en Catalunya ya hay 1.200 hogares bajo este modelo
Compartir está de moda. Quizás porque, para muchos jóvenes (y no tan jóvenes), no hacerlo significa quedarse sin un espacio donde vivir. «La generación que no puede pagar el alquiler de un piso», lo llaman.
En este escenario han surgido distintas fórmulas que prometen aliviar la presión inmobiliaria bajo un mismo denominador común colaborativo. Es un urbanismo emergente, que va desde el coliving hasta la vivienda social o a los proyectos colaborativos, como el cohousing y la vivienda cooperativa. Y ante la duda, no: no son lo mismo, aunque a menudo se confundan.
«La idea de comprarse un piso a los 20 años para toda la vida ya no es factible»
El coliving es sin duda el más extendido y popularizado. Se presenta como una opción “moderna” y flexible de alojamiento de fácil reconocimiento: alquiler por habitaciones, servicios incluidos y amplias zonas comunes para fomentar la socialización –o el networking–.
Nació en ciudades con fuerte presión inmobiliaria del norte de Europa o Estados Unidos, y se popularizó entre profesionales móviles con alto poder adquisitivo, a menudo de paso por una ciudad. Porque la globalización también ha impactado en cómo nos asentamos. «La idea de comprarse un piso a los 20 años y que dure toda la vida hoy no es factible”, explica Laia Comas, gestora de la plataforma Inèdit que administra más de 120 camas en apartamentos coliving. “Cada vez más gente ve la vivienda como un servicio, y el coliving responde a esa necesidad”.
Una de las salas de colivación de Inèdit en el Passeig Sant Joan. / Zowy Voeten
En España ya existen más de 20.000 camas bajo esta fórmula, y la previsión es que se multipliquen. Además, según Comas, tras la pandemia han aumentado los usuarios adultos, atraídos por la flexibilidad, la facilidad para socializar y la posibilidad de mudarse sin ataduras.
Pero no todos lo ven igual. Porque para organizaciones del tercer sector que lideran modelos alternativos de vivienda, el coliving dista mucho de ser lo que promete ser. «Detrás del aparente atractivo, la gestión suele estar en manos de empresas privadas o fondos de inversión que buscan rentabilidad rápida» aseguran desde Sostre Cívic. Desde su punto de vista, «el coliving es la versión ‘premium’ del piso compartido, diseñada para maximizar beneficios».
Cohousing y vivienda colaborativa: compartir con otra lógica
Frente al coliving, la covivienda (cohousing, en inglés) y la vivienda cooperativa en cesión de uso parten de una premisa distinta, que pasa por modificar el sentido de propiedad, por un lado, y quién toma la iniciativa de compartir espacios, por el otro.
La primera, la covivienda, se centra en un modelo de convivencia que combina viviendas privadas —cada una con cocina y baño propios— con espacios comunes compartidos, como salas polivalentes, huertos o talleres. Este enfoque fomenta la comunidad y la colaboración entre vecinos, pero no implica necesariamente un modelo jurídico o de propiedad específicos: puede estar gestionado por cooperativas, asociaciones o incluso promotores privados.
Interior de una de las casas del Edificio La Balma, un edificio de viviendas cooperativas en el Poblenou. / Jordi Cotrina
En cambio, la vivienda cooperativa en cesión de uso es un modelo legalmente definido, donde la propiedad del inmueble está en manos de la cooperativa, y los socios tienen un derecho de uso sobre su vivienda.
Para entrar a formar parte de una, hay que aportar un capital inicial, y a ello se le añade el pago de una mensualidad, que en ningún momento debe compararse con un alquiler. «Es a precio de coste, sin ánimo de lucro, y cuando se termina de pagar el préstamo, la cuota baja» explican desde la organización.
Ese precio de entrada varía en función de si la vivienda es de nueva construcción o rehabilitada. «Para nuevas promociones, la aportación inicial ronda los 20.000 o 30.000€, mientras que en inmuebles ya construidos, esta aportación se reduce 3.000 y 5.000€.
No hay propiedad individual, no se puede vender en el mercado y la gestión es democrática. “Nadie te puede echar y las aportaciones iniciales se devuelven si decides marcharte”, señalan desde Sostre Cívic. Además, en proyectos sobre suelo público la cesión de uso puede durar entre 75 y 99 años, garantizando estabilidad a largo plazo.
Un crecimiento sólido con impacto social y ambiental
En Catalunya, el sector de la vivienda cooperativa en cesión de uso ha crecido un 53% desde 2016, con 67 edificios y casi 1.200 viviendas desarrolladas, de las cuales Sostre Cívic gestiona casi la mitad. Además, este modelo reserva plazas para colectivos vulnerables e incorpora criterios ambientales, como el reciclaje de aguas grises para reducir el consumo un 40-50%.
Vista de la Masía «El Turras», en La Garrotxa (Catalunya) en la que Sustre CIC ha promovido una vivienda cooperativa. / Sostre Cívic (cedida)
De este modo, la organización subraya que, aunque coliving y la vivienda cooperativa se presenten como soluciones al problema de acceso a la vivienda, sus objetivos son “diametralmente opuestos”. «Porque mientras el coliving busca la rentabilidad financiera o convertir el parque residencial en un servicio, la vivienda cooperativa defiende un derecho fundamental».
Proyectos que ya funcionan
Ejemplos como La Balma en Barcelona —con 20 viviendas y más de 200 m² de espacios comunitarios— o en Cirerers, con el edificio de madera más alto de Catalunya, ilustran cómo la vivienda cooperativa toma forma. Y lo hace no solo en las ciudades. En el ámbito rural se abren paso proyectos como El Turrós en La Garrotxa, donde se rehabilitan masías para uso colectivo.
Si el coliving mira a Silicon Valley, la vivienda cooperativa bebe de la experiencia de países como Austria, Dinamarca o Suiza, donde entre el 20% y el 35% del parque residencial es cooperativo. En Uruguay alcanza el 10%. “No hablamos de algo anecdótico, sino de un modelo con más de un siglo de historia”, concluyen desde Sostre Cívic.
El mayor crédito europeo para una cooperativa catalana
En septiembre de 2024, el Banco de Desarrollo del Consejo de Europa (CEB, por sus siglas en inglés) concedió a Sostre Cívic un crédito de 31 millones de euros para un proyecto valorado en 73 millones. De esta inversión, 8,5 millones (un 11,6%) proceden de los fondos ‘Next Generation’. Se trata del mayor préstamo jamás otorgado por una institución europea a una cooperativa catalana
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