La perspectiva astur
Hasta no hace mucho, la sidra carecía de etiqueta. Aunque hubiera distintas calidades, nada debía exteriorizarse ante el consumidor. La única información era la proporcionada por el camarero en el chigre, tras la que podía escucharse a alguien elegir determinado palo que invitara a echarle una mano a la viuda de uno u otro lagarero. Ese «todos igual» ha permeabilizado nuestro tejido social a través de infinitas manifestaciones. Desde compartir como patrón a un mismo empleador, la Administración, hasta no desentonar demasiado en el barrio o la corrada.
[–>[–>[–>Dentro de esa peculiar mentalidad debieran de incluirse, también, ingredientes genuinamente rancios disfrazados de modernidad. Siempre me ha extrañado que, tratándose de clichés desfasados a más no poder, nunca se hayan reconocido así, sino como verdaderos paradigmas de avance político. Comarcas enteras obedecen desde hace décadas a unas consignas carcas y gregarias que se conoce de antemano lo que dan de sí y continúan sin embargo considerándose progres, cuando son la quintaesencia de lo retrógrado. Los observadores sociológicos continúan apreciando escasas variaciones en ese esquema tan inmovilista, como si se tratara del resultado de fórmulas de éxito que han dado formidables frutos. La anestesia provocada por los cuartos procedentes del erario quizá ronde detrás de este deplorable panorama, porque debe recordarse que ese maná evita tener que ganarse uno los garbanzos como pueda, dejando que la manguera presupuestaria riegue los campos que son nuestro pan, como se canta en «El Cobarde».
[–> [–>[–>Llevamos bastante tiempo esperando que las castañas nos las saquen del fuego otros. Y que el único horizonte vital pase por engrosar la lista de los que renuncian a un futuro de emprendimiento emulando a los grandes de la tierra que triunfaron fuera. Espero que la responsabilidad de aquellos que han potenciado ese penoso caldo de cultivo sea enjuiciada con dureza por la Historia. Y ahí no se va a librar nadie, de un lado al contrario del escenario político.
[–>[–>[–>
Necesitamos como respirar planteamientos que pasen página de una maldita vez de los sectores económicos periclitados, salvo aquellos que aún puedan reverdecer. Hemos de saber conquistar, como lo hicimos en el pasado a título individual e incluso cuando estuvimos entre los primeros de la industria, un porvenir competitivo, valiente, ilusionante, el que despierta en el resto del mundo a los que se lo quieren comer. Precisamos con urgencia librarnos de esa odiosa dinámica subvencionadora, propia de sociedades perdedoras, que ha desencadenado nuestra más prolongada decadencia desde que hay registros.
[–>[–>[–>Asturias demanda creérselo de verdad. Apostar por un mañana alejado del tetu público y atraer en serio a quienes nos eligen como lugar propicio para invertir, para generar riqueza. Tenemos que ponerles las cosas fáciles, ayudarles a cumplir con requisitos razonables y promover desde luego un entorno amable, también en lo tributario, aunque insistan en que no hay infierno fiscal los que no lo sufren en sus propios bolsillos.
[–>[–>[–>
La perspectiva astur requiere un cambio radical de rumbo. Y eso pasa por impulsar una visión de la región actual, pegada a la realidad internacional, que madrugue para formar parte cada día de ese hormiguero de actividad incesante que se percibe en otros lugares pujantes. Reunimos las mejores condiciones para liderar la España próspera, como han logrado zonas que partían de peores puntos de partida. Solo resulta indispensable para ello contar al frente con visionarios que se empeñen en trabajar hacia ese objetivo, huyendo de pamplinas, cortinas de humo y gestualidad u oralidad inanes.
[–>[–>
[–>O experimentamos esa profunda transformación o el destino se ocupará de hacerlo, y a buen seguro de manera implacable.
[–>[–>[–>
Suscríbete para seguir leyendo
Puedes consultar la fuente de este artículo aquí