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Italia: 48 horas en Venecia: cómo sacar el máximo partido a la ciudad y también alejarse de la multitud | Escapadas por Europa | El Viajero

Italia: 48 horas en Venecia: cómo sacar el máximo partido a la ciudad y también alejarse de la multitud | Escapadas por Europa | El Viajero
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  • Publishedabril 27, 2025



Es imposible aproximarse a Venecia por primera vez sin acusar un alto grado de prejuicios. De ideas, más o menos conectadas con la realidad. Una ciudad que se hunde sin remisión, que huele mal y que soporta el turismo masivo y los cruceros, que parecen querer partirla en dos, a cambio de unos precios tan exquisitos como las fachadas de los palacios que dan al Gran Canal. Pero lo primero que sorprende al viajero es que se puede deambular por las calles con facilidad —incluso en los últimos días de Carnaval, incluso en la plaza de San Marcos—, y que la afluencia de gente es menor que cualquier viernes o sábado por la tarde en la madrileña calle Preciados.

Es difícil seguir las instrucciones de Google Maps en las diminutas calles venecianas. A veces hay que desobedecerlas para evitar caer al agua. Lo bueno es que la ausencia total de coches, bicicletas y patinetes (los repartidores van a pie) lo hace todo más fácil e invita a reflexionar sobre los inconvenientes de los vehículos de automoción.

Primer día

15.00 Navegando por la avenida más bella del mundo

La inmersión en la Serenissima, a lo grande, requiere empezar por su mayor avenida: el Gran Canal. Las líneas 1 y 2 del vaporetto —tipo de embarcación de la ciudad italiana utilizada como medio de transporte púbico— lo recorren con paradas en los puntos neurálgicos. Venezia Unica cuenta con un city pass que permite subir a los transportes públicos y visitar determinados museos. Algo recomendable si se pretende conocer una de las mecas del turismo en Italia.

Góndolas y barcos de turistas en el Gran Canal de Venecia (Italia).

Una alegría de vivir inunda esta lengua de agua que surcan autobuses acuáticos, embarcaciones privadas, taxis (preciosas lanchas en madera, estilo años cincuenta), barcas y góndolas. Estas últimas frecuentadas por parejas de japoneses potentados, de los pocos que pueden pagar los 90 euros que cuesta un pequeño paseo. Sin embargo, para saciar la necesidad de probar este tipo de embarcación o para la foto de rigor, siempre quedan los traghettos, góndolas colectivas que se utilizan para cruzar el Gran Canal donde no hay puentes y que cuestan solo 2 euros. Todos sonríen, sacan fotos, disfrutan y sucumben a ese impulso de saludar a los pasajeros de los barcos que cruzan. Y, sí, hay un pequeño triunfo al descubrir que el otro responde al movimiento del brazo, incluso a un atrevido beso lanzado al aire. Tal vez la exposición a la belleza produzca esa felicidad esporádica.

Palacios de estilo bizantino, gótico, renacentista y barroco se suceden en las orillas. Tan solo las familias del Libro de Oro, las de toda la vida, tenían permiso para levantar sus casas a ambos lados del Gran Canal y los edificios competían por mostrar la solvencia de sus propietarios. Hay palacios con los pies en el agua que destacan del resto. Uno es Ca d’Oro, el más lujoso, con su blanca fachada (recubierta originalmente de oro) y sus arcos góticos entrelazados en una perfecta obra de encaje. En estilo renacentista, están el palacio Vendramin Calergi, sede del Casino de Venecia, y el palacio Corner. Ca’Pesaro es un ejemplo del estilo barroco, suntuoso e imponente pero con una estructura armoniosa que alberga la Galleria Internazionale d’Arte Moderna. La preciosa fachada de Ca’ Dario, conocido también como el “palacio maldito”, contrasta con su leyenda negra, que registra muertes, accidentes y bancarrotas de los que vivieron entre sus muros.

La fachada del edificio Ca d'Oro y sus arcos góticos.

La travesía permite también ver los puentes más célebres de los más de 400 que tiene Venecia. El de Rialto, construido a finales del siglo XVI, fue hasta el XIX el único que travesaba el Gran Canal. El Ponte dell’Accademia, el más modesto, ya que está hecho de hierro y madera. El de los Descalzos o de la Estación, proximo a la estación de trenes de la ciudad, Santa Lucía, y el de la Constitución, firmado por Calatrava e inaugurado en 2008. Este último no está exento de las polémicas que acompañan a las obras de este arquitecto: el pasado mes de diciembre, el Ayuntamiento inició el proceso para desmontar el puente de vidrio diseñado por el arquitecto español, objeto de numerosas críticas a causa del suelo deslizante, y estudia nuevos materiales para sustituir las losas de cristal.

