La importancia de pensar bien
La mente, ese «motor» que llevamos sobre los hombros, procesa sin cesar todo lo que vivimos y sentimos. No es solo un instrumento pasivo, sino una auténtica hormigonera capaz de mezclar ideas, emociones y percepciones de la realidad. El modo en que interpretamos los signos, señales y acontecimientos que nos rodean determina, en gran medida, las consecuencias que experimentamos en nuestra vida. A veces, vemos fantasmas donde no los hay y, en otras ocasiones, ni siquiera los reconocemos cuando están ante nosotros. Todo depende de lo despiertos y atentos que estemos para interpretar correctamente lo que ocurre a nuestro alrededor.
[–>[–>[–>Esta atención no debe confundirse con vivir en un estado de alerta permanente, ni mucho menos obsesionarse con posibles riesgos. Se trata, más bien, de mantener la sensibilidad activa, de estar «presto vivace» como decía Cantinflas: «No se me adelante, pero tampoco se me atrase, oiga». Es decir, vivir con equilibrio, atentos pero sin paranoia, porque al final, lo que observamos y a lo que prestamos atención es lo que realmente ocurre en nuestra vida.
[–> [–>[–>Hoy escuchaba a Pablo D’Ors afirmar: «Piensa bien y sanarás, piensa mal y enfermarás». No podría estar más de acuerdo. La mente tiene un poder enorme sobre nuestro bienestar. Cuando nos dejamos arrastrar por pensamientos negativos, nos convertimos en nuestros propios torturadores, autoinstigadores de sufrimiento. Nos flagelamos con ideas que nos hacen daño y, además, nos quejamos por el malestar que generamos. Somos, a veces, expertos en complicarnos la vida.
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En la sociedad actual vivimos «sobre-informados» y «saturado-noticiados», como pollos sin cabeza, cada vez más despistados y menos capaces de prestar atención a lo que realmente importa. Esta falta de discernimiento nos aleja del contacto con la realidad y disminuye nuestra capacidad de vivir de forma sana y consciente. ¿Está todo esto planeado para mantenernos distraídos y manipulados? Quizás sí, quizás no, pero lo importante es no caer en la paranoia y centrarnos en lo que depende de nosotros: nuestra actitud mental.
[–>[–>[–>Los pensamientos inadecuados dañan tanto al que los transmite como al que los recibe. Son, en definitiva, un auténtico desastre para la salud mental. Por el contrario, los pensamientos positivos liberan, protegen y generan «buen rollo», algo esencial para vivir sanamente en el mundo de hoy.
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Por eso, cultivar el arte de «pensar bien» es una excelente terapia. Hay que dar una patada a los pensamientos negativos y limitar su influencia en nuestra vida. Pensar bien sana, pensar mal enferma. Así de sencillo y así de profundo. Sería óptimo recordarlo diariamente y ponerlo en práctica para cuidar nuestra salud mental y emocional.
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