La crisis climática pone en jaque la vida heredada durante generaciones en Zimbabue
Dice Gordon Sibanda que nunca olvidará el día en que se vio obligado a abandonar el trabajo en el campo que, por generaciones, había alimentado a su familia: a su padre, a su abuelo y a él mismo. «Nunca lo creí posible, pero hace 10 años tuve que hacerlo. Nuestras tierras se secaron por completo», afirma este hombre de 61 años, sentado entre árboles cubiertos de polvo en un pequeño asentamiento de la provincia de Matabeleland Norte, en el oeste de Zimbabue. «Entonces decidí comprar vacas y cabras, pero luego primero murieron las vacas y el año pasado, con la terrible sequía que sufrimos, perdí 15 de mis 21 cabras», relata. «Ahora solo tengo cinco y están tan flacas que no sirven de nada», explica, al añadir que también intentó conseguir un trabajo en las minas de oro. «Pero con la agricultura era otra cosa, siempre había algo de comer y no era tan peligroso», reflexiona.
Las frecuentes sequías, inundaciones y olas de calor debidas al cambio climático están poniendo patas arriba la vida heredada de Zimbabue, un país en el que unos 11 de sus 15 millones de habitantes (el 67 %) viven en áreas rurales donde el sustento del 90 % es la agricultura y el 95 % de ellos necesitan que la lluvia riegue sus cosechas —sobre todo maíz, trigo, sorgo y mijo— para poder alimentarse, y vender el excedente para sacar algo de dinero. Por ello también Zimbabue es considerado uno de los países del mundo más vulnerables al cambio climático. En concreto, según el último análisis de la Universidad de Notre Dame (EEUU), Zimbabue ocupa el puesto 174 en cuanto a su vulnerabilidad climática, cuando el país más vulnerable del mundo, Chad, se sitúa en el puesto 187.
El lecho seco del río en la región de Nkayi. / IRENE SAVIO
En los informes, los números desdibujan ese círculo infernal que está siendo el clima. De acuerdo con el Biennial Update Report 2020, un estudio del propio Gobierno de Zimbabue, «la temperatura media anual de la superficie nacional aumentó aproximadamente 0,9 grados Celsius entre 1900 y 2018, y la precipitación anual media disminuyó en torno al 5 % en todo el país durante el mismo periodo». Con ello, «la frecuencia de sequías aumentó del 10 % entre 1902 y 1979 y del 25 % entre 1980 y 2018″. La situación se ha vuelto a agravar también recientemente, con la sequedad extrema que llevó el año pasado al Gobierno local a declarar el estado de catástrofe.
En el Consejo Rural del distrito de Nkayi, una chica joven levanta el ojo hacia un cartel que ha generado curiosidad entre los presentes. Son las prioridades de la comunidad. «Sequía, drogas y escasez de agua», se lee entre las tres primeras. Una escena similar también ocurre en el centro escolar Gonye del distrito de Bubi, donde se está celebrando una reunión de ancianos. Los viejos, unos cuatro, han venido a asistir a una celebración por el programa alimentario de Mary’s Meal, que aquí ofrece un combinado de avena a 363 niños, que para algunos es la única comida del día. Pero la ocasión también sirve para comunicarse noticias, y Ngwiza, el más anciano, que como el resto ha pasado la mayor parte de su vida aquí, se queja en ndebele sobre cómo formas de vida se extinguen.
Cartel con las prioridades de una comunidad golpeada por la sequía en Zimbabue. / IRENE SAVIO
Una tierra ya frágil
Todos ellos son abuelos-padres, a cargo de diversos niños, hijos de sus hijos que han emigrado a otras zonas de Zimbabue o a otros países, una realidad cada vez más común aquí, cuentan. «La gente sencillamente o se va a las minas o emigra cada vez más lejos, especialmente los hombres, que a veces no vuelven», explica Ngwiza, de 72 años. Sikhululekile, una anciana del distrito de Umguza, es otra en la misma situación. Ya ni se acuerda cuándo fue la última vez que vio a sus cinco hijos y padres de sus nietos, que Sikhululekile cuida a pesar de su ceguera. Son seis en total, incluyendo una bebé de dos años y Beauty, de 12 y a la que le gustan las matemáticas.
Dentro del continente africano, Zimbabue es un buen ejemplo de los efectos que el cambio climático puede tener sobre la emigración. De hecho, si bien la población conoce desde hace ya décadas la vida en un entorno complicado y el país ha vivido una difícil reforma agraria en la época de Robert Mugabe (con la expulsión abrupta de granjeros blancos, para redistribuir la tierra), la crisis climática está exacerbando esas dificultades ambientales y económicas, desestabilizando un terreno ya de por sí frágil y contribuyendo a grandes desplazamientos de personas, según informes y analistas.
Sikhululekile posa para el informe con una de sus nietas. / IRENE SAVIO
«Históricamente, el desplazamiento [de personas] En Zimbabue ha sido causado por conflictos, desarrollo y desastres naturales. Pero ahora los desastres naturales son el factor principal «, analizó un estudio reciente de la Instituto Scalabrini para la movilidad humana en África. La realidad también está en los datos. Hoy Zimbabue es uno de los más desigual de ÁfricaDonde la pobreza extrema ha desencadenado el 22 % en 2011 al actual 49 %, un crecimiento récord derivado principalmente del empobrecimiento de las áreas rurales.
Otra consecuencia son los conflictos intercomunitarios que, de acuerdo con fuentes consultadas en el terreno para este reportaje, en particular vienen del avance de la minería en Zimbabue (se prevé un crecimiento del 7 % tan solo en 2025 y el Banco Mundial destaca un enorme potencial sin explotar para minerales de transición energética como litio, cobre, níquel). La razón es que este es un sector resistente al clima extremo, pero que también daña el ambiente (con la erosión de la tierra y contaminación del agua) y a la vez no beneficia lo suficiente al ciudadano de a pie.
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