La guerra en Ucrania empuja a Europa a reclutar nuevas empresas tecnológicas para su defensa
«No es una estafa». Tras años de acusaciones y amenazas, Donald Trump ha expresado finalmente esta semana el inequívoco apoyo de Estados Unidos a la OTAN. Su respaldo ha costado un histórico acuerdo en el que las 32 naciones de la Alianza Atlántica se comprometen a disparar su gasto en defensa hasta el 5% de su PIB para 2032. El pacto supone una nítida victoria para el presidente estadounidense, que obliga a Europa a endurecer su brazo militar ante la creciente amenaza de Rusia, pero también para el floreciente ecosistema de empresas tecnológicas que han encontrado en la guerra (o en su disuasión) un negocio prometedor.
Europa está cambiando. La invasión militar de Ucrania y la incertidumbre del escenario geopolítico actual ha forzado a la mayoría de países del continente que se oponían a aumentar su gasto militar —entre ellos España— a reevaluar su estrategia para invertir mucho más en el sector de la seguridad. Aunque ello pueda dañar los programas sociales y de mitigación del cambio climático, según apuntan algunos economistas.
Consciente de la inestabilidad internacional y de la rápida maduración de tecnologías punteras, la Comisión Europea lleva tiempo pisando el acelerador. En la última década, Bruselas ha pasado de invertir 590 millones de euros en tecnologías armamentísticas de nueva generación entre 2017 y 2020 a destinar 7.300 millones para el periodo de 2021 a 2027. Su misión es potenciar sus capacidades bélicas terrestres, marítimas, aéreas y en el espacio.
Ucrania como laboratorio tecnológico
Aunque el acuerdo no ha llegado hasta ahora, los mercados ya habían anticipado este cambio de época. En 2024, la financiación de capital riesgo en tecnología de defensa se disparó un 24% y alcanzó la cifra récord de 5.200 millones de dólares, según el Fondo de Innovación de la OTAN y el grupo de investigación DealRoom. Europa ya invierte más en armas tecnológicas que en inteligencia artificial, pero aún hay mucho margen para crecer. Y es que esas cifras representan menos del 2% de la financiación total.
Además de a las turbulencias geopolíticas, el aumento del apetito inversor —al que también se apuntan millonarios como Daniel Ek, cofundador y director ejecutivo de Spotify— responde a que la guerra en Ucrania se ha convertido en un laboratorio en el que se experimenta con innovaciones bélicas pioneras como drones equipados con IA, robots terrestres para detectar minas, sistemas electrónicos antiaéreos, dispositivos de realidad virtual para entrenar a los soldados o armas imprimidas en 3D. El conflicto armado en el este de Europa está reescribiendo las reglas de la guerra moderna.
Drones piloto militar ucraniano, en una imagen de la semana pasada en la región de Donetsk. / AP
Auge de start-ups punteras
Durante décadas, el sector militar europeo ha sido copado por pesos pesados como la francesa Airbus, la británica BAE Systems, la italiana Leonardo o la alemana Rheinmetall. No obstante, la apuesta por el rearme también pasa por empresas emergentes que puedan ser más ágiles, arriesgadas e innovadoras que los gigantes armamentísticos convencionales. Así, la financiación de start-ups tecnológicas y de defensa se propulsó un 41% el año pasado hasta los 1.500 millones.
El nuevo ecosistema europeo de defensa cuenta con ya más de 300 start-ups y miles de millones de inversión en tecnologías espaciales y satelitales, IA, drones y vehículos autónomos, computación cuántica, sistemas de comunicación y vigilancia, robótica o ciberseguridad, según DealRoom. Entre ellas destacan firmas como las alemanas Helsing, ARX Robotics, STARK o Quantum-Systems, las británicas Arondite, Roark Aerospace y Delian Alliance Industries, las francesas Comand AI y Orasio, la suiza Destinus, la británico-portuguesa Tekever, la estonia Frankenburg Technologies, la neerlandesa Avalor AI, la lituana Unmanned Defense Systems o la letona Origin Robotics.
Aunque las cifras de inversión en el Viejo Continente siguen aún muy lejos de las de EEUU, la Unión Europea está ayudando—con apoyo de la OTAN— a reforzar el músculo financiero de las empresas de defensa de nuevo cuño. Bruselas pretende seguir los pasos de Washington para agilizar las contrataciones públicas y, junto al capital privado, regar de dinero al emergente sector para hacerlo florecer. Como apunta la consultora McKinsey, ese «cambio cultural» permitirá disparar el atractivo de la industria tecnomilitar y «liberar su potencial».
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