La Santina que se venera a 10.000 km de Covadonga y cuya capilla se levantó tras una gran riada
Covadonga está a 9.914 kilómetros de distancia de la Covadonga argentina. Los asturianos de Tucumán, la ciudad más importante del norte de Argentina, tienen en su calendario bien apuntado el día de noviembre que toca viajar al pueblo de El Mollar, de unos mil habitantes, situado a unos cien kilómetros de la capital del Estado, para participar en una romería en honor de la Virgen de Covadonga donde el sonido de las gaitas y los bailes regionales asturianos se mezcla con el bombo y el violín de los habitantes del valle y los gauchos.
En este lugar del valle del Tafí, también entre montañas, hay una capilla de piedra en cuyo interior se venera una imagen de La Santina. Hace unos días, los socios del Centro Asturiano de Tucumán, que acaba de cumplir un siglo de existencia, renovaron esa costumbre y a ellos se unieron representantes de los centros asturianos de otros lugares del país. La Virgen de Covadonga sigue siendo, como lo fue desde el inicio del gran movimiento migratorio de los siglos XIX y XX, el gran icono de vertebra la identidad de los asturianos más allá del mar. Pero ¿cómo surgió, a mediados del siglo XX, una capilla dedicada a Santina en esta valle tucumano?
La historia, según la documentación que aporta el Centro Asturiano de Tucumán, tiene que ver con una gran riada, un desastre natural como el que recientemente arrasó Valencia. Así se cuenta: “Hace muchos años, en las Sierras de Córdoba, un emigrado asturiano que repartía su tiempo entre Córdoba y Tucumán (donde tenía su casa), viajaba con su esposa (embarazada de su primer hijo) y un matrimonio amigo. En una tormenta que comenzó a inundar las sierras cordobesas, Don Juan Manuel González quedó atrapado en la correntada con sus acompañantes. La crecida golpeó el coche y con mucho valor y determinación, Don González sacó del coche a su mujer, volvió una vez para salvar a su amiga, y en un segundo viaje quiso salvar a su amigo, pero fue tarde, su amigo ya había muerto y para colmo de males, el coche fue arrastrado por las aguas”.
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Las aguas se llevaron aquel asturiano, al que iban golpeando árboles y rocas arrastadas por la fuerza de las aguas. Sin embargo, “en un momento de suerte, consigue agarrarse de una rama, pero la misma no parece poder durar mucho”. Es en “este momento cuando Don González, como todo asturiano, pide a la Santina que lo salve, y promete levantarle un templo en algún lugar que ella elija”. Entonces cuenta el mismo relato fundacional “en ese momento una soga (una cadena según algunos relatos) cae cerca de sus manos; un baqueano (un lugareño buen conocedor del territorio) que providencialmente estaba en la zona lo ayuda a salir, Don Juan se aferra con los dientes y con las manos, algunos dientes se le rompen por la fuerza que tuvo que hacer”.
Una vez a salvo, el asturiano (al parecer natural del concejo de Parres) “decide cumplir su promesa” y esta decisión le lleva a viajar por distintos puntos del norte argentino “recorriendo Salta, Jujuy, Catamarca y Tucumán”. Pero fue en El Mollar “donde sintió que la Virgen se iba a sentir más cómoda”. La misma historia oficial de este pequeño santuario indica que el asturiano realizo “una gestión con un amigo, el Dr. José Frías Silva”, quien cede el terreno para erigir la capilla, “y con ayuda de otros asturianos de Tucumán y algunos retornados, el 12 de cctubre de 1945 se inaugura la capilla de Nuestra Señora de Covadonga en El Mollar, Tafi del Valle”. Pero quedaba solucionar el problema de la imagen de la Virgen. Asunto solucionado, llegó desde Asturias: “Como un detalle especial, una prima de Don González envía una imagen (la misma que está ahora en la capilla) hecha en Cangas de Onís, hogar de la Santina”.
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Esta historia de una promesa “creó no solo una tradición entre los asturianos de Tucumán, de ir a rendirle homenaje a la Virgen en los valles, sino también creó un vínculo con El Mollar y su gente, porque para los mollaristos la Santina es su Virgen y la patrona del pueblo, tanto es así que después de más de 70 años mantienen viva su devoción por ella. Esta historia trascendió más allá de Tucumán y Argentina, a punto tal que asturianos de todo el mundo vienen a visitar y conocer la Santina de El Mollar”, dice la documentación aportada por el Centro Asturiano de Tucumán.
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