éxitos y fracasos de una cumbre de la OTAN histórica
Desde que el pasado 20 de enero Donald Trump regresara a la Casa Blanca, los ojos del mundo se han vuelto hacia él. Y en la cumbre de la OTAN celebrada este año en La Haya no iba a ser diferente. El presidente de EEUU ha sido el principal protagonista de la reunión anual de líderes de la Alianza Atlántica, organizada con todo cuidado para no incomodarle. Junto a él, han compartido foco el español Pedro Sánchez y la nueva exigencia para los socios de dedicar el 5% de su gasto a defensa.
Estas son las principales claves de una cumbre histórica:
Ya es oficial. El famoso 5% del PIB anual en gasto en defensa que exigía Trump y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, hizo suyo, ha sido refrendado este miércoles por los líderes de la alianza. Esto supone un incremento sustancial con respecto al 2% que los aliados pactaron en Gales en 2014, y debe servir para reforzar la capacidad de defensa y disuasión de la organización. Ese porcentaje estará dividido en dos. Por un lado, los países deberán invertir un 3,5% en gasto militar puro, para cumplir con los objetivos de capacidades militares que se ha autoimpuesto la alianza, y que van desde consolidar los sistemas de defensa aérea, hasta comprar más armas, o reforzar los ejércitos. Por otro, los gobiernos deberán dedicar al menos un 1,5% del PIB mejorar la protección, por ejemplo, de infreaestructuras críticas o luchar contra amenazas híbridas. Los aliados tienen hasta 2035 para lograrlo, pero habrá revisiones progresivas de los esfuerzos. La próxima será en 2029 y tendrá en cuenta los avances pero también la situación geopolítica.
Todos los aliados han firmado ese compromiso en forma de declaración. Todos se comprometen así a cumplir con el objetivo. Pero España ya ha dicho que no va a pagar. Según Rutte, ese 3,5% del PIB es la inversión necesaria para garantizar que la alianza tiene lo que necesita para defenderse, es decir, cumple con los objetivos de capacidades militares. Sin embargo, Sánchez alega que España puede cumplir esos objetivos limitándose a invertir un 2,1% del PIB. Tras un intercambio de cartas en el que el secretario general concedía al gobierno «flexibilidad» para lograr los objetivos, el presidente se siente legitimado. Sin embargo, la actitud no ha gustado a los aliados, con Trump amenazando a Sánchez con hacer para a España en forma de aranceles.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, se comportó como un servidor dócil ante el más poderoso miembro de la organización, Estados Unidos. La difusión de un mensaje privado elogioso dirigido a Trump, alabándole los ataques contra las instalaciones atómicas iraníes debería haberle abochornado. En lugar de eso, Rutte ratificó explícitamente su admiración por el éxito de una operación cuya legitimidad ha cuestionado la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas. El apoyo servil de Rutte fue la comidilla de la cumbre. Frente a esa posición, el canciller alemán, Friedrich Merz, integrado como el francés Emmanuel Macron y el británico Keir Starmer entre apóstoles del rearme europeo, insistió en que su determinación a aumentar el gasto militar no obedece a un interés por «contentar» a otros, sino a su propia convicción.
Trump había provocado uno de sus conocidos revuelos al cuestionar, de camino a La Haya, el «sentido» o posibles interpretaciones del Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, puntal de la organización. Es decir, el que establece el compromiso compartido de responder a un ataque a cualquier estado miembro. El presidente estadounidense avivó así el temor a dejar en la estacada a una Europa que aún depende de su poderío militar para defenderse. Ya en La Haya rectificó sus declaraciones y prometió fidelidad absoluta a ese sacrosanto articulado. Sobre La Haya se impusieron así dos ‘5’: el alusivo al objetivo de incremento del gasto militar y el que del artículo por el que se equipara un ataque a un estado miembro a una agresión propia.
Tras tres largos años bajo una guerra de agresión, Ucrania aparentemente dejó de estar entre los asuntos prioritarios de la OTAN. Rutte insiste en que el camino ucraniano hacia la organización es «irreversible». Pero más allá de esta frase rutinaria no hubo decisiones relacionadas con el apoyo a Kiev ni tampoco anuncios de sanciones o nuevas presiones sobre Moscú. Volodímir Zelenski acudía como invitado, pero no asistió a sus sesiones plenarias. Tuvo sucesivas bilaterales, incluida una con el presidente estadounidense, Donald Trump. Incluso entre los países más comprometidos con el apoyo a Kiev, los del flanco este, se respira más interés en el propio rearme que en la ayuda militar al país agredido. Eso sí, las partidas para Kiev quedarán incluidas en el objetivo de elevar el gasto al 5% del PIB.
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