Francia se ha convertido en un país sin proyecto y sin esperanza
Francia saludaba esta semana a su quinto primer ministro de la segunda legislatura del presidente Emmanuel Macron. Sébastien Lecornu llega al Palacio de Matignon sin generar mucho entusiasmo en las calles, y con un panorama complicado: una Asamblea Nacional sin mayorías claras y con una descontrolada deuda que asfixia al país que en otro tiempo fue sinónimo de grandeza.
Para el politólogo franco-argelino Sami Naïr, Lecornu irrumpe «sin ninguna proyección». A sus 79 años, Naïr –que trabajó junto a François Mitterrand y, más tarde, para Lionel Jospin— pertenece a esa generación que aún conoce en profundidad los entresijos de la política francesa.
En entrevista con EL PERIÓDICO, analiza la actual crisis que vive el país vecino.
En algo más de un año Francia ha vivido una disolución de la Asamblea Nacional, y un fallido voto de confianza. Según usted, ambas estrategias han sido actos suicidas. ¿Por qué?
El principal suicidio es el de Bayrou. Ha puesto su cabeza bajo la guillotina, porque sabía que iba a perder. No estoy seguro de que Bayrou haya renunciado a presentarse en las próximas presidenciales. Él sabía que en diciembre no podría conseguir el apoyo de la extrema derecha ni de la izquierda, y prefirió entonces dejar el barco hundirse para, probablemente, presentarse a las próximas elecciones presidenciales. Aunque el golpe que ha recibido esta semana ha sido tremendo.
Macron ha confiado el puesto de primer ministro a Sébastien Lecornu. ¿Será él quien saque a Francia de esta crisis política o esta situación va más allá de un personaje?
No se trata de un personaje político. Sébastien Lecornu es un secretario de Macron. Es un tipo que no tiene ninguna proyección, ni política, ni intelectual, ni electoral en el país. Es una elección muy mala desde el punto de vista estrictamente electoral. Nuevamente, Macron se ha elegido él mismo para dirigir el Palacio de Matignon. Desde 2017, Macron se ha comportado no sólo como presidente, sino también como primer ministro. Es decir, el problema de esta crisis es Macron. No tiene proyecto, no quiere aceptar el veredicto de los electores y desgraciadamente no tiene el apoyo de la población.
¿Hay una falta de liderazgo en el país, entonces?
No creo en los hombres que llegan para salvarnos. La desgracia es que en Francia no hemos tenido ni un partido, ni un político que pueda tener una visión capaz de proponer un gran proyecto. Francia se ha convertido, no solo en un país en crisis económica, sino en algo mucho más grave, en un país sin proyecto y sin esperanza.
¿Ni siquiera De Gaulle?
¡Ah! De Gaulle es otra cosa (risas). Cuando en 1970 dijo que creía que lo mejor era suprimir el Senado, porque sólo servía para recibir dinero público y constituir feudalidades, amenazó con irse y se fue. No he visto a ningún otro político hacer lo mismo hasta la fecha. He trabajado muy cerca de Mitterrand y no se puede comparar. Charles De Gaulle no creo que fuera la solución, pero al menos era un político honesto.
Más que una crisis política, parece que estamos ante una crisis de régimen.
Muchos hablan, con toda la razón, de una crisis de régimen. En los 2000 se produjo un error tremendo con el cambio del sistema electoral. Antes teníamos un presidente elegido para siete años, que cuando había una mayoría legislativa de 5 años, el jefe de Estado tenía la obligación de escoger a la fuerza más votada y crear una cohabitación.
¿Por qué no funciona ahora mismo la política de centro en Francia?
El centrismo ha demostrado que en Francia no funciona. Eso lo sabemos desde la llegada de la Quinta República. Cuando Macron llegó al poder intentó hacer una política centrista de derecha y no funcionó, porque las polarizaciones sociales en Francia son muy importantes. Lo que está en juego es fundamentalmente la transformación del papel del Estado francés, basado en una concepción de bien público.
