Íñigo Méndez de Vigo
“(…) Te hace preguntarte, ¿cómo no se me había ocurrido antes? (…)”, Vicent, M., «Una persona singular»
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Estuve en Gijón en la conferencia de Íñigo Méndez de Vigo. Por cierto, descendiente del patriota antinapoleónico que, oriundo de La Corredoria, con ese mismo glorioso nombre, figura en las placas de la confluencia ovetense de las calles Cimadevilla, Altamirano y Rúa. Exacto lugar donde escuché, lógicamente impresionado adolescente, por primera vez un improvisado erudito discurso de mi padre, entre «los maceros municipales», al cumplirse siglo y medio de la gesta y medio centenario de la primera de las inscripciones callejeras oficiales
[–>[–>[–>Debo decir, leal por encima de siglas políticas y sin rodeos, que fue la de Íñigo la mejor intervención por mí escuchada, ya sea de viva voz o en red, de los últimos años. Bien mereció desplazarme a la Laboral con mis limitaciones físicas, tal mi hija Aida suele exigirme, «¡sal de zona de confort!». De nuevo, por cierto, me sorprendió la ausencia de los líderes más conocidos del PP, tratándose de un exministro del apelado despectivamente «Emepuntorajoy». Tampoco asistía miembro alguno del Gobierno regional, en el que creo sigue una Consejera que nos insulta constantemente llamando un inventado Uviéu a nuestra ciudad. Eso sí, hubo la presencia, muy digna, de un concejal que sustituía a la alcaldesa Moriyón. Sin contar, claro, al edil ovetense Javier Ballina, omnipresente en su doble condición de político impecable y no menos prestigioso profesor internacionalista.
[–> [–>[–>La conferencia no fue brillante sino, como se suele decir coloquialmente, lo siguiente, logrando extraordinaria empatía comunicativa con un público de enseñantes ávido de escuchar argumentación europeísta bien granada para difundir luego a exigentes alumnos que quieren y necesitan aclaraciones al complejo asunto de Europa. Mucho prestó saludar, entre oyentes como yo, a Mariano Abad, comprometido con el movimiento europeo desde los tiempos de don Luis Sela, en que un reducido grupo de clarividentes universitarios mantuvo la llama europea en la oscura noche de la dictadura.
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E, insisto, Íñigo hizo muestra de didáctica rayana en la perfección. A ese respecto me vinieron silentes al magín dos grandes personalidades, maestros que desbrozaron zarzas de mi sendero, Salvador de Madariaga, al que visité en su exilio de Oxford, y Pablo Lucas Verdú, que me introdujo, en Deusto, al Derecho Constitucional comparado, utilizando manual de Jiménez de Parga. Íñigo, en el admirable recorrido que me consta, presidió el Colegio «Salvador de Madariaga» de Brujas y fue discípulo predilecto del eminente sabio Lucas Verdú.
[–>[–>[–>En fin, un sólido curso europeísta de la Universidad de Oviedo en Gijón, que me atrevo a sugerir a las autoridades académicas insistan permanentemente en esa línea, pese a las desafecciones e ignorancias de tantos electos y designados, que deberían sentirse obligados institucionalmente pues es fundamental aprovechar el magisterio de gigantes del europeísmo. Agradecer también a Chus Neira y María José Iglesias, del Club de este periódico, por haber enriquecido ayer el espacio con el eurodiputado Jonás Fernández y los demás invitados a perorar sobre Cultura y Europa, en directo beneficio al protagonismo de nuestra ciudad .
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No sé si todos los políticos asturianos saben, ni buscan aprender, cómo habitar responsablemente esta parte del ancho mundo al que convinimos llamar Unión Europea (UE). Como concluyó Méndez de Vigo, han de mantenerse, simultáneas libertad y seguridad, n
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