16.30 Plaza San Marcos: en palabras de Napoleón, “el salón más hermoso de Europa”

La bajada del vaporetto en San Marcos nos sitúa en el epicentro de Venecia. Desde el mar la visión de las dos columnas de la Piazzetta —coronadas por un león alado, símbolo de la ciudad, y por San Teodoro, primer patrón de la misma—, con el Palacio Ducal al fondo, debía ser imponente para los viajeros de antaño, que no disponían de imágenes previas. San Marcos es la única plaza de Venecia, el resto se llaman campi, tal vez porque jamás podrán competir en belleza con esta. Si se llega antes de las cinco de la tarde, aún se está a tiempo para visitar el Palacio Ducal (entrada permitida hasta las 18.00 ). Una sucesión de estancias, cámaras, aposentos, antesalas y recibidores, donde todo es suntuoso, como para dejar boquiabiertos a visitantes, príncipes, embajadores o emisarios. El Salón del Consejo alberga el trono del dux y sobre su cabeza está uno de los cuadros más grandes del mundo, El Paraíso, de Tintoretto. Los muros del resto de la sala están repletos de obras de los mejores pintores venecianos. Parte de este palacio es el famoso Puente de los Suspiros, por el que pasaban los que iban a ser juzgados, de ahí su nombre.

El Campanile, el campanario de la basílica de San Marcos, con 98,5 metros de altura, es el edificio más alto de Venecia. Originariamente, hacía las veces de campanario y faro. En 1902 se derrumbó inesperadamente, aunque solo mató a un gato, y fue reconstruido fielmente en base al modelo original. Hay que subir para ver las preciosas vistas bajo la rosada luz del atardecer.

Una de las impresionantes salas de Palacio Ducal de Venecia.

Todavía hay mesas libres en las terrazas de la plaza San Marcos, otra cosa muy distinta es que merezca la pena pagar el elevado precio de un capuchino con vistas. Pero si la economía no es un problema, aquí hay dos cafés legendarios: el Gran Caffè Quadri, fundado en 1775, y el Caffè Florian, que abrió en 1720 y que frecuentaba Marcel Proust, son dos viajes por el túnel del tiempo.

20.00 Cicchetti en el puente de Rialto

La isla de Rialto fue de los primeros enclaves que se poblaron y más tarde se convirtió en el corazón económico de la Serenísima República de Venecia. Banqueros y mercaderes sellaban allí sus tratos y las tiendas vendían productos de lujo: sedas, especies, opio… Hoy las tiendas de souvenirs que hay en el puente de Rialto y alrededores venden todo tipo de recuerdos, entre ellos el famoso cristal de Murano. La prueba para saber si es auténtico es notar en la base de la pieza una rugosidad, que es donde se hizo el corte de la pasta de cristal.

Al caer la noche los alrededores del puente se llenan de luces de colores de las terrazas de los bares de una de las zonas más turísticas de Venecia. Si los españoles tenemos las tapas, los venecianos tienen los cicchetti, pequeñas delicias presentadas sobre una rebanada de pan. Muy cerca de Rialto, en La Cantina Do Spade (S. Polo, 859) puede empezarse la noche con un tapeo veneciano y un vino. Poste Vecie (Mercato del pesce di Rialto, S. Polo, 1608) es uno de los restaurantes con más solera, ubicado en una antigua oficina de correos. Sus paredes están decoradas con frescos y en verano tiene una terraza que da al canal. Ambiente romántico y precios altos, aunque sin necesidad de hipotecarse.

