La excusa de la lealtad
El juicio a García Ortiz está resultando tan desconcertante como el mismísimo hecho de que un fiscal general del Estado haya sido acusado de cometer un delito de revelación de secretos supuestamente por filtrar los datos de una persona investigada. Ante el Supremo, como si nada le perturbase, García Ortiz halló en la deslealtad una justificación moral para no responder a la acusación particular. Para él, eludir las preguntas, esa costumbre odiosa de los juicios, equivaldría a traicionar a los compañeros de toga. Como si fuera más importante proteger un delicado equilibrio emocional entre colegas que ser transparente y rendir cuentas por lo que uno ha hecho o dejado de hacer.
[–>[–>[–>García Ortiz, sobre el que sigue pesando la sospecha por los mensajes borrados, suponemos que comprometedores, ha inauguraos una nueva categoría del pensamiento institucional que consiste en la deslealtad como coartada. Si a partir de este momento esta curiosa doctrina se pone de moda no será difícil ver cómo los imputados invocan la traición o la ingratitud para no declarar, y a los testigos negándose a testificar por respeto corporativo. Los fiscales, a su vez, podrían verse tentados a ejercer sus funciones sin pronunciar palabra. De hecho en España y últimamente se ha visto cómo en determinadas ocasiones el Ministerio Público, que debería actuar como acusador, ejerce la defensa cuando se trata de casos que tienen que ver con el entorno del Gobierno. En definitiva, un nuevo modelo de justicia basado en el compromiso interno y no en la transparencia.
[–> [–>[–>Lo cierto es que no se puede erigir uno en paladín de las evidencias y al mismo tiempo exprimir el concepto de lealtad para negarse a hablar. Desconozco si García Ortiz va a ser declarado inocente o culpable, pero ha elegido una forma de colaborar con la Justicia un tanto original.
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