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Europa necesita una Francia fuerte, una Alemania rearmada y que Italia y España se pongan las pilas

Europa necesita una Francia fuerte, una Alemania rearmada y que Italia y España se pongan las pilas
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  • Publishedabril 7, 2025



Sobre todo, no lo envidien antes de tiempo, porque sir Richard Dearlove sufrió lo necesario para merecer un minuto de consideración. No se dejen convencer por su mirada fría y enigmática porque no saben si un día sólo fue cálida y diáfana. No se dejen cautivar por sus secretos de novela porque se irá a la tumba sin airearlos entre amigos, en una tarde de sobremesa. De la vida ha obtenido admiración, éxito y agitación. Pero sir Richard, a sus 80 años, no ha obtenido lo que millones de hombres asumen con naturalidad: un poco de paz y una vida despreocupada.

Sir Richard nació en el último año de la Segunda Guerra Mundial, en un pueblo pesquero como cualquier otro. Pasó la mayor parte de su infancia solo o en internados. A sus padres los veía en las vacaciones, como a su abuela, y el resto del tiempo corría entre libros y desconocidos, a los que aprendió a descifrar de oído. Sir Richard fue un niño despierto, un adolescente brillante, un universitario becado en “la mejor universidad de Reino Unido”, Cambridge.

Pero bastó una oferta del MI6 para aparcar su prometedora carrera de historiador, motivado por “una mezcla de adrenalina y sensación de oportunidad única”, y no hubo vuelta atrás: se sorprendió como un tipo “bastante eficiente en su trabajo”, incluso como una garantía de “buenos resultados”, y fue destinado a un lado y otro de Europa, “a menudo bajo una identidad encubierta”.

Su identidad descubierta sobrevivía, mientras tanto, en personas contadas. “Mi padre no llegó a ver en lo que me convertí”, cuenta. Murió mucho antes en un accidente de tráfico. Lo recuerda con devoción. A fin de cuentas, su padre fue subcampeón de remo en los Juegos Olímpicos de 1948 con sólo una pierna; la otra se la amputaron de niño. Su madre, en cambio, vivió casi cien años. “Era una mujer muy inteligente”, dice, “entendía a la gente”. Y cuando nombraron jefe del MI6 a su hijo [lo fue entre 1999 y 2004], le envió una tarjeta escrita a mano. “Beware the highest benches”, leyó sir Richard en ella, “they are the slipperiest” [“cuidado con los escalones más altos”, en castellano, “son los más resbaladizos”].

El recuerdo de su madre alumbra un gesto neutro, calculado. “Pienso en ella a menudo, sí, inevitablemente”, continúa. “Suele suceder con las personas que han sido importantes y te han acompañado durante muchos años. Sobre todo cuando tienes una posición tan solitaria, como puede serlo la jefatura del MI6. Sí, estás rodeado de un equipo humano, pero en última instancia tú eres el responsable”.


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Sir Richard, ¿qué es para usted la amistad?

[Se da varios segundos] Separaría el concepto de “amistad” de mi trayectoria profesional. [De nuevo, una pausa]. Mi círculo de conocidos es muy amplio, pero mis verdaderos amigos son muy pocos. Sí, la amistad se basa en la confianza y en la integridad. Mi mujer dice que soy muy calculador. Ella es la mejor amiga que tengo; llevamos casados desde que éramos universitarios. Nos conocimos en Cambridge. Es una persona muy inteligente; es una intelectual. Y al margen de estar casados tenemos una amistad muy sólida. Llevamos casados… Dios… casi 60 años. Y tenemos tres hijos.

¿Y nietos?

Y tres nietos, también.

¿Y si necesita acudir a un psiquiatra?

No necesito ningún psiquiatra.

Tampoco podría acudir, si lo necesitara.

No, no [risas]. Lo que quiero decir es que me considero una persona muy equilibrada. No suelo sufrir en situaciones de estrés, así que no suelo simpatizar mucho con ese aspecto concreto de la vida moderna.

¿Qué es para usted el hogar?

Algo realmente importante. Siento que tengo una gran suerte por tener dos sitios diferentes a los que poder llamar “casa”. Mi mujer y yo llevamos una vida bastante recogida; tenemos muchos libros, llevamos una existencia bastante intelectual, escuchamos mucha música clásica… y en casa me siento muy relajado.