23.00 Un hotel muy asequible en pleno centro

El alojamiento en el centro es bastante caro, lo que hace que mucha gente elija hotel en la periferia y coja el tren o el bus cada día para visitar la ciudad. El hotel Numa Venice Forcola, a 15 minutos a pie del puente de Rialto y con vistas a un pequeño canal, es una opción muy asequible para pernoctar en el corazón de esta urbe. El secreto de los competitivos precios de esta cadena se basa en el uso de la tecnología y la gestión inteligente de los recursos y las tareas administrativas. Mediante un check-in online, con actualizaciones por WhatsApp, se evitan lobbies y colas a la entrada o salida. Antes de llegar, el cliente tiene ya su código de entrada y su número de habitación. Cada Numa es diferente en diseño, pero todos se ubican en el centro de las principales ciudades europeas. Cuentan con cocina privada, bebidas y snacks de bienvenida, y la página web publica en su blog consejos para que los viajeros encuentren el perfecto restaurante, la mejor ruta para conocer la ciudad, los night club de moda o los bares donde tomarse un trago antes de irse a la cama.

Vistas desde el Hotel NUma Venice en Venecia, en una imagen cedida por el alojamiento.

Segundo día

09.00 Hacia la gran cúpula del skyline veneciano

Desde cualquier punto de la ciudad asoma en el cielo la gran cúpula de la basílica de Santa María della Salute. Varias líneas de vaporetto paran aquí, en la Punta della Dogana, un delgado apéndice triangular que conforma uno de los extremos del Gran Canal. La basílica se levantó en agradecimiento a la Virgen al finalizar la terrible epidemia de peste que diezmó a la población de Venecia entre 1630 y 1631. El arquitecto, Baldassare Longhena, no escatimó en nada a la hora de diseñar esta obra maestra del barroco, con seis capillas que rodean el edificio por fuera. La entrada es gratuita e imprescindible para admirar la luminosidad y belleza de este tributo a la salud.

Justo en la punta, al borde del agua, se encuentra la Dogana da Mar, una construcción del siglo XVII, de planta triangular. En tiempos de la República y debido a su posición estratégica, entre la Cuenca de San Marcos y la desembocadura del Gran Canal y el canal de la Giudecca (la isla vecina), hacía las veces de oficina de aduanas para los productos y bienes objeto de comercio naval. El edificio esta coronado por una torre rematada por la Palla d’Oro, una esfera de bronce dorado sostenida por dos atalantes, que representa el mundo, sobre la cual se encuentra la estatua llamada Occasio, que simboliza la Fortuna y que gira para indicar la dirección del viento y para constatar que su naturaleza es caprichosa.

En esta parte de la ciudad, las callejuelas se suceden entre los pequeños canales y paseos casi desiertos. Muy cerca, dejando la punta y adentrándonos en el interior de esta pequeña península, está la Colección Peggy Guggenheim, en el Palazzo Venier dei Leoni. La mujer del artista Max Ernst tenía dos pasiones: los perros y el arte. Todos los movimientos artísticos modernos y contemporáneos están representados en este lugar, desde Picasso hasta Pollock. Incluso los alérgicos al arte agradecerán haber entrado, aunque solo sea para ver su preciosa terraza con vistas al Gran Canal, con esculturas de Brancusi, Marini o Calder.

12.30 Un panini y un tiramisú para recobrar fuerzas

Además de los restaurantes con vistas al canal y precios regios, hay otras alternativas para reponer fuerzas. Los pequeños bares, a veces diminutos, pueden ser una buena opción para comer bien sin gastar demasiado. Todos con sección de pastelería. A pesar de su nombre, el Corner Pub (Calle de la Chiesa, 684), en el barrio de Dorsoduro, muy cerca del Guggenheim, sirve delicias italianas: los tradicionales aperitivos alcohólicos venecianos, el Aperol Spritz, además de paninis, pasta fresca o cicchettis. Hay que pedir su indescriptible tiramisú, Italia no se hizo para las dietas.

14.00 Galerías de la Accademia: toda la pintura veneciana

Haría falta más de una semana para ver todos los museos y palacios de Venecia. Si hubiera que elegir uno solo serían las Galerias dell’Academia, que contienen la mayor colección de arte veneciano del mundo. Están en la orilla sur del Gran Canal, a los pies del puente de la Accademia. A principios del siglo XVIII, mientras Venecia era una próspera comunidad de artistas, los pintores eran miembros de un gremio de artesanos y, a diferencia de otras grandes ciudades, no había ninguna academia de arte. Su fundación se realizó en diciembre de 1766 cuando el Senado ordenó la construcción de una academia de escultura, pintura y arquitectura civil, parecida a la de las principales ciudades de Europa. El museo alberga una rica colección de pinturas venecianas y del Véneto, que van desde el año 1200 bizantino, pasando por el gótico, hasta llegar a los artistas del Renacimiento: Bellini, Carpaccio, Giorgione, Veronese, Tintoretto, Tiziano, Giambattista Tiepolo, Canaletto, Guardi, Bellotto, Longhi… Aquí están todos los grandes nombres que influyeron en la historia de la pintura europea.

