Fiscal general detestado
Sánchez es un maestro de la defensa numantina como aviso previo de un ataque furibundo. Tal es la estrategia tras la sentencia condenatoria del fiscal general detestado, soldadito de plomo de la gleba sanchista quemado en las brasas de la bailarina de Madrid.
[–>[–>[–>El presidente del gobierno acata -dice- el dictamen del Supremo, pero disiente de la decisión de los jueces, que es como decir -sin decirlo- que los autores de la sentencia tomaron una decisión injusta a sabiendas. Baste que el líder haga ese pronunciamiento para que el rebaño se eche a la calle a berrear contra los “golpistas de toga”. De tal guisa acabó la semana, con un Black Friday judicial que da pie al PSOE a tocar a rebato y a movilizar a la infantería en busca del último cartucho en el Constitucional. Donde manda un tal Conde Pumpido…
[–> [–>[–>Sánchez se afana en convertir cada resolución judicial que no le complace en un ataque contra la democracia, al tiempo que agita el espantajo de la “reacción judicial”. El bucle es perfecto: se desacredita a los jueces para blindar el poder, se invoca al pueblo para justificar la presión institucional y se envuelve el mejunje en una retórica sentimental que pretende sustituir razones por fidelidades. Pero un Estado de Derecho no se sostiene con adhesiones ciegas ni con cruzadas contra quienes aplican la ley, sino con una separación de poderes real y con líderes que entienden que gobernar implica aceptar límites. Que sepan que un fiscal general del Estado no es bien mandado ni el paraguas del poder cuando graniza.
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