El ultra José Antonio Kast llega con ventaja frente a la comunista Jeannette Jara a la segunda vuelta de las presidenciales en Chile
Más de 15 millones de chilenos tienen este domingo en sus manos una decisión de alto impacto político y simbólico. Deben optar en las urnas entre José Antonio Kast y Jeannette Jara. De un lado, un hijo dilecto del pinochetismo. Por el otro, una candidata que pertenece al Partido Comunista (PC) y exministra del Gobierno de Gabriel Boric. No guardan semejanzas en apariencia. Ambos son, sin embargo, el síntoma de una sociedad desencantada con los resultados de 35 años de institucionalidad. Solo uno puede acceder al Palacio de La Moneda el 11 de marzo. Los sondeos previos le otorgan al ultraderechista las mayores posibilidades. Kast se ha comportado en la campaña electoral como virtual vencedor. Pero las encuestas han mostrado lo poco fiables que pueden ser en determinadas circunstancias. Ninguna consultora contempló que Franco Parisi, del centroderechista Partido de la Gente (PDG) pudiera obtener casi el 20% de las adhesiones en la primera vuelta. Ese yerro abre la posibilidad, quizá lejana, de que otra sorpresa podría revelar el escrutinio en la noche del domingo.
[–>[–>[–>Más allá de la prevención, fundada en un hecho verificable (muchos ciudadanos son cada vez más reacios a decir la verdad a un encuestador), están los números del 16 de noviembre. Jara le sacó apenas 378.000 votos de ventaja a Kast, apenas 2,9 puntos. Si se suman los tres competidores de la derecha del primer turno, la candidata republicana, Evelyn Matthei, y el mileista Johannes Kaiser, ese espacio ideológico sumó 50,32% de las adhesiones. Y parte de los votantes de Parisi podrían inclinarse por darle la oportunidad a Kast. El panorama, en principio, es muy desalentador para el conglomerado progresista que decidió acompañar a la abanderada del PC. Las apelaciones de la exministra a la responsabilidad cívica y los llamamientos a evitar el retorno del programa de la última dictadura, podrían mejorar su desempeño. La posibilidad de un milagro político no parece convencer a los analistas.
[–> [–>[–>Kast y Jara tuvieron días atrás su último debate televisivo. El hijo de un exteniente del ejército nazi y hermano de un importante colaborador del general Augusto Pinochet se presentó una vez más como la alternativa de «cambio» o la continuidad con otro rostro más amable de la gestión de Boric. Como vino haciendo en las últimas semanas, intentó eludir los asuntos más espinosos como su promesa trumpiana de expulsar masivamente a inmigrantes o el indulto al exbrigadier del Ejército Miguel Krassnoff, condenado a 1.060 años de cárcel por numerosos casos de violaciones a los derechos humanos entre 1973 y 1976, los años más duros de la represión dictatorial.
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Jara se mostró vehemente y no dejó de señalar las contradicciones de su rival. Sin embargo, actuó ante las cámaras como si supiera que su suerte ya está echada.
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Frustración y cansancio
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La era Boric, liderada por un grupo de exestudiantes universitarios, no estuvo a la altura de sus promesas. El Gobierno quedó herido después de la derrota en la consulta popular de la Carta Magna en septiembre de 2022 y nunca pudo recuperarse. La ponderación del presidente es del 30%, y Kast, como un pescador de ofuscados, recogió con su red retórica a todos los que quieren pasar de página. El aspirante republicano ha sido más inmune a sus propios tropiezos. De hecho, el segundo texto constitucional, elaborado a imagen y semejanza de la ultraderecha en 2023, al punto de ser llamado la «Kastitución«, también fue rechazado en un plebiscito. Eso no puso en entredicho en ningún momento las ambiciones presidenciales del principal referente de la ultraderecha.
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La competitividad electoral de Kast es también, según algunos observadores, la clara evidencia de un final del ciclo iniciado en 1990 que tuvo, además, como daño colateral, el hundimiento del centro político que expresaba la Democracia Cristiana. El expresidente Eduardo Frei gobernó en nombre de la Concertación labrada entre su partido y la socialdemocracia entre 1994 y 2000. Es un convencido de que su padre, el también expresidente, Eduardo Frei Montalva, fue asesinado por Pinochet. Esa certeza no le ha impedido adherir a la candidatura de Kast, desoyendo la exhortación de su propio partido a votar a Jara. En otro momento, la actitud de Frei Tagle habría provocado mayores controversias. Si eso no ha sucedido se debe a que tanto la figura del exdictador como su obra estuvieron poco presentes en la campaña más allá de las advertencias de Jara. Su intento de instalar la disyuntiva «democracia o fascismo», que de alguna manera organizó las voluntades y anhelos ciudadanos desde el plebiscito de 1988 que selló la suerte de Pinochet hasta 2021, ha sido en un punto desplazado por los antagonismos que se hicieron visibles en 2022
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[–>La ventaja en los sondeos del ultraderechista Kast tiene a estas alturas componentes políticos, culturales, económicos y comunicacionales. La reciente encuesta Laboratorios para la Democracia da cuenta de que las sensaciones de insatisfacción de los chilenos se expresan como tristeza (39%), miedo (21%) y asco (14%). Estos estados de ánimo, se señala, dificultan el desarrollo de una cultura democrática. Un 49% de los consultados no están contentos con el funcionamiento de las instituciones, contra un 48% que la aprueban.
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Las percepciones
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El «miedo» se ha convertido en un factor determinante de las preferencias electorales. Kast es el adalid de la mano dura y la presencia militar en las calles. Ha capitalizado la sensación de inseguridad de un país cuya tasa de homicidios y delitos lo ubica entre los menos peligrosos de la región. No es, sin embargo, lo que «perciben» los chilenos, para quienes la violencia tiene a su vez el signo de lo foráneo: venezolano, peruano, boliviano o haitiano. Ese pavor no se corresponde con las cifras de la fiscalía de 2025: apenas el 10,4% de las personas imputadas en Chile son de origen extranjero.
[–>[–>[–>Para la OCDE se trata de uno de los países miembros más desiguales en ingresos y oportunidades: el 10% más rico gana hasta 27 veces más que el 10% más pobre. Pero ese tema ha estado fuera de discusión y Kast ha logrado imponer que se vive una situación económica desastrosa que reclama un ajuste a lo Milei. «Chile no se cae a pedazos. Nada más lejos de la realidad«, dijo al portal El Mostrador Gabriela Clivio, una académica de la Universidad Católica. «Es una frase utilizada en campaña como un caballito de batalla, implica que desconocemos que tenemos un Banco Central autónomo, una estabilidad macroeconómica, que tenemos fundamentos fiscales sólidos». Las grandes agencias calificadoras, entre ellas Standard & Poor’s, Fitch y Moody’s, coinciden no obstante en las perspectivas estables para el país sudamericano y su bajo nivel de endeudamiento.El portavoz de Jara, Francisco Vidal, reconoció el «nivel brutal» de desinformación ciudadana. «Si tú le generas expectativas a esa población angustiada y al día siguiente no pasa nada, ¿qué generas? Rabia, distancia».
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