Esperando por el poscapitalismo
El reciente premio «Princesa de Asturias», el alemán-coreano Byung-Chul Han, es un crítico del capitalismo. Es lógico, porque el capitalismo es lo que hay, más allá de tiranías políticas, que están centradas en la lógica de detentar el poder por cualquier medio, aunque no en dejar de participar de algún modo en los mercados globales. Los textos de Byung-Chul Han son muy gratos de leer, te reconcilian con la espiritualidad, el individualismo solidario, la serenidad y cosas así que ya nos decían los clásicos como Séneca o Fray Luis de León.
[–>[–>[–>La cuestión es que la crítica al capitalismo, que es como criticar el aire, está a la orden del día siempre, sin alternativa a la vista. La más notoria fue la Unión Soviética y aquello no acabó de funcionar; como se ha dicho siempre preguntarse si podría haber funcionado en otras condiciones es muy interesante, pero bastante inútil.
[–> [–>[–>Creo que el primero que habló del término fue Peter Drucker, el maestro del management, en un libro de 1993 llamado «La sociedad poscapitalista», en pleno auge del mayor crecimiento de la economía en la historia mundial (de 1989 a 2012 hubo economías que crecieron el 400% del PIB). Drucker anticipó, de modo visionario, las contradicciones del sistema que se vislumbraban en el horizonte, pero dado que el capitalismo así sin más ni más no iba a acabar, a lo que vendría habría que llamarle de algún modo, y lo llamó poscapitalismo. Naturalmente, el término causó furor entre los anticapitalistas, porque parecía contener la transición hacía otros modelos desde el aborrecible capitalismo; en consecuencia, y más tras la crisis económica de 2008 y la lenta recuperación económica posterior, se abrazó con entusiasmo el término y se escribieron decenas de libros sobre el asunto, criticando con ferocidad al capitalismo y garantizando que ahora sí, más pronto que tarde, la sociedad capitalista en que vivimos acabará y se propiciará el advenimiento de una sociedad universal mejor, con elevados niveles colectivos de bienestar y prosperidad material, reducción del trabajo en una economía automatizada, mitigación de las crisis energéticas, estabilización y control de los sistemas financieros, nada de monopolios y por ahí todo seguido.
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La cuestión, sin embargo, es que el poscapitalismo no acaba de llegar, quizá llegará por sorpresa y nos encontrará pensando que vivimos en un mundo capitalista y alguien nos desvelará que no, que ya habitamos una sociedad poscapitalista. Lo que es de momento el capitalismo sigue incólume en su tradicional capacidad adaptativa, no sabiendo muy bien si la revolución tecnológica o el creciente sistema informacional que nos inunda por doquier lo fortalece o lo debilita. Se me ocurre una opción, como el gran problema de los modelos socialistas siempre fue la fijación de precios, que el mercado hace autónomamente y los procesos coercitivos autoritarios no pueden hacer, tal como demostró el debate histórico Hayek-Lange, quizá ahora, en la época de los algoritmos y la inteligencia artificial se podría solucionar esta falla; quién sabe si la China del capitalismo de Estado está trabajando en eso.
[–>[–>[–>Un economista ruso, Alexander Bogdanov, uno de los fundadores del partido bolchevique, que pugnó seriamente con Lenin por el liderazgo del movimiento revolucionario –perdió, acabó siendo vencido y acusado de pequeño burgués, pese a que sus opiniones eran, en realidad, más radicales– escribió una novela de ciencia ficción llamada «Estrella Roja» que se desarrollaba en Marte. El caso es que los marcianos habían conseguido la cuadratura del círculo: los recursos eran bastantes para la satisfacción ilimitada de cualquier necesidad, a costa, eso sí, de que eran tan buenos ciudadanos que cuando veían que la cosa se ajustaba y peligraba el suministro de algún producto que cualquiera desease se suicidaban en masa. En la novela los marcianos acaban con la Tierra, nuestro planeta, porque descubrieron que los poco evolucionados terrícolas no estaban dispuestos a semejante sacrificio; me temo que seguimos igual y que las buenas intenciones y las sociedades utópicas necesitan generar un ser humano nuevo si aspiran a tener alguna posibilidad de concretarse. Sin embargo, hasta donde se me alcanza, la humanidad no parece haber evolucionado mucho en generosidad y solidaridad desde la época de los faraones egipcios, solo hay que ver el panorama geopolítico actual: Gaza, Ucrania, Sudán, los conflictos incipientes en Sudamérica y Asia, etc., por no hablar de la personalidad abrasadora de los tres máximos líderes mundiales o del sectarismo ideológico imperante por doquier.
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Concluyo con una cita de Paul Mason, reputado periodista económico, aún defensor de la teoría ricardiana y marxista del valor trabajo, el cual, en uno de sus textos, en un alarde de sinceridad dice: «Si usted piensa que existe un sistema mejor que el capitalismo debe sentirse como un marciano abandonado en la Tierra, tiene una idea clara de cómo debería ser la sociedad, pero ningún medio para llegar allí».
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