«He tenido mucho trato con políticos. Ellos ejercen el poder; yo influyo en ellos»

¿Alguna vez ha sentido la tentación de acudir a un bar, seducir a la camarera, ganarse a los parroquianos con sus anécdotas…?

Un agente de inteligencia es muy bueno domando su propia personalidad para poder escuchar lo que otras personas tienen que decir. [Hace una pausa]. ¿Me permite que le cuente una historia?

Por favor.

Todavía no era el jefe, pero sí el director de operaciones. Tenía que volar hasta Nueva York de forma urgente, así que volé en el Concorde, cuando todavía volaba y te llevaba allí en tres horas. Recuerdo sentarme junto a un empresario muy joven que se pasó todo el viaje presumiendo de lo bien que le iban las cosas, cómo de importante era lo que hacía, lo rico que era… y lo bien que pintaba su futuro. En ningún momento me preguntó nada, y a mí se me da bien hacer hablar a la gente. Cuando llegamos a Nueva York, el jefe local del FBI, que era buen amigo mío y una persona bastante imponente, interesante y teatral, entró en el avión junto a dos o tres agentes de policía, se plantó al comienzo del pasillo, junto a la puerta, y dijo: “Que todo el mundo continúe en su asiento mientras escolto a este VIP fuera del avión”. Así que me levanté y el joven empresario que tenía al lado se me quedó mirando y me dijo: “¿Quién coño eres?” [risas]. Disculpe el lenguaje.

¿Y qué le respondió?

Absolutamente nada. Es un ejemplo extremo, pero ha habido multitud de casos parecidos. Ahora que soy una figura relativamente conocida no suelo aparecer en lugares públicos con demasiada frecuencia.

Demasiada gente habla demasiado.

Bueno, a la gente le encanta hablar de sí misma. Y si estás entrenado puedes hacer que la gente hable de sí misma hasta el infinito sin que te pregunten nada a cambio.

¿Basta con el silencio?

O con hacer algún comentario del tipo “ah, qué interesante, siga contándome…”.


Sir Richard Dearlove, en la Casa de América, durante la entrevista.

Sara Fernández

El Español

Sir Richard Dearlove siguió hablando mucho, pero no demasiado. Un periodista puede descubrir que su entrevistado colecciona cientos de botellas de vino inglés sin acercarse, siquiera, a intuir sus labores diplomáticas en Nairobi. Un jefe jubilado de los espías británicos puede decir, por ejemplo, que conviene cuidarse de comprar teléfonos o automóviles chinos, a riesgo de que, llegado el momento, el Partido Comunista los use contra sus usuarios occidentales: casi al modo de los israelíes con los buscas de Hezbolá. Pero buena suerte si quiere sonsacarle los detalles de los eventos posteriores al 11 de septiembre de 2001, cuando Al Qaeda atacó Estados Unidos por sorpresa y mató a 2.996 personas.

“Me temo que no puedo ofrecerle grandes revelaciones”, se disculpa. “No hablo de mi pasado profesional, todavía me debo a la Ley de Secretos Oficiales”.

La Casa Blanca asoció el ataque con Sadam Husein, el sanguinario dictador de Irak, y los británicos dieron credibilidad a una fuente local que aseguraba que el régimen árabe disponía de armas de destrucción masiva. Un informe de inteligencia, validado por sir Richard, facilitó la invasión del país y la ejecución de Sadam. Las armas, sin embargo, nunca aparecieron, y el escándalo ensombreció la buena reputación del MI6 y, por extensión, del hombre al mando de la agencia.

Un programa de la cadena pública BBC reveló que, en julio de 2002 —a nueve meses de la operación militar en la que también se embarcó España—, sir Richard advirtió al primer ministro Tony Blair de que los hechos y la inteligencia se estaban moldeando al interés del presidente George W. Bush. En julio de 2007, ya retirado, sir Richard dio alguna pista más sobre las mentiras de aquellos días.“Ustedes saben tan bien como yo”, dijo en un acto de la London School of Economics, “que no hubo ninguna conexión entre el 11-S e Irak”.

Sir Richard, ¿de qué es capaz un jefe del MI6? ¿Traicionaría a un hijo por la seguridad de su país?

