la canción trandicional quiere reinventarse
La renovación de la canción de tradición oral asturiana continúa siendo, aún hoy, una tarea imprescindible, y debe entenderse como un proceso que va mucho más allá de remozar piezas existentes o aplicar arreglos puntuales. La verdadera actualización de este acervo popular exige la creación de nuevos textos, de nuevas músicas —tanto en lo melódico como en lo referente a los acompañamientos— y de un enfoque interpretativo que mantenga y proyecte en nuevas formas el fraseo ornamentado y melismático que define históricamente a la asturianada. En esta concepción, los instrumentos solistas que la acompañan no actúan como mero soporte, sino como interlocutores musicales que configuran con la voz un tejido expresivo único: un todo orgánico, donde cada elemento adquiere sentido en función del conjunto.
[–>[–>[–>La Asturias de nuestro tiempo ya no se reconoce únicamente en la quintana, la mar, la minería o el ganado vacuno. Necesita un lenguaje distinto: otro modo de decir y otro modo de cantar. Nuevos textos, nuevas melodías —sean desnudas o acompañadas— capaces de articular la transformación que otros pueblos ya han realizado en sus propios cancioneros. Esta convicción solo puede prosperar si el mensaje llega a la ciudadanía, y en esa tarea resulta decisivo el papel de los medios de comunicación: difusores de cultura y, al mismo tiempo, creadores de un imaginario común que fortalezca la identidad compartida a través de la evolución natural de nuestro patrimonio musical, entendido no como herencia inmóvil, sino como un territorio creador en permanente transformación.
[–> [–>[–>De ellos depende que se dé a conocer una manera renovada de “contar y cantar” la Asturias contemporánea: una Asturias que exige un lenguaje culto pero accesible, ambicioso sin dejar de ser reconocible. En ese camino ya han trabajado poetas y escritores como José León Delestal, Ángel González, Antonio Gamoneda, Vicente Rodríguez, Ángel Fierro, Xuan Bello, Aurelio González Ovies, Xuan Xosé Sánchez Vicente, Berta Piñán, Esther García o Nené Losada, entre otros muchos. Sus letras, unidas a músicas también nacidas de nuestro tiempo, constituyen el germen del que podría brotar el canto asturiano del futuro.
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Del mismo modo, es preciso reconocer el papel fundamental de los compositores y creadores musicales que, desde distintos lenguajes y sensibilidades, han aportado y seguirán aportando nuevas melodías y acompañamientos a este proceso de renovación. Su trabajo constituye la segunda columna sobre la que debe apoyarse la asturianada del futuro: una música viva, en constante transformación, capaz de dialogar con la tradición sin quedar encerrada en ella. Sin esta aportación creativa —pasada, presente y futura— la construcción de un nuevo repertorio resultaría incompleta.
[–>[–>[–>Ya no hablamos de una aspiración futura, sino de una realidad consolidada. Esa renovación comenzó para mí con Madre Asturias, un proyecto que lideré en 1984, grabado en Londres y considerado por numerosos especialistas como una propuesta artística de primer nivel. A partir de aquel hito, han sucedido otros muchos trabajos y creaciones que han recibido también la atención y el reconocimiento de los medios de comunicación, demostrando que este camino renovador no es una idea abstracta, sino un proceso creativo sostenido en el tiempo.
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La renovación requerida alcanza también a los instrumentos acompañantes. La experiencia histórica demuestra que el piano —por amplitud de tesitura, riqueza tímbrica, capacidad polifónica y solvencia armónica— es el compañero más adecuado para la voz solista. Así lo señalaron, entre otros, Baldomero Fernández y Manuel del Fresno, y fue precisamente Baldomero Fernández quien dejó uno de los testimonios tempranos más significativos de la asturianada acompañada al piano en la célebre grabación junto a la Busdonga. Por su parte, Eduardo Martínez Torner, nuestro más importante folklorista y autor del cancionero fundamental de la tradición oral asturiana, desempeñó un papel decisivo en la fijación, estudio y dignificación de este repertorio, abriendo también el camino para su proyección en contextos renovados.
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[–>Pero es necesario avanzar más. La nueva asturianada debería abrirse a una instrumentación de cámara, flexible y variada: voz y gaita, voz, gaita y piano; violonchelo y gaita; voz y violonchelo; voz y flauta… Estas son solo algunas de las posibilidades que ya se han explorado, tanto en mis trabajos como en los de otros creadores e intérpretes que, con su aportación artística, han contribuido también a renovar este repertorio a lo largo del tiempo. Conviene recordar que el intérprete ha sido siempre un agente esencial en estas transformaciones: no solo un ejecutante, sino un verdadero proponente creativo, capaz de abrir caminos estéticos a través de su propio decir y cantar. Este es, en realidad, un territorio fértil que invita a que músicos, intérpretes y poetas sigan sumando su visión y sensibilidad. Sería deseable que esta tarea, más que una iniciativa aislada, se convierta en una construcción colectiva que permita alumbrar una asturianada renovada desde la suma de voces, ideas y experiencias.
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La gaita, instrumento de raíz rural y naturalmente expansiva, presenta tradicionalmente un exceso de sonoridad que genera una competencia desigual con la voz humana. Sin embargo, algunos artesanos actuales han logrado recuperar la sonoridad más contenida y equilibrada que caracterizaba a ciertos fabricantes de gaitas de tiempos pasados, preservando al mismo tiempo el timbre de la gaita tradicional asturiana. Este retorno a una estética sonora antigua permite que la gaita se convierta en un instrumento idóneo para el trabajo de cámara.
[–>[–>[–>Así, la voz y la gaita pueden dialogar en igualdad de condiciones, sin que sea necesario recurrir a la amplificación, y cada intérprete puede cantar con su volumen real, sin artificios que distorsionen la percepción de su propia voz. Todo ello, naturalmente, dentro de lo razonablemente posible: en grandes recintos o en espacios abiertos resulta inevitable recurrir a la amplificación, pero la propuesta que aquí se defiende está pensada para ámbitos reducidos o de escala media, donde la voz puede desplegar su plena expresividad.
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Esa ausencia de amplificación aporta un beneficio esencial: la voz crece y se desarrolla de manera natural. El cantante se escucha desde su propio cuerpo —no a través de altavoces— y puede matizar su interpretación con una sutileza que afianza la musicalidad y la verdad artística del canto.
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Esta es, en definitiva, la apuesta: construir un repertorio nuevo con palabras nuevas, música nueva e instrumentos repensados, para que la asturianada no sea una reliquia, sino una voz viva capaz de expresar a la Asturias de hoy y de mañana.
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Toda esta evolución que hoy proponemos solo es posible gracias a quienes, antes que nosotros, supieron custodiar con celo este legado. Cantores, instrumentistas y colectivos asturianistas —nuestros mayores en esta cadena de transmisión— conservaron y dignificaron un patrimonio que, como en todos los pueblos, constituye una verdadera seña de identidad. Sin su entrega y su ejemplo, nada de lo que aquí planteamos podría haber llegado a formularse. A ellos debemos, en esencia, la continuidad de esta voz colectiva que hoy aspiramos a renovar.
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