La crisis económica y los presupuestos han sido el motivo de la caída de François Bayrou. Sin embargo, el ex primer ministro señaló que la situación del país se debe a 50 años de mala gestión. ¿Qué piensa usted de esto?
Bayrou tiene una gran responsabilidad también en eso, porque en los últimos 40 años ha apoyado todas las políticas de su grupo político de derechas. Aunque la realidad es mucho más compleja. Antes del año 2000, antes de la aplicación del Tratado de Maastricht, el sistema de Francia funcionaba muy bien. Francia no tenía deuda y era la segunda potencia europea. La situación de inestabilidad económica no existía. Tras la puesta en marcha de la política de estabilidad, Francia ha entrado en una crisis excepcional de la financiación del Estado, porque estas financiaciones son incompatibles con la lógica europea, una lógica neoliberal, que consiste en reducir sistemáticamente las inversiones del Estado en los servicios públicos. Entonces, ¿cómo se puede hablar del gasto del Estado cuando el Estado no tiene el control del presupuesto, porque pertenece a la Comisión Europea?
El modelo liberal de Macron tras ocho años de rebajas de impuestos, ¿ha servido de algo, habida cuenta de que la deuda y el déficit están en máximos?
La clave es tener un sistema de imposición justo. Sabemos que si quitamos los impuestos, quitamos los servicios públicos. Bajar los impuestos es permitir una privatización más grande y permitir una diferenciación cada vez más importante entre las clases sociales. Es enriquecer a los más ricos y empobrecer a los más pobres. Aunque aumentar los impuestos también puede ser injusto si se trata de subirlos a los más pobres y no a los más ricos. Precisamente, todas las grandes revoluciones en Francia han sido provocadas por un problema de impuestos; desde la Revolución Francesa de 1789 hasta las grandes crisis. Ahora estamos en una situación en la que hay que hacer una importante reforma del sistema fiscal e instaurar un sistema justo para el país. En estos últimos 20 años, Francia ha bajado tremendamente los impuestos sobre las grandes empresas creando una carga fiscal enorme sobre las capas medias, ocasionando su empobrecimiento.
¿Se exagera el problema de la deuda y se utiliza como carta política?
Lo que ha hecho Bayrou es una manipulación vergonzosa para justificar su incapacidad de actuar y para dar miedo a la gente. Porque el miedo se ha vuelto ahora en una herramienta política; la deuda, los inmigrantes, el islam… Todos los partidos están utilizando el miedo. En este caso, la realidad es totalmente diferente. Si uno analiza la deuda, no es una deuda mucho mayor a la de los otros países. Se encuentra en la media de las deudas de todos los países europeos. Y todos los países que tienen ahora una deuda menos importante, como por ejemplo España o Portugal, es porque han sufrido unas políticas de restricciones enormes que los franceses han rechazado en la calle.
Una crisis cada vez más acentuada, las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, y el arco parlamentario cada vez más fraccionado…
No existen alianzas, porque hay muchas divisiones internas. La derecha no se ha puesto de acuerdo para tener a un candidato y tampoco la izquierda. En 2025 veremos un proceso de diferenciación progresivo, y creo que no será hasta prácticamente febrero de 2017 cuando veamos a un candidato de consenso en la izquierda y otro en la derecha. La situación es complicada porque la fragmentación del campo político refleja también la fragmentación del campo fisiológico y económico.
¿Esta crisis es un mal de Francia o es un mal extendido a toda Europa?
El mal de Francia es un mal mundial. Es el mal que encuentras en EEUU, que existe también en Rusia. Es el mal vinculado a la globalización. El mal neoliberal ha destrozado todos los mecanismos de equilibrios sociales a escala planetaria. Asistimos hoy a una ola contradictoria, y vamos a ver en los próximos años el retorno del Estado, el retorno del proteccionismo, el retorno del nacionalismo.
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