La agresiva agenda de Trump y su guerra de aranceles hacen temblar la economía de EEUU

La victoria electoral de Donald Trump en noviembre fue recibida con júbilo y optimismo por sus votantes, empresas y mercados. Las promesas de recortes de impuestos, desregulación, profundos tijeretazos en el tamaño y el gasto del gobierno apoyado en Elon Musk e incluso los aranceles se veían entonces como una combinación ganadora. Siete semanas después del retorno del republicano a la Casa Blanca, los ánimos y la situación han cambiado radicalmente.
La agresiva agenda política de Trump, la apertura de una guerra comercial a múltiples bandas y con caóticas idas y venidas especialmente acentuadas en el caso del combate arancelario con México y Canadá, y la falta de un mensaje económico y sobre los gravámenes claro y consistente han disparado la incertidumbre, un factor que congela las inversiones del sector privado y que está a su nivel más alto en Estados Unidos desde la pandemia, y la volatilidad, también en niveles no vistos en años.
Desde mediados de febrero en las bolsas se han borrado las ganancias que siguieron a la victoria de Trump. Y el golpe se siente, por más que el republicano esté intentando minimizar su gravedad. El mismo Trump que en su primer mandato fue a la sala de prensa de la Casa Blanca a celebrar como un éxito personal que el Dow Jones hubiera batido los 30.000 puntos ahora dice que “no puedes estar mirando a los mercados”. Y en los últimos días ha atribuido las caídas y pérdidas a “globalistas que ven lo rico que se va a hacer nuestro país y no les gusta”.
Él aparentemente no, pero otros están preocupados ante una guerra comercial que ha entrado en una nueva fase este miércoles con aranceles del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio a los que ya han respondido la Unión Europa y Canadá y que tiene el potencial de agudizarse profundamente si el 2 de abril impone sus prometidos gravámenes “recíprocos” a todos sus socios comerciales. Y la alarma se ha instalado entre directivos de empresas y lobistas, que advierten a la Casa Blanca de las consecuencias negativas y le piden, cuando al menos una hoja de ruta más clara.
Es una demanda que hacen incluso congresistas republicanos, que aunque sea sutilmente están en este caso rompiendo con la alergia a cualquier crítica pública a su líder. Pese a aprobar en líneas generales la idea de Trump de acabar con lo que el mandatario define como décadas de trato «injusto» por parte de socios comerciales, senadores como Shelley Moore Capito y Todd Young le han urgido a “calmar las aguas” y a ofrecer “más claridad sobre líneas individuales de aranceles para que los granjeros y fabricantes sepan cuánto va a durar esto y cuál es exactamente la estructura de los aranceles”. Algunos sugieren también que cambie el orden de sus acciones económicas, animándole a dar prioridad a los recortes de impuestos.
Malos datos
Trump este miércoles ha defendido sus idas y venidas, evidentes cuando la semana pasada impuso aranceles a México y Canadá para 24 horas después cancelarlos un mes para el sector de la automoción y, un día después, dar también una moratoria de 30 días a los dos países. Ha dicho que no es «inconsistencia» sino, en sus palabras, «flexibilidad». Y por ahora desoye a todos y todo, incluyendo datos económicos preocupantes, como la mayor caída del índice de confianza de los consumidores en cuatro años o la caída en enero del gasto de esos consumidores, que representa el 70% del PIB.
Lo hace pese a que su gestión le empieza a pasar a factura y sus índices de aprobación se ven castigados por su manejo de la economía y de los aranceles y por su fracaso hasta ahora en lograr las rebajas en el coste de la vida que en campaña prometió inmediatas. En la media de encuestas que mantiene Real Clear Politics, su gestión de la Inflación solo la aprueban el 41,3% de los estadounidenses, 12, 2 puntos menos que quienes la reprueban. Y en un sondeo publicado este miércoles por CNN el 61% desaprueba su política de gravámenes, por encima del 56% que desaprueba su manejo general de la economía.
Trump incluso ha perdido el respaldo del muy conservador consejo editorial de ‘The Wall Street Journal’ y en uno de los múltiples editoriales críticos con su guerra arancelaria, el diario de Rupert Murdoch señalaba especialmente al enfrentamiento con México y Canadá, los países vecinos con los que en su primer mandato firmó un remodelado tratado de libre comercio. “Desde el principio dijimos que esta guerra comercial norteamericana es la más idiota de la historia, y estábamos siendo amables”, se leía el martes.
Fantasmas de recesión
El propio Trump, que está manejando la política comercial como la exterior rompiendo normas y alianzas tradicionales, movido con una visión de suma cero donde hay ganadores y perdedores, en una entrevista emitida el domingo en Fox News no descartó que pueda producirse una recesión. Y si la semana pasada en su discurso al Congreso asumió que puede haber una “pequeña perturbación”, los últimos días ha estado hablando de un “periodo de transición”.
“Estamos trayendo la riqueza de vuelta. Eso es grande. Y siempre lleva un poco de tiempo”, dijo. Horas después, en declaraciones a la prensa en el Air Force One, insistió: “Los aranceles van a ser lo mejor que hemos hecho nunca como país. Van a hacer a nuestro país rico de nuevo”.
No es ese el consenso que ahora mismo domina la reacción a los varios frentes de guerra comercial que ha abierto, que incluyen también aranceles reforzados a China a los que Pekín ha dado respuesta.
El Banco de la Reserva Federal de Atlanta ha estimado que en el primer trimestre de este año puede producirse una contracción de la economía del 2,4%, el primer crecimiento negativo desde 2022. En Morgan Stanley han cortado sus previsiones de crecimiento para 2025 del 1,9% al 1,5%, argumentando que “la gravedad de las políticas que constriñen el crecimiento ha sido mayor de lo anticipado, especialmente con los aranceles, que han llegado más rápidos y más amplios de lo que anticipamos”. Y también en Goldman Sachs, una firma habitualmente generosa con sus previsiones de crecimiento, estas se han reducido mientras las de probabilidades de recesión se han elevado del 15 al 20%.
Los economistas de JPMorgan Chase elevaron el lunes sus cálculos de riesgo de recesión del 30 al 40% por las “políticas extremas” de Trump. En Moody’s ese riesgo se ve en el 35%, “incómodamente alto y subiendo”. Y desde Fitch han dicho que “la amenaza de una recesión es real. Es una amenaza que no se puede ignorar”.
Suscríbete para continuar leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí