La tragedia de Valencia
José Antonio Sáenz de Santa María Benedet es geólogo
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El pasado día 29 de octubre fue el aniversario de una de las tragedias naturales mas importantes de las que se tiene memoria en España. Una Depresión Aislada en Niveles Altos (dana) como se dice ahora o una «gota fría» en su denominación tradicional, produjo un episodio de lluvias muy intensas en las sierras levantinas que dieron lugar a grandes caudales torrenciales que afectaron, en especial, a la Huerta Sur de la Ciudad de Valencia, con inundaciones catastróficas al rebosar los cauces de los barrancos y torrenteras e inundar una zona ampliamente urbanizada. La inundación provocada por el Barranco de El Poyo fue la más espectacular y dramática de esta riada. El resultado, trágico y bien conocido por todos, es de 237 compatriotas fallecidos además de numerosos heridos y gravísimos daños materiales.
[–>[–>[–>Estas lluvias torrenciales son una de las características climáticas mas reseñables del levante español pues, entre septiembre y noviembre de cada año, el mar mediterráneo, recalentado durante el verano, la evaporación de agua marina, su condensación en la alta atmósfera en contacto con masas de aire muy frías, la formación muy rápida de grandes nubes de tormenta y las consecuentes lluvias intensas provocan numerosos problemas.
[–> [–>[–>Periódicamente, esta pluviosidad muy intensa da lugar al funcionamiento torrencial de los ríos y barrancos de la zona. En artículos anteriores, se ha citado que, en esta zona, hay una gran riada cada 25 años como media. Las riadas históricas están recogidas en los Libros del Consell de la Comunidad Valenciana. En ellos se han registrando estos fenómenos desde el año 1.300, teniendo noticias precisas de 29 grandes riadas. Por tanto, no se trata de fenómenos nuevos ni más intensos que en el pasado. Además, 24 de estas grandes riadas ocurrieron entre los siglos XIV y XIX durante lo que los geólogos conocemos como «la Pequeña Edad del Hielo». En esa época la temperatura media global era 2º C inferior a la actual.
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La tragedia y sus luctuosas consecuencias no tienen, por tanto, nada que ver con el cambio climático y otras excusas políticas que intentan soslayar que se están practicando políticas públicas hidráulicas y de medio ambiente que, lejos de asegurar las vidas y el patrimonio de los ciudadanos, les perjudican notablemente. La ideología enfrentada a la realidad siempre pierde pues ésta y la naturaleza son muy tozudas.
[–>[–>[–>Su Majestad El Rey D. Felipe VI, en un momento de su discurso en el acto fúnebre celebrado en Valencia, señaló que: «Es necesario seguir analizando las causas y circunstancias de la tragedia con el fin de extraer, con rigor y serenidad, las lecciones necesarias para mejorar nuestra capacidad de afrontar, en el futuro, otras catástrofes y evitar o minimizar en lo posible sus peores consecuencias». En relación con estas acertadas palabras de nuestro Rey debemos señalar que, y esto también es muy trágico, las «lecciones necesarias» para evitar este tipo de catástrofes se estudian en nuestras universidades desde hace muchos años.
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Todos los titulados superiores o medios egresados de nuestras universidades y cuyos estudios tengan que ver con las ciencias de la tierra, la geomorfología o la hidrogeología (geólogos, ingenieros de minas, ingenieros geólogos, geógrafos, etc.) y aquellas otras titulaciones que tienen que ver con la construcción, la hidráulica y el medio ambiente (ingenieros de caminos, canales y puertos, ingenieros agrónomos, ingenieros de montes, etc.), han estudiado y conocen el origen y consecuencias de estos fenómenos naturales. Las medidas necesarias para «mejorar nuestra capacidad de afrontar otras catástrofes» son también perfectamente conocidas por nuestros técnicos y científicos y se han recogidos en numerosos planes de actuación realizados en los últimos 50 años que, desgraciadamente, no han sido ejecutados.
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[–>La limpieza de cauces, la regeneración y refuerzo de las riberas de los barrancos, el aumento de la sección útil de los mismos incluyendo su reprofundización, la construcción de pozos de tormenta y zanjas perimetrales de drenaje de aguas en nuestras poblaciones, la revisión de nuestro urbanismo y la prohibición de construcción de viviendas y de aparcamientos subterráneos en áreas inundables cuyas características y situación se conocen desde hace años, la construcción y mantenimiento de presas que permitan el control de los ríos, la preservación de azudes y la construcción de zonas para laminación de las avenidas, la planificación hidráulica con desvíos de distintos barrancos a zonas seguras, etc., son medidas conocidas que no se han tomado o se han postergado sine die por condicionantes políticos e ideológicos. Un ejemplo claro de esta desidia política y burocrática es que ninguna obra importante de control de inundaciones se ha puesto en marcha en la zona afectada en los doce meses transcurridos desde la tragedia. Ni siquiera ha sido restaurado el sistema de sensores que permite conocer los caudales circulantes por la red fluvial en tiempo real.
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Una burocracia asfixiante, un reparto de competencias que diluye las responsabilidades, una ideología ecológica que antepone la «naturalización de la red hidrológica» a la defensa de las personas y los patrimonios ha impedido, hasta el presente, que se actúe para, como dice S.M El Rey D. Felipe, «mejorar nuestra capacidad de afrontar, en el futuro, otras catástrofes y evitar o minimizar en lo posible sus peores consecuencias».
[–>[–>[–>Vivimos en una época extraña pues la sociedad y nuestros políticos han dado la espalda a conceptos que la humanidad siempre ha mantenido en su acervo: la defensa del ser humano respecto a una naturaleza hostil que, en ocasiones, demuestra su inmenso poder y nuestra fragilidad. La sociedad, muy urbana, mantiene una idea «buenista y bucólica» de la Naturaleza y nuestra falta de precaución y defensa respecto a sus potenciales peligros nos lleva a padecer estas tragedias.
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Esperemos que, dejando al lado condicionantes ideológicos y mirando de frente los problemas que la Naturaleza plantea, alguien decida acometer las medidas que deben tomarse y hacerlo mas pronto que tarde. Otra gran dana o gota fría nos espera dentro de 25 años como media….. aunque esto no quiere decir que no pueda ocurrir el año próximo.
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