Lo único que puedo decir al respecto es que no te pondrías en esa situación.

¿Sabe? Ese trabajo impone un tipo de vida muy inconveniente para tu familia. Sería una decisión muy difícil. Las cosas se complican mucho cuando eres el jefe del MI6. Sobre todo en lo que a tu vida privada se refiere. Le diría, para que lo entienda, que la vida privada de una persona en esa posición termina distorsionada.

¿Distorsionada?

Tienes que estar disponible a todas horas. Debes tener un sistema de comunicaciones cifrado en casa. Todo tipo de medidas de seguridad. Tienes que moverte en un coche blindado y llevar guardaespaldas. Cuando viajas a otro país, incluso de vacaciones, es complicado ser un ciudadano más porque el gobierno local te va a imponer una serie de medidas de seguridad para garantizar que no te pasa nada. Así que no es fácil.

Sir Richard Dearlove, durante la entrevista.


Sir Richard Dearlove, durante la entrevista.

Sara Fernández

El Español

Sir Richard Dearlove, durante la entrevista.


Sir Richard Dearlove, durante la entrevista.

Sara Fernández

El Español

Entiendo que, antes de ser jefe, tampoco era cómoda. Usted fue un agente occidental en la Praga comunista.

Me enviaron a Praga como un supuesto diplomático de la embajada británica.

Supuesto…

Sí, supuesto, porque en realidad era el jefe de operaciones de inteligencia allí. Mi mujer habla ruso y yo hablo checo con una fluidez razonable. La vida era bastante dura al otro lado del telón de acero. Me seguían –nos seguían– mucho. Era rutinario. Había que asumir que nuestra casa estaba plagada de micrófonos ocultos, y sé que lo estaba porque al marcharnos hubo reformas en el piso y encontraron entre 20 y 30 micrófonos, pero había que entender que eso era lo normal. Es decir: lo normal si eras un joven diplomático que además hablaba el idioma local. En ese caso estabas automáticamente bajo sospecha. Y, a fin de cuentas, yo era el jefe de la inteligencia británica allí. El caso es que me enviaron a Praga y, aunque no voy a entrar en detalles, sí puedo decir que me encomendaron liderar una gran operación de espionaje.

Parte de la operación es conocida. La República Checa hizo pública la documentación al respecto, pero en el Reino Unido nunca se hace público nada, así que no quiero hablar de la operación. Todo lo que puedo decir es que una persona que habíamos formado fue puesta al mando de las operaciones de los servicios secretos checos que tenían como fin infiltrarse en la inteligencia británica. Es decir: la persona encargada de infiltrarse en la inteligencia británica era, en realidad, uno de los nuestros, y a mí me enviaron a Praga para coordinar esa operación.

¿Qué fue de él?

Murió de causas naturales, de un ataque al corazón, durante mi última etapa allí.

¿Qué queda de ese mundo?

¿Qué queda?

Sí.

Bueno, queda Rusia.

Sir Richard Dearlove, durante la entrevista.


Sir Richard Dearlove, durante la entrevista.

Sara Fernández

El Español

Y usted, sir Richard, ¿quién es?

El exjefe del servicio de inteligencia británico, así es como se me conoce. Ahora estoy retirado, pero estuve 38 años en el MI6. Es bastante tiempo. He sido director del Prembroke College, he sido presidente de la junta de la Universidad de Londres durante diez años…

Pero, sir Richard, ¿por qué le define su carrera?

No puedo evitarlo. He sido el decimotercer jefe del MI6. No mucha gente ha tenido el privilegio de ocupar esa posición. Es un trabajo único. Te procura algunas de las experiencias más extraordinarias que puedas imaginar.

¿Le enseñó qué es el poder?

¿Qué es el poder? [Piensa durante varios segundos]. El poder es algo que hay que tener para ejercerlo. Hasta cierto punto es conocimiento. Pero yo, por ejemplo, no me considero una persona poderosa, en absoluto. Influyente, quizás. No es lo mismo.

¿Prefiere la influencia al poder?

