La empresa asturiana que ilumina el cielo de Guatemala para encender la Navidad
Todos los comienzos de diciembre, desde que “Pollo campero” cumplió veinte años a comienzos de los noventa, la firma de comida rápida que nació de la iniciativa emprendedora de una familia de emigrantes de Sobrescobio y Caso se ocupa de encender la Navidad iluminando el cielo de Guatemala. Ha vuelto a suceder este domingo, cuando “la noche de los deseos” descargó un imponente despliegue de pirotecnia aderezado con un espectáculo de drones que reunió a unas 10.000 personas en el Campo Marte de la capital guatemalteca. El evento se enriqueció en esta ocasión, la de su edición número 34, con un homenaje a los medallistas olímpicos del país centroamericano en los pasados Juegos de París. “Felicidades, héroes de mi país”, pudo leerse en una de las imágenes que los drones compusieron en el cielo sobre una representación de las dos preseas, una de oro y otra de bronce, que dos competidores guatemaltecos consiguieron en la especialidad de tiro olímpico.
Las “Luces Campero” no faltaron a la cita con la que la marca inaugura las fiestas también en El Salvador, donde el espectáculo está programado para este sábado. Más de tres décadas después, aquello que en 1990 nació como una estrategia publicitaria para promocionar la imagen de la cadena ha crecido hasta convertirse en una fecha clásica de los festejos prenavideños en Centroamérica, donde el extraordinario despliegue pirotécnico y luminoso de la noche del domingo en Guatemala se basta solo para ilustrar en un vistazo la enorme fuerza que la empresa de los Gutiérrez de Sobrescobio ha adquirido en el continente. Los descendientes del fundador, Juan Bautista Gutiérrez, abrieron este verano su restaurante número cien en Estados Unidos y en total sirven pollo en cuatrocientos establecimientos que dan empleo a unas 10.000 personas en Guatemala, El Salvador, México, Honduras, Ecuador, Estados Unidos y Europa. Atienden a más de ochenta millones de clientes al año.
Todo eso arrancó en los años setenta, un tiempo después de que Juan Bautista Gutiérrez, emigrante de Campiellos (Sobrescobio) instalado en Guatemala, recibiera mil gallinas para saldar la deuda de un productor que no podía pagarle el pienso que le había proporcionado el Molino Excelsior, de su propiedad. Desarrolló la idea de la cadena de restaurantes especializados en pollo con la ayuda de su hijo Dionisio –que moriría al poco tiempo en un accidente de avioneta durante una misión humanitaria– y su yerno, el exitoso escritor y periodista Francisco Pérez de Antón, que nació en Soto de Caso y emigró a Guatemala tras los pasos de la hija de Gutiérrez, de la que se había enamorado en Madrid.
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No era entonces el pollo un producto demasiado popular en la dieta de los guatemaltecos, pero Pérez de Antón dio con una receta extraída de una patente estadounidense para aumentar la jugosidad del producto. Diseñó la carta y el restaurante, los colores y el logotipo y, en 1971, al frente de una freidora, dio a probar a cien personas su pollo tierno, jugoso y crujiente. El escritor cedió a la pasión por la literatura y ya no está en la Corporación Multi Inversiones (CMI), matriz empresarial de la cadena, que hoy preside Juan José Gutiérrez, a quien cedió el puesto su hermano Dionisio en 2010, después de 35 años al frente del negocio familiar.
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