La contradicción de Mario Draghi
Mario Draghi, artífice del ‘cueste lo que cueste’ que salvó al euro, recorre estos días España presentando su ambicioso informe sobre el futuro económico de Europa. Con un estilo mesurado pero firme, plantea la necesidad de profundas reformas estructurales, especialmente en los mercados de capitales, para … cerrar la brecha de productividad con Estados Unidos. Sin embargo, su diagnóstico -acertado en muchos aspectos- ignora una cuestión central: la carga que los sistemas de pensiones de reparto suponen para el dinamismo de los países centrales de la UE.
Draghi sostiene que el diferencial de productividad entre Europa y EE.UU. no reside en la generosidad del modelo social europeo, sino exclusivamente en la brecha tecnológica. Según él, si se excluye el sector tecnológico, Europa iguala o incluso supera a Estados Unidos en productividad. Para demostrarlo, cita a Suecia, un país con un sólido Estado de bienestar y, al mismo tiempo, líder en innovación. Hasta ahora, el argumento parece sólido.
Pero cuando Draghi aborda el funcionamiento de los sistemas de pensiones, su discurso entra en contradicción. El propio informe señala que los países más avanzados en innovación -Suecia, Dinamarca, Países Bajos- no tienen sistemas puros de reparto, sino mecanismos mixtos en los que el ahorro privado juega un papel clave. Estos planes de pensiones no sólo garantizan pensiones más sostenibles, sino que también alimentan los mercados de capitales y permiten financiar la innovación tecnológica.
Por otro lado, en países como España, Francia o Alemania, el modelo puro de reparto implica que, cuando una persona se jubila, el Estado contrae una deuda: o paga su pensión con las aportaciones de los trabajadores o emite deuda pública. Este esquema, en un contexto de decadencia demográfica, es insostenible. Draghi lo sabe, pero evita afrontar explícitamente la realidad para no levantar resistencias.
Si Europa realmente quiere financiar su transformación tecnológica y sostener su modelo social, no basta con reformar los mercados financieros. Es fundamental repensar completamente el contrato intergeneracional. Y para ello, Draghi debería atreverse a romper el tabú del sistema de reparto y proponer, sin dudarlo, una transición hacia modelos de pensiones donde la capitalización juegue un papel central. El otro es puro autoengaño. La cuestión es aún más urgente en países como España, donde la reforma de las pensiones de José Luis Escrivá resultó en la aniquilación de las bases del ahorro privado para la jubilación.
Mientras tanto, en Chile, a pesar de las campañas de desprestigio de la izquierda, el sistema de capitalización individual tiene actualmente 45 años, ofreciendo mejores resultados financieros y mayor correspondencia entre esfuerzo contributivo y beneficios. Es cierto que requiere ajustes, pero su lógica económica es más sólida que la del reparto. La prueba de fuego estuvo en la pandemia: los chilenos pudieron adelantar el retiro de sus fondos de retiro y utilizarlos para enfrentar la crisis. ¿En qué sistema de distribución pudieron los ciudadanos recuperar el dinero que aportaron? jmüller@abc.es
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