La ‘América’ humanista sale al encuentro de Trump en la voz de una obispo: “Tenga compasión”
Desde que Donald Trump irrumpió en la política estadounidense para transformarla como un ciclón apelando a los miedos y los agravios de parte de la población, con su virulenta retórica contra los inmigrantes, las minorías o la cooperación internacional, la respuesta habitual de sus oponentes políticos se ha sintetizado en una frase: “Esto no es lo que somos”. Esa idea se repitió con insistencia después de que Trump ganara sus primeras elecciones con menos votos populares de los obtenidos por Hillary Clinton. Muchos quisieron interpretar aquella victoria como un accidente de la historia, un revés fortuito que no reflejaba el canon virtuoso que el país ha construido de sí mismo como nación abierta a los inmigrantes, baluarte de los derechos humanos y la democracia. Una narrativa que esta vez difícilmente se sustenta.
[–>[–>[–>[–>Lo que no significa que esa otra ‘América’ más humanista, cosmopolita, inclusiva y ética haya dejado de existir, como pudo comprobar el republicano al asistir a una de las misas tradicionales con las que se recibe a los nuevos presidentes en la Catedral Nacional de Washington. “Le pido que tenga compasión de todas aquellas personas en nuestro país que en estos momentos están asustadas”, le dijo la obispo Mariann Budde, cabeza de la diócesis anglicana en la capital del país, allí llamada Iglesia Episcopal, una de las corrientes cristianas más progresistas de EEUU. “Son niños gais, lesbianas y transgénero en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas”.
[–>Trump aguantó estoicamente el chaparrón, sentado en los bancos de la primera fila junto a su esposa, su vicepresidente J. D. Vance y la pareja de éste. “La inmensa mayoría de los inmigrantes no son criminales”, siguió Budde con voz melosa para recordarle que son aquellos que “recogen nuestras cosechas, limpian nuestras oficinas, trabajan en las granjas de pollos o en nuestras cárnicas”. Gente, dijo, que “paga impuestos” y “son buenos vecinos”. Trump apartó la vista displicente por momentos, sentado delante de sus hijos, mientras en esos tres minutos interminables de cierre de sermón Budde le rogaba que “tenga compasión de aquellos niños en nuestras comunidades que temen que se lleven a sus padres y ayude a quien huyen de la guerra y la persecución”.
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‘Conmoción y pavor’ a golpe de decreto
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Solo unas horas antes el nuevo presidente había firmado una cascada de órdenes ejecutivas para militarizar la frontera, suspender la tramitación del asilo y sentar las bases para las deportaciones masivas de migrantes irregulares que pretende llevar a cabo. Y, paralelamente, para desconocer toda identidad de género que no sea hombre y mujer, que dejarán de estar protegidas oficialmente.
[–>[–>[–>[–>En otros momentos, esa clase de medidas se hubieran topado con una reacción casi inmediata en las calles. Pero esta vez todo es diferente y, de ahí, lo extraordinario del sermón de Budde. Trump no solo controla todos los resortes del poder político, sino que ha visto como el poder económico y las grandes fortunas se cuadraban ante su liderazgo, lo que ha llevado a algunos a advertir de los riesgos de una deriva fascista. Una percepción acentuada por los saludos nazis de Elon Musk, el hombre más rico del mundo y mano derecha de Trump en este segundo mandato, obsesionado por conceptos como la teoría del Gran Remplazo.
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Y todo ello coincide también con una suerte de desarticulación momentánea de la sociedad civil, donde impera una suerte de resignación y fatiga tras la extenuante campaña, informa Idoya Noain. Una anestesia colectiva que los ideólogos del trumpismo están tratando de aprovechar con esa suerte de estrategia de ‘conmoción y pavor’ en forma de más de un centenar de decretos, proclamaciones y decisiones administrativas en poco más de 24 horas, como se conoce en la doctrina militar el uso de un poder abrumador para paralizar al adversario e imponer la nueva realidad.
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Trump responde a la obispo
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Lo que también está claro es que Trump no parece dispuesto a ablandarse por más lecciones de humildad que pretendan darle. El presidente no tardó en reaccionar acusando a Budd de ser “una radical izquierdista y ‘hater’ de Trump” que se habría aprovechado del púlpito para lanzar un alegato político. “Su tono fue desagradable y nada convincente o astuto”, escribió este miércoles en su red social. “Se olvidó de mencionar que un gran número de migrantes ilegales que vinieron a nuestro país han matado a gente”, dijo obviando que todas las estadísticas concluyen que los migrantes delinquen menos que los estadounidenses. “Se está produciendo una ola de crimen gigantesco en EEUU”, apostilló antes de exigir a Budde y la Iglesia Episcopal que pidan perdón.
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El encontronazo es probablemente un anticipo de lo que está por venir entre la ‘América’ chovinista, xenófoba y autoritaria de Trump con esa otra más universalista y defensora del Estado de derecho. Por más que el trumpismo pueda argumentar que, con sus planes para blindar la frontera y deportar a millones de indocumentados, está precisamente defendiendo la ley. O parte de ella.
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