Feijóo y el fantasma electoral de las pensiones
El PP ha anunciado volantazo parlamentario. A diferencia de lo que hizo la pasada semana, se dispone a apoyar en el Congreso el decreto que recoja la subida de las pensiones en otra inminente votación. El principal partido de la oposición lleva días expuesto al bombardeo crítico gubernamental, que le culpa en exclusiva de que el macrodecreto anterior, que junto a las pensiones recogía otro buen ramillete de medidas sociales y económicas, decayera. Los populares votaron en contra, cierto, asumiendo las consecuencias políticas de su decisión. Pero no fueron los únicos, puesto que Junts, uno de los socios cruciales de Pedro Sánchez (y el más ruidoso sin duda), votó lo mismo que los populares. Aquella sesión plenaria, en la que además de pensiones se votaban rebajas en transportes o ayudas a damnificados por la DANA, fue desastrosa.
Todos lo hicieron mal: los que llevaron un paquete tan sensible al Parlamento sin suficientes garantías y los que, creyéndose que ser diputado es sinónimo de jugador de póquer, actuaron pensando en cuánto ganaban ellos en la partida o en qué perdía el adversario, en lugar de centrarse en los ciudadanos a los que representan.
Pero el guion ha cambiado sorprendentemente. El Gobierno se ha empeñado en renegociar con Junts lo que hipotéticamente ya había negociado en diciembre para garantizar que los catalanes votarán ahora a favor del nuevo decreto, a cambio de trocear más de lo que deseaban el paquete de medidas y, de postre, agitar el debate de que Sánchez se someta a una cuestión de confianza. Por su parte, la cúpula popular asegura ahora que votará “sí” al nuevo decreto de pensiones y ayudas, con la tranquilidad que le da poder argumentar ante su afición más extrema que el puñado de medidas se aprueba porque Junts ya ha confirmado su respaldo, y que los populares cambian su voto pero no se convierten en imprescindibles para sacar el Ejecutivo de izquierdas del lío.
Lo paradójico es que con ese voto también avalarán, por ejemplo, la devolución al PNV de un inmueble ubicado en París que les fue incautado en tiempos de guerra algo que, la pasada semana, les parecía una barbaridad que justificaba su “no”. Ese que ahora será un “sí”… En fin. Más allá de la entendible indignación que todo este espectáculo de nuestros políticos causa en la ciudadanía (la de izquierdas, la de derechas, la del centro, la de arriba y la de abajo), detrás de los giros hay motivaciones a mayores. El PSOE, porque intenta, como sea, sobrevivir en esta legislatura agónica. El PP, porque no quiere volver a quedarse en las puertas de La Moncloa ni que cuaje la idea de que los pensionistas le dan igual… porque votan. Y son muchos.
Si recuerdan, el PP de Alberto Núñez Feijóo ganó las últimas generales, las de julio del 23, pero no pudo gobernar por falta de complicidades en el Congreso. Durante meses se analizó en el cuartel general de los populares qué fue lo que se hizo mal en la última semana de campaña, cuando supuestamente Alberto Núñez Feijóo iba sobrado camino de La Moncloa. Se buscaron razones para entender qué provocó que aquella expectativa de voto masivo que arrastraba se rebajase, colocándole en una encrucijada a él que le hacía depender de varios grupos parlamentarios, además de Vox, que le dieron la espalda.
En aquellas revisiones de los días de campaña, algunos dirigentes y expertos electorales del PP coincidieron, en ciertas cuestiones, con el análisis hecho sobre la misma materia por determinados dirigentes y expertos electorales del PSOE: a Feijóo no le benefició ausentarse del debate en el que, además de Sánchez, participaron Vox y Sumar. Pero sobre todo le hizo daño la entrevista en TVE en la que se enzarzó con su entrevistadora en una discusión sobre si los populares habían apoyado siempre, o no, la revalorización de las pensiones conforme a IPC. Él insistía en defender que sí, mientras que ella le corregía en directo subrayando que no había sido así en 2012, 2013 y 2017.
El rifirrafe entre el candidato y la periodista Silvia Itxaurrondo se hizo viral… y se hizo viral por el enorme peso que el tema de las pensiones tenía y tiene en la opinión pública española, como , por otro lado,habían descubierto ya años atrás socialistas y populares cuando acordaron dejar el debate que afectaba a los pensionistas aislado –y protegido- en el Pacto de Toledo, sin practicar la esgrima política con tan delicado asunto. Ese pacto, como otros calificados “de Estado” alcanzados por los dos grandes partidos, se ha deshecho en medio de las trincheras de la “nueva política”.
Ahora la reforma o la subida de las pensiones es parte de la contienda política. Del pimpampún. Del cómo me des, te doy más fuerte. Del tacticismo barato, sin importar si eso ensordece o no a un colectivo afectado que, como se señalaba previamente en este texto, además de nutrido, vota. Vaya si vota. Y marca tendencia en sondeos. En la dirección del PP esto se sabe y no se olvida que quedar señalado como un partido que impide o no sube las pensiones, puede tener un alto precio… y han visto una oportunidad para, forzando el volante, recolocarse en la carretera después de haber sido insistentemente acusados de poner en riesgo la subida para el 2025. Feijóo circula ahora con menos riesgo que hace unos días, aunque algunos de sus compañeros de filas adviertan de qué tanto trompo puede llevar al partido a perder la ruta.
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