Es una trampa mortal para matar a más gente
Entre los musulmanes resulta una tradición sacrificar una oveja o una vaca para celebrar el Eid al Adha, la Fiesta del Sacrificio en árabe, que tuvo lugar este viernes. Parte de la carne la suelen donar a los pobres como acto de caridad. Después, se reúne toda la familia alrededor de una mesa colmada de dulces. Los niños reciben ropa nueva como regalo. Pero, en la Franja de Gaza, este Eid al Adha no hubo ningún banquete. Fue un día más. Un festín de recordatorios de las ausencias: de la gente que ya no se podrá sentar en esa mesa, de lo vacía que está de alimento y lo privada que está de confituras. Desde el suelo, bajo el calor infernal multiplicado por el plástico de las tiendas de campaña, no hay ni caridad ni carne, ni siquiera mesa.
Hace más de tres meses que no entra nada de carne fresca en Gaza. Casi todas las ovejas, vacas y cabras criadas en el territorio están muertas. Muy pocas, sino ninguna, llegó a convertirse en el tradicional asado de antes. Abdalwahad Hamad es un trabajador humanitario palestino del norte de Gaza que ha sido desplazado una decena de veces. «Desde el 2 de marzo, el enclave ha estado bajo un bloqueo aéreo, marítimo y terrestre totalmente paralizante impuesto en el territorio», cuenta este joven de 29 años a EL PERIÓDICO a través de notas de voz. «La única frase que seguimos escuchando de la gente sobre el terreno es que no solo nos están matando de hambre, se nos permite y se nos vigila para que sigamos muriendo de hambre«, explica con voz cansada al final de su infinita jornada laboral.
«La única frase que seguimos escuchando de la gente sobre el terreno es que no solo nos están matando de hambre, se nos permite y se nos vigila para que sigamos muriendo de hambre»
«La ayuda humanitaria no está llegando al enclave asediado, ya son 12 semanas sin entrada de suministros humanitarios«, denuncia. A inicios del mes de marzo, las autoridades israelíes bloquearon la entrada de todo tipo de ayuda o bienes comerciales. Unos días después, retomaron los bombardeos sobre el enclave palestino tras casi dos meses de alto el fuego. La semana pasada la presión internacional y, sobre todo, de su aliado estadounidense obligó a Tel Aviv a permitir, de nuevo, el acceso de la asistencia a la Franja. «Muy pocos camiones han entrado para luego ser saqueados por bandas locales, porque los israelíes los dirigen por carreteras peligrosas», relata Hamad, desde Deir el Balah, en el centro de Gaza.
Gazatis desplazó las tiendas en Jan Yunis. / ABDEL KAREEM HANA / AP
Campaña de bombardeos
Además, la violencia ha llegado hasta los puntos de distribución de ayuda de la Fundación Humanitaria de Gaza, apoyada por Washington y Tel Aviv. Más de 100 personas han muerto por disparos del Ejército israelí en las inmediaciones de estos centros en apenas una semana. «No confío para nada en este sistema», reconoce Kayed Hammad, un padre de familia desplazado a la ciudad de Gaza. «Ya no es una cuestión de opinión; de hecho, es una trampa mortal para matar a más gente, prácticamente han dado un arma más a los soldados de la ocupación para matar a más gente todos los días», denuncia a través de notas de voz, entre disculpas por la tardanza en responder achacada a la ausencia de conexión.
«Ya no es una cuestión de opinión; de hecho, [la Fundación Humanitaria de Gaza] Es una trampa mortal para matar a más personas, prácticamente han dado un arma más a los soldados de la ocupación para matar a más personas todos los días «
Más allá de la guerra que libran los propios cuerpos de los gazatíes, famélicos hasta niveles desconocidos –Naciones Unidas apunta que el 100% de la población sufre hambruna–, la guerra tradicional, la que mata con armas, no se ha detenido. Al contrario, sólo parece intensificarse. La campaña de bombardeos israelíes continúa a lo largo y ancho del enclave. «Los ataques aéreos o por todo tipo de proyectiles, esos no paran, no tienen límite, ni un tiempo concreto en que tengan lugar», explica Hammad. «Ocurren las 24 horas al día, así como digo yo siempre, para que no pierdan la costumbre de bombardear«, relata irónico este fixer y traductor gazatí, que perdió a su hijo de 24 años por una de esas bombas.
«Llevados al límite»
A su vez, Israel lanzó una nueva ofensiva terrestre «extensa» el pasado domingo, sólo dos días después de que el presidente estadounidense Donald Trump concluyera una gira por los países del Golfo. A parte del hambre, a parte de los bombardeos, y a parte del fuego de artillería, los gazatíes ya no tienen a donde ir. Desde marzo, más de 436.000 personas han sido desplazadas. Las órdenes de desplazamiento forzoso alcanzan casi todos los rincones del enclave palestino. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) calcula que el 70% de Gaza se encuentra ahora dentro de las zonas de exclusión establecidas a lo largo de las fronteras del enclave o en áreas bajo órdenes de desplazamiento por parte de los militares.
Los palestinos cargan cajas y bolsas con alimentos y ayuda humanitaria distribuidas por la Fundación Humanitaria de Gaza. / ABDEL KAREEM HANA / AP
«Las familias aquí han estado sumidas en un ciclo incesante de desplazamiento y pérdida, y han sido llevadas al límite», dice Hamad. «Algunas residen en refugios improvisados, otras sobre los escombros de sus hogares mientras que otras viven literalmente en la calle, porque las tiendas de campaña que entraron en Gaza hace meses tienen una vida útil muy corta», denuncia este trabajador humanitario. El 90% de los aproximadamente dos millones de habitantes de Gaza se han visto obligados a abandonar su hogares y desplazarse en repetidas ocasiones. En el norte, donde Hammad denuncia que aún no ha alcanzado la ayuda, la situación es más crítica, con el 90% de los hogares destruidos.
El infierno en cifras
Frente a la prohibición de Israel a la entrada de la prensa extranjera en el enclave palestino, el infierno de Gaza se acaba explicando a través de las cifras. Más de 2.700 niños menores de cinco años en Gaza han sido diagnosticados con desnutrición aguda, según Naciones Unidas, el triple que hace tres meses. El 90% de la población gazatí sufre la falta de acceso al agua. Más de 700.000 mujeres y niñas sufren una «emergencia menstrual silenciosa» ante la ausencia de productos menstruales. Tampoco hay combustible ni suministros médicos ni electricidad. La población de Gaza se ha reducido en unos 160.000 habitantes durante la guerra. Más de 54.670 han muerto y 125.530 han resultado heridos. Estos números probablemente han aumentado mientras lee estas líneas.
Pero también Gaza nos la explican estas voces que emergen de entre las ruinas. «Comemos una vez al día comprando lo que podemos a precios de oro; una comida tonta, con arroz, latas o verduras de algunos huertos locales, puede costar más de 100 euros al día«, explica Hammad, que tiene que alimentar a toda su familia. «No tenemos nada, ni ropa, ni comida, ni medicamentos, ni servicios sanitarios en funcionamiento; lo que tenemos de sobra es muerte y basura«, apunta. «¿Cómo puede pasar esto, el hambre, la falta de agua, de tratamiento para los heridos, en 2025 delante de los ojos de todo el mundo?», se pregunta, aunque reconoce que pese a estar «bastante decepcionados», «algo de esperanza» sí les queda.
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