastronacionalismo’.
[–>[–>[–>«La cocina italiana no existe», ha opinado, por ejemplo, el historiador Alberto Grandi, en un libro de reciente publicación en el que argumenta que la soberanía alimentaria de Italia —o de cualquier otro país— es un concepto falso por muchas razones. Entre ellas: que los alimentos (y su elaboración, la gastronomía) proceden de todos los países y son el resultado de siglos de influencias y contaminaciones culturales. «La comida italiana, como todas, es el resultado del (cruce de) pueblos», ha afirmado también Antonio Fino, profesor de la universidad de Ciencias Gastronómicas de Pollenzo (fundada por el movimiento Slowfood), en el norte de Italia.
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Filón ultra
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La gastronomía italiana enfrenta además desde hace décadas diversas dificultades. De hecho, según diversos estudios —varios de ellos de la FAO—, la mayor parte de la diversidad genética antigua de las verduras ya se ha perdido, también a causa de que las multinacionales hibridan y esterilizan las simientes. Y más aún: al menos el 20% de la harina para la famosa italiana pasta procede de Canadá y otros países (según afirman las revistas del sector) y los productos alimentarios falsos «made in Italy», producidos o confeccionados en todo el mundo, suponen ya unos 60.000 millones de euros anuales, según Coldiretti, el sindicato de agricultores de Italia. «Uno de los grandes riesgos que enfrentamos es la desaparición de ciertos productos antiguos», confirmaba en entrevista con este diario Rita Paiello, dueña de Enoteca Corsi, uno de los icónicos restaurantes italianos, abierto en 1939.
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[–>Aún así, las reinvindicaciones ultras de una identidad nacional construida sobre los alimentos no son precisamente una cosa nueva. Ya en 2012, en Francia, la ultra derechista Reagrupación Nacional inventó la «fiesta del cerdo«, en función antimusulmana, y en Italia el entonces ministro del Interior, Matteo Salvini, actualmente aliado de Meloni, pedía cambiar la receta de los «tortellini» (una sopa típica de pasta rellena de carne de cerdo) sin carne de cochino con afan provocador. Salvini también se ha quejado en más de una ocasión de la numerosa presencia de establecimientos de kebab en Italia, actualmente una de los más económicos y, por esta razón, de los más exitosos.
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