Ya sabe: no soy político. Nunca lo he sido y nunca he sentido interés por serlo. Pero he tenido mucho trato con ellos; ellos ejercen el poder y yo influyo en ellos. Eso no es poder. Pero sí, vale, la gente escucha lo que tengo que decir. Mi pasado me da acceso, o me concede la oportunidad, de hablar con todo tipo de gente.

«Pensábamos, cuando Putin llegó al poder, que quizás él era diferente. Pero esa impresión no tardó en evaporarse»

Sir Richard, ¿es el primer ministro del Reino Unido el hombre más poderoso del Reino Unido?

En el Reino Unido, el centro del poder pertenece al primer ministro y a la gente que lo rodea. Yo era jefe del MI6 cuando sucedió el 11-S, durante la invasión de Afganistán, durante la guerra de Irak… y he pasado mucho tiempo con el primer ministro. Es lo que un jefe del MI6 hace cuando hay una crisis. Puede no ser así, pero a mí me tocó ocupar el cargo durante una época de crisis constante.

No dormiría mucho.

No, hay que ser bastante robusto. Pero está bien: si no puedes con ello, dedícate a otra cosa.

¿Es Vladímir Putin el hombre más poderoso de Rusia?

Sí, por supuesto. Sin ninguna duda. Estuve con él cuando acompañé a Blair. Visité Rusia unas cuantas veces durante aquel periodo. Queríamos saber si podíamos desarrollar una relación diferente con Rusia. Pensábamos, cuando Putin llegó al poder, que quizás él era diferente. Pero esa impresión no tardó en evaporarse. Nos dimos cuenta de que estábamos equivocados. Pensábamos que teníamos una oportunidad…

¿Putin ha ido evolucionando o tenía este plan desde el principio?

Putin, probablemente, tenía una estrategia desde el principio. O una estrategia personal y una creencia basada en su interpretación de la civilización rusa.

¿El alma rusa?

Sí, le influye una determinada visión de la historia de Rusia que creo entender bien por todo el tiempo que he pasado lidiando con rusos y, hasta cierto punto, por las veces que la he visitado. La pérdida de Ucrania es, para Rusia, un asunto de vital importancia y que explica dónde estamos ahora. Y no estoy defendiendo la posición rusa; solo digo que Rusia, sin Ucrania, queda muy reducida. Y, por supuesto, en términos reales, ya ha perdido Ucrania. No la va a recuperar. Puede que recupere una parte, pero incluso en ese caso hablaríamos de una parte destrozada y despoblada. Una parte a la que llevará años recuperarse de esta guerra.

Sir Richard Dearlove, durante la entrevista.


Sir Richard Dearlove, durante la entrevista.

Sara Fernández

El Español

¿Qué vio en sus ojos?

¿En Putin? Una persona muy fría, calculadora.

¿Inteligente?

[Se toma su tiempo]. Astuto, quizá. No le sabría decir cuán inteligente es. Pero conozco a las personas de las que se rodea: son inteligentes. Conviene no infravalorarlos. Algunos de ellos son bastante intimidantes.

¿Lavrov?

Lavrov, en aquella época, tenía un perfil más clásico. Era un diplomático tradicional. Ahora es otra cosa. Lavrov ha evolucionado a base de trabajar junto a Putin y de poner su propia carne en el asador. Pero, si hablas con gente que le trató mucho cuando estuvo en Naciones Unidas, lo que te dice es que era alguien mucho más tratable. Ahora tiene un perfil mucho más extremo, como se concluye de sus declaraciones. No deja de ser un apparátchik; un alto funcionario leal, no una persona poderosa por su propio peso. Hay otra gente como Pátrushev…

Por quien quería preguntarle.

He coincidido alguna vez con él. Es listo, muy listo. Desconcertante. Basándome en las veces que he tenido que lidiar con él, es alguien a quien desde luego respetaría. No estoy diciendo que me caiga bien, pero es alguien que sigue siendo importante allí donde otros muchos que también llegué a conocer han desaparecido, como Serguéi Ivanov, que fue viceprimer ministro de Rusia [entre 2005 y 2007]. Ivanov y yo llegamos a llevarnos bastante bien. Pero él ya no figura en el mapa. Y conocí a varios antiguos miembros del KGB: algunos de ellos me impresionaron. Eran muy inteligentes. No conviene infravalorarlos por su brutalidad.

