España tiene el segundo estado de bienestar más ineficiente de la OCDE: más gastos y peores resultados
Un nuevo informe publicado por el Instituto de Asuntos Económicos revela el profundo error cometido por quienes, aceptando la propaganda del gobierno socialista de Pedro Sánchezasocian un mayor gasto público con mayores niveles de bienestar.
De hecho, la narrativa dominante en el discurso de Moncloa, repetida diariamente por su altamente subsidiado equipo de opinión sincronizada, Asume que más Estado equivale a más bienestar. Desde la atención sanitaria hasta la educación y las políticas activas de empleo, la premisa implícita es simple: un sector público más grande garantiza mejores resultados sociales. Sin embargo, Los datos comparativos cuentan una historia muy diferente.
Así, un nuevo análisis internacional realizado por Nima Sanandaji y Stefan Fölster encuentra que, tras analizar 23 economías avanzadas (todas ellas con más de un millón de adultos y datos homogéneos desde 2010 hasta la actualidad), España ocupa el puesto 22 en términos de bienestar, sólo por delante de Grecia. Y todo ello teniendo en cuenta que el nuestro es uno de los países que más ha aumentado la presión fiscal y el peso del gasto público.
La tabla de resultados es la siguiente:
La comparación no se basa en percepciones o discursos ideológicos, sino en resultados medibles: salud (esperanza de vida, mortalidad evitable, calidad de la salud), educación (calificaciones obtenidas en el informe PISA, mediciones de aprendizajes y habilidades reales), empleo (tasa de desempleo ajustada por el nivel educativo de los trabajadores que sufren el desempleo) y exclusión social (indicadores de privaciones materiales, riesgo de marginación o pobreza, etc.).
Cada país recibe una calificación del 1 al 10 en todas estas dimensiones. A partir de este enfoque, España apenas consigue 4 puntosmientras que los países con mejores resultados obtienen puntuaciones mucho mejores, como vemos al valorar el podio del ranking, ocupado por Japón (9,4/10), Corea del Sur (8/10) y Suiza (7,5). Estos tres países presentan niveles de presión fiscal de entre el 25% y el 35% del PIB, muy por debajo de los niveles alcanzados en España.
España ocupa la última posición en desempleo entre personas con baja cualificación y también está en las peores posiciones en desempleo juvenil y desempleo de larga duración. Esto indica fallas crónicas en las políticas activas, con rigidez regulatoria y una estructura productiva que no es capaz de absorber talento u ofrecer oportunidades de manera comparable al resto de economías desarrolladas.
Algo similar ocurre en la educación. En PISA 2022, España retrocedió en matemáticas y lectura, situándose por debajo de la media de la OCDE. La paradoja: nunca se ha gastado tanto en educación, pero el modelo sigue priorizando los insumos (es decir, aumentar los costos de personal, reducir la proporción profesor-alumno, desarrollar más regulaciones) y no los productos (es decir, los resultados). En salud es cierto que España alcanza una alta esperanza de vidapero han empeorado los indicadores que dependen directamente de la gestión pública, como las listas de espera, la productividad hospitalaria, etc. En cuanto a los datos de inclusión, España presenta tasas de privación material y riesgo de pobreza superiores a la mayoría de economías de la OCDE incluidas en el informe.
El estudio muestra una clara correlación: Cuanto mayor es la presión fiscal, peores son los resultados medios en términos de bienestar.. Y, a la inversa, cuanto menor sea la presión fiscal, mejores serán los resultados en promedio. Por lo tanto, es perfectamente posible –y, de hecho, común– lograr mejores estándares de bienestar con estructuras estatales menos onerosas, ya que tales formas de gobernanza dan como resultado programas de gasto público más flexibles y mejor administrados, con un enfoque en los resultados.
El estudio sugiere que España emule los ejemplos de Japón, Corea, Suiza, Australia o Nueva Zelanda, que tienen menos impuestosmás crecimiento económico, servicios públicos más eficientes y mejores indicadores sociales. Sin embargo, España aparece como el segundo país con peor desempeñoya que acumula mucho gasto, poca productividad en su sector público y poca orientación para controlar los resultados obtenidos en función de los desembolsos realizados.
El problema no es sólo técnico, sino político y social. Un país que gasta como un rico pero obtiene resultados como los de un país rezagado tres escenarios posibles: (1) recaudar más impuestos para seguir apuntalando la ineficiencia (lo que evidentemente es indeseable), (2) mantener inalterado el modelo con el consiguiente escenario de deterioro progresivo del sistema (como lo demuestra el proceso de decadencia que ya vemos en salud y educación), o (3) una reforma profunda del sector público (orientada a mejorar resultados y no a inflar estructuras). Esta última opción es la que siguen los países que hoy lideran el bienestar global.
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