Japón entierra el tabú de las armas nucleares, 80 años después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki
El artículo 9 proclama la renuncia eterna a la guerra. Disfruta Japón de la única Constitución pacifista, el ejemplo más inspirador para el mundo nacido de la peor tragedia de la historia. Estados Unidos mantuvo en el trono al emperador Hirohito frente a las fundadas peticiones de colgarlo por crímenes de guerra e intentó convencer al sufrido vecindario asiático con ese artículo de que el imperialismo japonés nunca regresaría bajo una democracia. Funcionó durante décadas pero muchos miran de nuevo con inquietud a Tokio.
El país que incluso renunció a sus Fuerzas Armadas le va a dedicar más del 2% de su PIB y anuncia nuevos aumentos. Aquel artículo 9 ya fue jibarizado con el «derecho a la autodefensa colectiva«, un gaseoso concepto que permite intervenir al país si un aliado es atacado: por esa gatera puede arrastrar Estados Unidos a Japón en sus aventuras bélicas globales. Ocurrió 10 años atrás y sin debate parlamentario durante el mandato de Shinzo Abe, un conocido ultranacionalista que desdeñaba el artículo como una imposición de los vencedores. Abe, ya fallecido, es aún el faro del Partido Liberal Democrático (PLD), la formación conservadora y hegemónica casi sin excepción durante siete décadas.
Incluso se manosea ya el viejo tabú nuclear. También Japón, por razones obvias, fue ejemplar en eso. En 1967 su primer ministro, Eisaku Sato, enumeró los tres principios vigentes de no poseer, no fabricar y no alojar armas nucleares en su territorio. Contra la terca amenaza norcoreana y el auge chino confió siempre en el paraguas estadounidense. La interpretación fenicia de la seguridad de Donald Trump y sus ventoleras han catalizado el debate: si el sheriff renuncia, habrá que defenderse por sí mismos. La disuasión extendida no es legalmente vinculante, por más que Tokio haya intentado plasmarla por escrito, y el tibio compromiso de Trump a defender Taiwán en caso de ataque chino recuerda que en Washington nada es para siempre.
45 toneladas de plutonio
Sobre la posibilidad nuclear ya se habla sin recato. Shigeru Ishiba, primer ministro, propuso una versión asiática de la OTAN con armas nucleares en su territorio. Ocho altos militares retirados sostenían meses atrás que «había llegado el momento» de que el Gobierno revisara la política nacional e incluso aquellos tres principios. En la prensa nacional abundan los analistas, japoneses y extranjeros, que empujan hacia esa vía.
El primer ministro de Japón, Shigeru Ishiba. / FRANCK ROBICHON / EFE
Las 45 toneladas de plutonio «para uso pacífico» con las que contaba Japón a finales de 2023 son suficientes para 7.000 bombas atómicas como la de Nagasaki, según algunos cálculos. Tokio se ha comprometido a reducirlo para rebajar la ansiedad vecinal, según el medio Nikkei, pero es evidente que no le escasea la materia prima. El escenario, en cualquier caso, no es inminente. Una bomba no sirve de mucho sin misiles, bombarderos o submarinos para dispararlas y esa estructura exigiría años de inversiones.
«Japón es un caso triste», se resigna Peter Kuznick, profesor de Historia y director del Instituto de Estudios Nucleares de la American University. «Cuando empecé a visitarlo en 1995, el apoyo al artículo 9 era intenso. Ahora el artículo ha sido destrozado. He visto la creciente militarización, al menos desde tiempos de Abe, y ha empeorado en los últimos años. Mi amigo Hatoyama (Yukio Hatoyama, exprimer ministro) intentó resistir la presión de Estados Unidos por conservar tropas en Okinawa y Obama le machacó. Trump y Biden han sido igual de malos. Japón, que un día fue el país más pacifista del mundo, ahora dobla su presupuesto militar y cumplirá con las demandas de Trump de aumentarlo aún más», asegura.
Irrupción de la extrema derecha
La reciente irrupción de la extrema derecha, antes diluida en el PLD, no tranquiliza las aguas. El partido Sanseito, con su discurso trumpista de «Japón lo primero», no quiere armas nucleares estadounidenses sino propias, pretende más gasto militar y reformas constitucionales que amparen ataques preventivos contra enemigos si intuyen un conflicto «inevitable». Y de sus discursos se deduce que el enemigo es China. «El sentimiento popular no es aún tan grave como en Corea del Sur (el 73% de su población defiende la posesión de armas nucleares, según una encuesta de febrero de Gallup Korea) pero un número creciente de japoneses agradecería contar con armas nucleares. Unos años atrás, sólo sugerirlo hubiera sido un anatema. Pero los sucesivos gobiernos han conseguido asustar al público japonés con las infundadas amenazas de China», añade Kuznick.
Más del 60% de los japoneses defienden los tres principios, según una encuesta reciente de un ‘think tank’ de la Universidad de Tokio. La larga oposición monolítica a las armas nucleares se ha desvanecido pero persisten los recelos masivos. Aquel país de fanáticos brutales que cometió atrocidades en toda Asia fue después el más esforzado luchador por la paz global. Sus titubeos actuales son un síntoma inquietante de hacia dónde va el mundo.
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