«No creo que Trump quiera un desastre afgano durante su mandato, un desastre por el que sea recordado»

¿Qué odia admirar de ellos?

Soy un gran admirador de la civilización rusa. Amo la música rusa. Amo la ópera rusa. ¿A quién no le gusta Chéjov? ¿A quién no le gustan los grandes novelistas rusos? No soy lingüista ruso, pero mi mujer sí lo es, y el ruso es el único idioma que puede competir con el inglés en sutileza y variedad. Hay algunos paralelismos entre la cultura inglesa y la rusa. No estoy diciendo que tengamos mucho en común; hablo de algunos paralelismos. Y cuando visitas Rusia te das cuenta de que es un país extraordinario. Realmente extraordinario. Y como historiador debo decir que su historia también es extraordinaria. Así que soy un gran admirador de la civilización rusa. El país ha sido secuestrado por una banda de cleptócratas, pero es un lugar fascinante.

Que exige un estómago fuerte.

[Risas] Necesitas un estómago fuerte y una cabeza fuerte. Te ofrecen chupitos de vodka nada más terminar el desayuno.

¿Sigue en contacto con rusos?

No demasiado, la verdad. Me aparté. Y ellos probablemente me eviten ahora mismo. Soy demasiado tóxico.

¿Cuál es la conexión entre Trump y Rusia?

Mire, cuando va un empresario por allí siempre hay interés en él. Me refiero a los servicios de inteligencia. Y, obviamente, Trump ha tenido tratos financieros con los rusos a través de su inmobiliaria. Algunos de ellos algo opacos. Pero creo que, básicamente, que Trump siente una antipatía profunda por Zelenski y simpatía por Putin.

Sir Richard Dearlove posa para la entrevista.


Sir Richard Dearlove posa para la entrevista.

Sara Fernández

El Español

¿Profunda?

No necesariamente una simpatía profunda, pero es indudable que le cae bien. Y Trump es, obviamente, alguien para quien la química personal es importante. Y se lleva bien con Putin, mientras que con Zelenski no se lleva nada bien. Y creo que ese es parte del problema que tenemos ante nosotros. Con Putin puede tener una conversación agradable, empática, mientras que con Zelenski probablemente no. Y eso nos lleva hasta una cierta distorsión en su comportamiento. Pero no creo que sea una distorsión absoluta. Todavía no sabemos cuál va a ser el resultado de las iniciativas que ha puesto en marcha Trump sobre Ucrania. No estamos en absoluto cerca de llegar a destino. De modo que no podemos plantear juicios preliminares porque Trump dice cosas escandalosas, pero existe esta incertidumbre en torno a dónde vamos a terminar. No lo sabemos.

Existe otra posibilidad: que tampoco Trump lo sepa.

Exacto, y hay cosas enormemente preocupantes en lo que a la actitud de Trump se refiere en relación al conflicto de Ucrania. Está esa sensación de que quizás él vea un acuerdo con Rusia favorable desde un punto de vista económico, de negocios, sin pensar en el medio y largo plazo y sin pensar en la estrategia en torno a la seguridad global. Pero la respuesta es que realmente no lo sabemos. Lo que sí puedo decir a estas alturas es que no creo que Trump quiera que se dé un desastre afgano durante su mandato, un desastre por el que se le vaya a recordar. Porque su política fue parcialmente responsable de lo ocurrido en Afganistán, fue él quien negoció con los talibanes, y me pregunto hasta qué punto está dispuesto a repetir un error estratégico de ese calibre.

¿Un hombre como Trump es capaz de entender que está equivocado?

Sí, creo que sí. Porque es capaz de cambiar de rumbo. Es parte del problema; da bandazos. Incluso su propia gente tiene dificultades a la hora de predecir hasta dónde puede llegar. Y eso es lo verdaderamente desconcertante para la comunidad internacional. Con Trump nunca puedes estar seguro al cien por cien de dónde te encuentras. Y pienso que hay dos Trump: está el Trump de la Casa Blanca, que es un poco más predecible que el Trump de Mar-a-Lago [su residencia de Florida]. Cuando está en la Casa Blanca, la estructura gubernamental es la que le rodea, mientras que en Mar-a-Lago es el ecosistema MAGA el que flota a su alrededor. Y los dos se encuentran en conflicto. La pregunta es: ¿quién domina al otro? Hoy, precisamente, es difícil hablar de Trump por el anuncio de anoche [la imposición masiva de aranceles].