El puente dell’Academia en Venecia (Italia).

16.30 Un paseo por Castello, el sestiere más grande

Saliendo de la pinacoteca y cruzando el puente de la Accademia se puede coger la línea 1 de vaporetto y parar en Giardini della Biennale. Si el mapa de Venecia tiene forma de pescado, iríamos a la parte de la cola. En este jardín, que alberga la mayoría de los pabellones de la Biennale de Venezia, uno tiene ya la sensación de pisar tierra firme. No hay casi turistas y pueden verse perros paseando con sus dueños, cosa infrecuente en el corazón de esta ciudad.

Serra dei Giardini es un café instalado en un antiguo pabellón construido en 1894 con hierro y vidrio, en forma de invernadero y en estilo Liberty. Su función original era albergar las plantas exóticas durante la Exposición Internacional del Arte. Luego sirvió también como salón de baile para los aristócratas venecianos. Desde 2011 es la sede del proyecto cultural Microclima, que se centra en el valor simbólico del invernadero profundizando en la relación hombre-naturaleza. Además de cafetería es también floristería, se organizan talleres, clases de yoga, cine al aire libre y conciertos.

En sestiere de Castello se encuentran las casas más humildes, las de los obreros que trabajaban en el astillero. Aquí se respira un ambiente de barrio, hay edificios con pequeños jardines de entrada y ropa tendida, pequeños comercios y cafés e iglesias que guardan tesoros entre sus muros, como la de Santa María dei Miracoli, cuyo interior se asemeja a un joyero, con sus paneles de mármol y sus incrustaciones de colores.

Aquí está también el Arsenal de Venecia, con su puente, una antigua base naval, cuya entrada está flanqueada por estatuas y dos grandes leones en piedra. Durante la Edad Media y la Edad Moderna fue un complejo formado por astilleros y armerías de propiedad estatal, clave en la construcción del poderío naval de la República de Venecia. Muy cerca está el Ponte dei Greci, un lugar pintoresco porque en la orillas del canal hay un mercado fluvial con barcos que venden frutas y verduras.

19.00 Un ‘spritz’ y una pizza contemplando el atardecer

Callejeando y respirando este ambiente popular y bohemio, hay que dirigir los pasos a la Riva degli Schiavoni, y poner dirección al centro por este largo paseo por el muelle, que acabará en la plaza de San Marcos. Los restaurantes y cafés se suceden, así como los puestos de embarcaciones que venden paseos por la laguna. El Ristorante Dogal (Riva degli Schiavoni, 4131) cuenta con una terraza para contemplar cómo el mundo va pasando al blanco y negro con la llegada de la noche. Es el momento de pedir el cóctel veneciano por excelencia y disfrutar de una buena pizza, mientras se guardan todas las sensaciones en nuestro disco duro mental.

Última mañana

09.00 Visita a la colorida isla de Burano

Es obligado acercarse a algunas de las islas que rodean Venecia. Siguiendo los consejos de una vendedora de souvenirs con tienda en San Marcos, la de Burano es la más tentadora. Las líneas 12 y 14 de autobuses acuáticos llevan a esta isla, una de las más alejadas. Pero los 45 minutos de viaje merecen la pena.

Un canal en la isla italiana de Burano, a 45 minutos de Venecia (Italia).

Burano es un paraíso para los fotógrafos, con pequeñas casitas pintadas en vivos colores (viviendas de los antiguos pescadores) al borde de un pequeño canal. Si en Murano hay que comprar cristal, aquí el recuerdo típico son los encajes. La tienda Dai Fradei (Via Baldassarre Galuppi, 229), en la calle principal, es un paraíso de delicatesen italianas y da la bienvenida ofreciendo la degustación de alguno de sus productos. La Vineria da Jacopo (Calle de Cà Zane, 434) es un diminuto bar, frecuentado por locales, donde se puede tomar un limoncello o unos cicchetti. Y la Osteria Al Fureghin (Sestiere S. Martino Sinistra, 888), con vistas al canal, es un buen sitio para probar los espaguetis con almejas o con sepia para hacerlo antes de despedirse de Venecia. Uno de esos lugares que dejan con ganas de más.





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