La peor sequía en cincuenta años pone a prueba al régimen iraní
Aunque el problema lleva meses gestándose, los iraníes están sufriendo esta caída la peor crisis hídrica del último medio siglo. Las reservas de agua se están agotando en todo el vasto territorio de la República Islámica y la escasez amenaza incluso provocar la evacuación de la capital y ciudad más poblada -casi diez millones de habitantes en el propio municipio, quince en el área metropolitana- del país, Teherán.
Después de haber atravesado uno de los peores momentos de sus más de 45 años de vida a finales de la pasada primavera –en junio las fuerzas israelíes eliminaron a la élite militar y científica del régimen y bombardearon la principal infraestructura nuclear–, la República Islámica vuelve a ser puesta a prueba en el contexto del creciente malestar y cansancio de su población.
Posibles evacuaciones
La falta de precipitaciones –según las propias autoridades iraníes, este año ha caído casi un 90% menos de agua en relación a los parámetros medios– ha secado prácticamente la totalidad de las reservas de agua del país. Por el momento, el Gobierno sigue mirando al cielo -las mezquitas de Teherán ya piden el elemento líquido-, a la espera de las lluvias tan necesarias, pero el presidente Pezeshkian insiste en que si las lluvias no llegan en las próximas semanasno sólo se prolongarán las restricciones de agua en los hogares de Teherán, sino que la población de la capital podría comenzar a ser evacuada a Makran, a orillas del mar Caspio.
Sanciones si no ahorras
«La realidad es que ya no tenemos otra opción. Es una necesidad. No podemos sobrecargar esta región con más población y construcción. «Podemos ayudar a su desarrollo, pero no podemos resolver su problema del agua», afirmó el presidente iraní. Además, bajo pena de ser objeto de sanciones, el gobierno iraní ha pedido a la población que intente ahorrar la mayor cantidad de agua posible en su vida diaria.
Desesperado, la semana pasada el gobierno anunció que había Ha comenzado lo que se conoce como “siembra de nubes” –un procedimiento químico en el que se utilizan sustancias como la plata o el yoduro de potasio– con la esperanza de provocar las tan deseadas precipitaciones en cuencas o embalses. De momento, tal y como anunció a principios de semana la agencia estatal Irna, el régimen de los ayatolás ha iniciado esta particular siembra en el noroeste del país, concretamente en la cuenca del lago Urmia, el mayor del país aunque actualmente en gran medida seco, y espera poder continuar en las provincias del oeste y este de Azerbaiyán.
Aunque la escasez de agua está ligada a la falta de precipitaciones, el problema va mucho más allá y apunta a una mala gestión gubernamental –falta de planificación urbana y de suministro de agua, sobreexplotación de los acuíferos, etc.–, evidente en otras zonas, según los expertos. «Dijimos hace años que la capacidad ecológica de Teherán había llegado a su límite y nadie nos hacía caso (…). Que nadie nos haya escuchado no es culpa nuestray no hay nada más que podamos hacer”, dijo el activista medioambiental y botánico iraní Hossein Akhani a Middle East Eye.
No en vano, a pesar de las importantes reservas de hidrocarburos existentes en Irán (las segundas reservas probadas de gas del planeta y las cuartas de petróleo crudo), la mala gestión pública, unida a las sanciones internacionales que pesan sobre Irán, provocaron graves problemas de suministro eléctrico hace varios meses en los meses más fríos del año.
La política de subsidios
Uno de los mayores errores de la administración iraní ha sido su ineficaz política de subsidios que, al mantener los precios del gas natural extraordinariamente bajos, ha fomentado el desperdicio. Además, por la misma razón, las empresas prefieren exportar hidrocarburos, que es mucho más lucrativo que el mercado interno. Hace menos de un año, el Gobierno iraní reconoció que hasta 13 centrales eléctricas habían dejado de funcionar por falta de diésel.
En ese sentido, el analista político hispano-iraní Daniel Bashandeh estima a LA RAZÓN que «la actual crisis del agua es, sobre todo, un problema de gestión. Expone el agotamiento de la ideología revolucionaria y las consecuencias de haberla priorizado por encima de la planificación estructural». «A esto se suman las sanciones internacionales, que limitan el acceso a la tecnología y frenan las inversiones necesarias», afirma el especialista en política iraní.
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