«No hay que firmar un acuerdo antes de necesitar firmarlo. Rusia vive un momento complicado»

Sir Richard, ¿le sorprendió que Putin introdujese al jefe del FSB en las conversaciones sobre Ucrania?

No me parece un asunto particularmente importante. Cuando era jefe del MI6 estuve en conversaciones con el primer ministro relacionadas con asuntos bastante graves. Así que no veo en ello un problema.

¿Y, como europeos, estamos cometiendo un error al discutir el despliegue de tropas en Ucrania, por ejemplo, antes de ser invitados a esa mesa?

Los europeos tienen preocupaciones serias sobre su seguridad, y es importante trasladárselas a la administración de Trump. Lo difícil con Trump es cómo comunicarse con él. Tiene su propio estilo y gente a la que escucha. Pero si yo estuviese ahora en el número 10 de Downing Street [la oficina del primer ministro en Londres] intentaría trasladar, por todos los medios posibles, mis ideas hasta el otro lado del Atlántico. Hasta el presidente de Estados Unidos. Para que, al menos, sepa que existen. Y trataría de hacerlo de una manera… especialmente cuidadosa. Un mensaje simple pero claro.

¿A quién escucha Trump?

Es interesante saber que el líder europeo al que está escuchando últimamente es al primer ministro finlandés, con quien ha jugado al golf. Resulta que Alexander Stubb es un golfista semiprofesional y Trump, como sabemos, adora jugar al golf contra alguien que suponga un reto. Tuvieron una conversación de lo más interesante, explicada de forma bastante extensa por el propio Stubb. El mensaje que trasladó a Trump es que, después de todo el gasto realizado por Estados Unidos, Europa y Ucrania en materia de dinero, sangre y vidas, no se apresure a la hora de firmar un acuerdo prematuro con Putin. Que se tome su tiempo. De hecho, acabo de escribir un artículo cuya conclusión es que en Ucrania todo gira en torno a los tiempos, y si uno quiere ganar el Premio Nobel de la Paz, debe tenerlo en cuenta. No hay que firmar un acuerdo antes de necesitar firmarlo. Rusia vive un momento complicado. Trump no tiene que darles a entender que se encuentran en un buen momento, porque están en un momento muy malo.

El entrevistador y el entrevistado.


El entrevistador y el entrevistado.

Sara Fernández

El Español

Así que no espera que Estados Unidos se desentienda completamente de Europa.

No. Trump quiere que los europeos asuman muchas más responsabilidades en Defensa. España, por ejemplo, gasta el 1,2% de su PIB y eso no es en absoluto suficiente. Tienes que gastar el 2,5%. por lo menos. ¿Por qué tiene que hacerse cargo de la defensa de España, o de cualquier otro país europeo, el contribuyente estadounidense? Y el Reino Unido va a tener que armarse masivamente. Y le diré algo más: cuando abandonamos la Unión Europea, ésta tenía que haber entendido que lo mejor era tener un acuerdo privilegiado. Europa necesita desesperadamente las capacidades defensivas británicas. Debemos ser el socio más próximo de la Unión Europeo y no uno al que discrimina. Ese fue mi punto durante el Brexit; es ridículo ser tratado como un paria.

Ahora todo eso ha cambiado.

Alguien me decía, hace unos cinco años, que llegaría el día en que Europa deseara tener en el Reino Unido su mejor aliado. Y eso es lo que ha sucedido. Europa necesita al Reino Unido, una Francia poderosa, una Alemania rearmada… y que Italia y España se pongan las pilas para contribuir a la defensa del continente.

¿Nos dará Trump el tiempo para prepararnos?

Ese es el problema: que hablamos de un periodo que durará entre cinco y diez años. Pero nunca es tarde para empezar.

Sir Richard, acabemos con Pynchon. ¿Qué mueve el mundo: la conspiración o el caos?

El caos, indudablemente. No crea en las teorías de la conspiración. Puede que una entre cien sea cierta, pero soy completamente contrario a esas teorías: nunca son la explicación. Suele serlo el caos combinado con las malas decisiones.

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