Israel bombardea las inmediaciones del palacio presidencial sirio

Israel ha bombardeado en la madrugada de este viernes las inmediaciones del palacio presidencial sirio, en Damasco, en un ataque que no ha causado ni heridos ni víctimas mortales.
Esta acción es la segunda consecutiva en dos días: este jueves, Tel Aviv lanzó un ataque aéreo contra milicianos y soldados del Ejército sirio, que durante esta semana han protagonizado una escalada de violencia sectaria contra milicianos de la minoría drusa en el sur de Damasco.
La minoría drusa —también presente en Israel y el Líbano— habita parte del sur sirio, y miembros de la comunidad rechazaron entregar las armas a las nuevas autoridades de Damasco tras la caída del régimen de Asad, en diciembre del año pasado.
En el repunte de violencia de esta semana han muerto, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), 72 personas, la gran mayoría de ellas combatientes y milicianos.
«Israel ha atacado cerca del palacio presidencial de Damasco. Esto es un mensaje claro al régimen sirio. No permitiremos que las fuerzas sirias estén presentes en el sur de Damasco, ni permitiremos ninguna amenaza a la comunidad drusa», ha dicho este viernes por la madrugada en un comunicado el primer ministro israelí, Benyamín Netanyahu.
Periodo de transición complejo
Israel, así, desde la caída de Asad y la llegada al poder del nuevo presidente sirio, Ahmed al Sharaa —exmiliciano rebelde de la milicia islamista radical Hayat Tahrir al Sham (HTS)— ha bombardeado cerca de 800 ocasiones a su país vecino, que no ha respondido a ninguno de los ataques. El Estado hebreo, además, ha incrementado la zona que ocupa en Siria durante estos últimos seis meses: Israel ya ocupaba los Altos del Golán sirios desde la guerra de los seis días, de 1967.
Siria se encuentra, ahora, en un difícil e inestable periodo de transición de varios años, que deberá llevar al país árabe, que sale ahora de más de cinco décadas de Gobierno totalitario de los Asad, a unas futuras elecciones democráticas.
El país, sin embargo, está en ruinas y en una completa bancarrota, ahogado aún por las sanciones internacionales que aún pesan contra Damasco —todas ellas herencia de Asad— y por una violencia sectaria que amenaza con desestabilizar este frágil proceso de transición.
El episodio más grave ocurrió en marzo de este año en la costa mediterránea siria, cuando milicianos leales a Damasco se lanzaron a la región para sofocar un levantamiento de excombatientes leales aún a Asad. Tras los combates, las fuerzas de Damasco protagonizaron decenas de episodios de violencia, y asesinaron a casi 1.000 personas en una semana. La gran mayoría de los muertos fueron civiles miembros de la minoría alauí siria, de la que provenía la familia del expresidente sirio.
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí